Los principales bancos centrales han salido al rescate de la economía con un volumen sin precedentes y están inundando el mercado de liquidez. Los países también están implementando políticas fiscales expansivas que ayuden a mitigar la desaceleración económica que ha producido el COVID-19.
Además, están saliendo algunos datos macroeconómicos que, contagiados por la euforia de la reactivación de la economía, están sorprendiendo positivamente. Es el caso de los datos de empleo en EE.UU., la recuperación de las ventas minoristas en EE.UU. y Reino Unido y los índices de confianza (PMI), tanto los manufactureros como de servicios, que recuperan niveles rápidamente e incluso en algunos países se sitúan por encima de 50, lo que indicaría expansión económica. Otro ejemplo es el índice de condiciones de solvencia financiera que tanto en EE.UU. como en Europa se va alejando de la zona que se considera de tensión.
Vamos a contextualizar algunos datos que, por extraordinarios, nos ayudarán a entender por qué durante el segundo trimestre del año hemos asistido a una recuperación del mercado de renta fija basado en unos tipos de interés bajos y un estrechamiento de los diferenciales de crédito.
La Reserva Federal empezará a comprar bonos individuales, un programa de compra de deuda corporativa con un importe global de 750.000 millones. Pensemos que el volumen del índice iBoxx USD Domestic Non Financials 1-5y, que serían los bonos objetivo del programa, se eleva a 900.000 millones. Basado en los datos que conocemos hasta ahora, se estima que el balance de los bancos centrales del G4 se expandirá hasta el 68% del PIB, casi el doble que el porcentaje que mostraba a 31 de diciembre de 2019.
Hay otros catalizadores como que las empresas emiten más bonos que nunca, diversificando sus fuentes de financiación y con el objetivo de aumentar su tesorería. Tanto en EE.UU. como en Europa se ha llegado ya a la cifra de 1 billón, lo que representa un nuevo récord en la primera mitad de año. En otras palabras, se ha emitido ya más volumen en esta mitad de año que lo que se ha emitido en otros años enteros. La tasa de default debería disminuir sobre las previsiones iniciales del mes de marzo con las ayudas que están recibiendo las corporaciones y la reducción de los spreads.
En cuanto a flujos, vemos fuertes entradas en los fondos de crédito de EE.UU. y Europa, con récords semanales. Y se especula que, coincidiendo con la mitad de año, los principales asset allocators podrían realizar una toma de beneficios de la renta variable y mover ese flujo hacia la renta fija. Wells Fargo estima que el rebalanceo podría ser el mayor en seis años.
Todas estas medidas están dando soporte a la renta fija y mostrando un efecto que se conoce como el círculo virtuoso: la entrada de liquidez posibilita la reducción de los tipos de interés a pesar del mayor aumento de deuda y permite que el coste financiero sea más asumible, la reducción de los spreads hace que disminuya la probabilidad de default, la volatilidad se reduce y produce que la introducción de los activos de renta fija en las carteras de inversión reduzca el riesgo global de esa cartera.
Por supuesto, no todo va a ser direccional y debemos estar alerta a potenciales efectos de segunda ronda que puede provocar esa enorme liquidez que se está incorporando en el mercado. Por ejemplo, que la inflación resurja violentamente y erosione el valor de la inversión, o la aparición de las conocidas como empresas zombies, que, con las políticas fiscales y monetarias expansivas, podrían alargar su ciclo de vida tan solo por el acceso a una financiación fácil pero que, con sus beneficios, no cubrirían ni los costes financieros. La manera de evitarlo, como siempre, conseguir una efectiva diversificación, cubrir eficientemente los riesgos y ser selectivos en la elección de los nombres que adquirimos en nuestra cartera.
Tribuna de Josep Maria Pon, CIIA y director de Renta Fija y AMM Crèdit Andorrà Asset Management