Las noticias en los medios de comunicación internacionales sobre diferentes temas medioambientales son cada vez más comunes; desde la contaminación de Londres hasta los dañinos niveles de monóxido de carbono que se experimentan actualmente en Shanghái, entre otras ciudades. Los políticos, la población y también los inversores somos conscientes de que los efectos del cambio climático son cada vez más preocupantes y que debemos de tomar las medidas necesarias para combatirlo, y cuanto antes sea, mucho mejor.
En el ámbito de la gestión de activos, el enfoque “cambio climático y medio ambiente” es una megatendencia que llevamos observando varios años y que ha dado lugar a un universo de inversión muy amplio, compuesto por cerca de 1.000 empresas con una capitalización bursátil de más de 5 billones de euros.
El efecto de los catalizadores de crecimiento relacionados con el cambio climático y el medio ambiente en el flujo de caja de las empresas mundiales están, a día de hoy, muy infravaloradas por el mercado. El desconocimiento y la falta de medición cuantitativa en ciertas ocasiones provoca que las inversiones relacionadas con el cambio climático se vean lastradas por la creencia de que tardan en generar rentabilidad y que dependen de subvenciones. Pero, como llevamos observando en los últimos años, eso no es cierto.
Las oportunidades relacionadas con las soluciones al cambio se clasifican en tres grupos de inversión y, entre éstos, la eficiencia de los recursos es el de mayor envergadura. Este grupo es conocido por generar rendimientos rápidamente a través del uso de redes de suministro inteligentes, movilidad sostenible, edificios inteligentes y materiales avanzados. Por otro lado, las oportunidades de inversión relacionadas con la protección del medio ambiente se centran en la gestión de residuos y en la limpieza del agua y el aire.
El resto está conformado por soluciones de energía alternativa, que desafían la creencia común de que los paneles solares y los molinos eólicos dominan el universo de inversión relacionado con el cambio climático y el medio ambiente. Las cuestiones climáticas inciden en todas las industrias y cadenas de valor, pero Nordea busca posiciones en mercados consolidados que ofrezcan productos de nicho, cuyos valores deben superar un riguroso proceso de selección antes de pasar a formar parte de la cartera de uno de nuestros fondos. De hecho, no se tienen en consideración las empresas con una calificación de criterios medioambientales, sociales y de gobierno corporativo (ESG, por sus siglas en inglés) inferior a B. Los fundamentales de negocio, los resultados financieros y la cultura corporativa también son factores determinantes para su selección e incorporación a nuestros porfolios.
Según los últimos datos, los valores que componen, por ejemplo, el Nordea 1 – Global Climate and Enviornmental Equity, fondo que gestiono junto a mi compañero Thomas Sorensen, registran una emisión de carbono un 40% inferior que la totalidad del mercado de renta variable y el fondo registró una rentabilidad superior a la de su grupo de homólogos según Bloomberg y la del índice MSCI Global Environment en 2016.
Otra máxima de la que no estamos de acuerdo es la de dar por hecho que la inversión en títulos relacionados con el cambio climático y el medio ambiente está orientada únicamente a los inversores con horizontes a largo plazo. Este universo de inversión es muy amplio y todavía no se ha podido analizar lo suficiente para extraer conclusiones tan determinantes. De hecho, todavía nos encontramos con muchos inversores que siguen sin comprender en qué consiste. Lo que si podemos confirmar es que aquellos inversores que se han informado debidamente y que han apostado por la inversión a través de este enfoque podrán aprovecharse de un segmento de mercado que presenta, y parece presentar, un sólido crecimiento.
Columna de Henning Padberg, gestor del fondo Nordea 1 – Global Climate and Enviornment Equity