Kryptos es la palabra griega para «escondido», «oculto» y la raíz de otras palabras, como la criptografía, el cifrado y críptico. La kryptonita es un mineral ficticio que aparece en los cómics de Superman y cuya principal característica es la de ser el único material capaz de debilitarlo, anulando sus poderes.
La creación de las llamadas criptomonedas (“monedas ocultas” ¿podría decirse?) a comienzos de este nuevo siglo puede llevar a engrosar la lista de las burbujas financieras del siglo XXI, o puede llevar a debilitar el sistema de mercado tal como lo conocemos. Así en este artículo nos preguntaremos, ¿qué son esas “pseudo monedas”?, ¿se pueden considerar realmente dinero o moneda de cambio? ¿Hay la posibilidad de estar ante una nueva burbuja financiera o comportamiento irracional del mercado?
Una criptomoneda o criptodivisa es una creación digital considerada como medio de intercambio. El primer registro de este concepto data de 1998 por Wei Dai en la lista de correo electónico «cypherpunks», donde propuso la idea de un nuevo tipo de dinero que utilizara la criptografía para controlar su creación y las transacciones, en lugar de que lo hiciera una autoridad centralizada.
La crisis financiera de 2008 y el descontento de los mercados llevaron a la creación de la primera especificación del protocolo Bitcoin, que se ha tomado como criptomoneda base. Del creador no se conoce su identidad ya que actuó bajo el seudónimo de Satoshi Nakamoto y se dice que en 2010 abandonó el proyecto. Desde entonces, la comunidad ha crecido de forma exponencial y cuenta con numerosos desarrolladores que trabajan en el protocolo Bitcoin, y a raíz de ello se han ido creando otras monedas virtuales como Peercoin, Etherum, o Litecoin, pero hay más de 100 criptomonedas creadas.
Esta iniciativa y de desarrollo tecnológico de los medios de pago estaría acorde con la evolución tecnológica, la globalización y la necesaria rapidez de las transacciones en nuestros días, y sería una evolución lógica del concepto de dinero. El dinero, entendido como medio de pago ha existido a lo largo de la historia, desde el trueque, metal, billetes físicos, tarjetas electrónicas…
Una definición común de dinero podría ser todo aquello que constituye un medio de pago o de cambio comúnmente aceptado. Si se quiere una definición más técnica de dinero se podía decir que dinero es “aquel bien jurídico sancionado normativamente por la comunidad social en cuanto a moneda que se intercambia como unidad de cuenta con poder adquisitivo y de pago en relaciones patrimoniales». Así lo que mejor puede definir al dinero son sus características, esto es, es un medio de pago, un depósito de valor, es unidad de cuenta y es un patrón de pagos diferidos.
Todo ello nos lleva a decir que las criptomonedas no son dinero, no son divisa, son de momento un activo financiero negociado en mercados no organizados, es decir que no están respaldado por un regulador, no existen depósitos de garantía, no tiene una cámara de compensación, ni de liquidación.
¿Qué hace que esta clase de activos suban como la espuma? Así de primeras, la ley de la oferta y la demanda hace que suba el precio. Pero esta subida de precio, esta rentabilidad virtual, sobre el papel, ¿se puede convertir en real o estamos ante otra gran burbuja especulativa aprovechando el descontento y la falta de oportunidades de rentabilidad en el mercado post crisis 2008? Y es que como señalaba Benjamin Disraeli, “la única cosa que ha enloquecido a los hombres más que el amor es la cuestión del dinero”.
Leyendo el libro de Burton G. Malkiel “Paseo aleatorio por Wall Street”, se pueden encontrar ejemplos de estallidos de burbujas financieras, de comportamientos irracionales en el pasado que el actual boom de criptomonedas parece seguir como un guión adaptado a nuestro tiempo. En todas ellas algunas personas hicieron dinero pero pocas salieron airosas.
Desde la fiebre por la compra de bulbos de tulipán en la Holanda del siglo XVII, en la que todo el mundo quería tener en los jardines de sus casas tulipanes cuanto más raros mejor, aunque para ello tuvieran que hipotecar su casa. Pasando por la burbuja de los mares del sur del siglo XVIII en las que los inversores hambrientos de rentabilidad buscaban empresas arriesgadas en las que pudiesen comenzar a ganar dinero. Empezaron a surgir en mercado propuestas financieras con objeto social cada vez más extravagante y menos creíble. Como señala el libro de Malkiel, una de las compañías creadas tenía como objeto algo tan absurdo como “compañía para asumir y llevar a cabo empresas muy ventajosas pero que nadie debía conocer”.
Estos ejemplos son los embriones de pautas que han venido dándose en los siglos posteriores, en todos ellos se conjuga el surgimiento de una oportunidad de negocio, un boom en algún sector de la economía, como la electrónica, la biotecnología, Internet, o sector inmobiliario, además del aprovechamiento de algunos como la crisis del 29 cuando la especulación era un “arte” y había consorcios de inversores y agentes de bolsa haciendo subir el precio de las acciones.
Se dice que una burbuja se identifica cuando explota y que es difícil de identificar de antemano, pero suelen empezar cuando un activo comienza a subir y el entusiasmo se contagia al resto de participantes del mercado. En la era digital la velocidad de circulación de las noticias es brutal, el contagio inmediato y la locura de la multitud espectacular. Al final las burbujas estallan y el que gana en una burbuja es el primero en salirse.
¿Estamos pues ante un comportamiento irracional del mercado? Si seguimos a los teóricos de las finanzas conductistas nos dicen que un comportamiento irracional se caracteriza por un exceso de confianza en la capacidad de inversión e infravaloración de los riesgos, un comportamiento de rebaño y una aversión a las pérdidas, nadie quiere ser el primero en salirse. Con lo cual parece que se están dando las condiciones para una irracionalidad del mercado.
Puede que estemos ante una revolución en el mundo de las finanzas y medios de pago, puede que, particularmente, esté perdiendo la oportunidad de tener una jubilación de cine, pero parafraseando a Isaac Newton, “un hombre puede imaginar cosas que son falsas, pero sólo puede entender cosas que son ciertas”.
Tribuna de Araceli de Frutos, fundadora de Araceli de Frutos EAFI.