No es casualidad que el bitcoin vuelva a los titulares, con apoyo en los chats de Internet, justo cuando las preocupaciones sobre la inflación comienzan a retumbar, pues las criptomonedas se han convertido en barómetro de sentimiento respecto de las agresivas políticas monetarias de los bancos centrales y la represión financiera.
Pero los riesgos se acumulan en su contra y lo alejan de ser un vehículo de inversión serio y sustancial, mucho menos un reemplazo del dólar. Mucho puede salir mal y es difícil justificar que las actuales monedas digitales puedan ir más allá de inversiones especulativas.
Hay que tener en cuenta que los bancos centrales, a raíz de la crisis financiera mundial, han apoyado a las economías con tipos de interés y rentabilidad a vencimiento de los bonos soberanos por debajo de la inflación, lo que ha obligado a los inversores a aceptar rentabilidades reales negativas. Este apoyo se ha intensificado con la crisis económica causada por la pandemia.
Una moneda digital anónima puede ser atractiva ante el creciente temor a que las autoridades estén monetizando gradualmente los déficits públicos, financiando permanentemente excesivo gasto de los gobiernos. Es un problema, pues históricamente la monetización de la deuda ha sido precursor de inflación descontrolada. Además hay razones de atractivo del Bitcoin incluso para aquellos a quienes no preocupa la inflación, pues recientemente ha mostrado modesta correlación positiva con la renta variable y oro y negativa con deuda del Tesoro de EE.UU. y dólar. Además ha aumentado la disposición de las empresas a usarlo para su propósito original, como medio de intercambio. Mastercard y BNY tratan de realizar transacciones en Bitcoin por cuenta propia o en nombre de clientes y CME, mercado de derivados de EE.UU., ofrece futuros sobre bitcoin, lo que allana un mercado más líquido.
Ahora bien el Bitcoin es engorroso de usar, no es ampliamente aceptado y numerosas personas olvidan sus contraseña, sufren problemas de hardware o no tienen acceso a sus carteras bitcoin -se estima que 20% está perdido-. Además, blockchain, la tecnología para registrar transacciones en bitcoin, limita cuántas se pueden ejecutar -entre tres y nueve por segundo-. Dados los altos costes de transacción, su atractivo se desvanece en relación con activos más líquidos.
A ello se añade la volatilidad de su precio, que suscita dudas sobre su potencial como alternativa a activos seguros o almacén de valor. Para los inversores es imposible de valorar, pues no representa una reclamación respecto a un activo subyacente, no genera ingresos y, a diferencia del oro, no tiene una larga trayectoria de reputación como alternativa de valor. Su comercialización es escasa y con frecuencia asociada a transacciones ilícitas.
Se estima que el valor de bitcoins ha superado el billón de dólares. No se considera riesgo sistémico para el sistema financiero, pero es suficientemente grande para atraer escrutinio regulatorio. De hecho las autoridades se están interesando por su papel en la economía sumergida. El caso es que, cuanto más atraiga el interés especulativo de inversores aficionados, más reguladores tomarán nota. Aunque el gran atractivo sea su anonimato, existe la posibilidad de que las autoridades proporcionen algo similar. La secretaria del Tesoro de EE.UU., Janet Yellen, ha advertido que el bitcoin es extremadamente ineficiente para transacciones y un activo altamente especulativo. También que, aunque es “vale la pena mirar», hay muchos problemas que resolver antes de poder crear el dólar digital, que puede hacer los pagos más rápidos, seguros y baratos. Un dólar digital que proporcionase anonimato, dependiendo de las garantías del gobierno, sería atractivo.
Así que solo queda el limitado suministro de bitcoin, un máximo de 21 millones de unidades. Se necesita cada vez más poder informático para extraer un Bitcoin, así que es inmune a la devaluación de las monedas tradicionales que muchos partidarios de la criptomoneda temen. Pero la minería bitcoin está altamente concentrada, principalmente por operadores chinos y ya consume más electricidad que Argentina según Cambridge University. Incluso el gobierno iraní ha culpado de los apagones locales a operaciones mineras. Es otra razón para que los gobiernos tomen medidas agresivas contra el bitcoin.
Tribuna de Luca Paolini, estratega jefe de Pictet AM.