Los ciudadanos están cada vez más preocupados y concienciados con la protección y restauración del planeta y el desarrollo de diversas acciones e iniciativas que fomenten el cuidado del medio ambiente. Para llegar a buen puerto, es necesaria una implicación por parte de todos los actores sociales, tanto gobiernos como organizaciones mundiales y grandes compañías, y tratar así de ayudar a lograr una verdadera transformación de las sociedades y economías globales hacia la inclusión, justicia y respeto con la naturaleza.
Se trata de un guante que también ha recogido la industria financiera, involucrada para que ese cambio de mentalidad, visible en la conducta general de la sociedad, también tenga su reflejo en el ámbito regulatorio, la industria financiera y sus profesionales. Es justo destacar el esfuerzo que está realizando el sector financiero por fomentar la sostenibilidad desde todos sus ámbitos de actuación, desde los procesos internos hasta la forma de centralizar las estrategias de inversión, orientadas a compañías que se rijan por los criterios ESG, invirtiendo de forma socialmente responsable. Cuando hablamos de estos criterios, nos referimos a aspectos ambientales, sociales y de buen gobierno corporativo, y este es un punto fundamental a la hora de seleccionar compañías que puedan formar parte de las estrategias de inversión de gestores de fondos y entidades.
El primer reto pasa por definir bien qué marco es el mejor para trasladarle al cliente la información de sostenibilidad de la manera más clara posible y que se ajuste a sus preferencias, teniendo en cuenta que existen 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible definidos por Naciones Unidas en la Agenda 2030 que dimensionan claramente lo complicado del desafío. La dimensión del desafío no debe paralizar el objetivo, aunque parezca inabarcable, sino que debe hacer que definamos unas metas en el corto plazo para ir creciendo. De momento, las últimas cifras nos indican que la presencia de las inversiones ESG a nivel mundial es cada vez más latente, en concreto, el 35,9% de los activos gestionados son inversiones sostenibles. La industria financiera, los reguladores y los propios profesionales se han puesto las pilas para adecuar su desempeño diario a este nuevo escenario.
Por el lado del cliente, falta mucha información y, aunque es cierto que los asesores financieros cada vez estamos notando un mayor interés por parte de los clientes, existe una falta de información que sitúa al asesor como un actor fundamental a la hora de transmitirle a su cliente todos estos conceptos completamente nuevos para él. Y lo tiene que hacer con la máxima cercanía, sin perderse en referencias a marcos normativos que abordan directrices internacionales, que puedan escaparse a su conocimiento e interés. En qué consisten las estrategias ESG, qué aspectos abarcan, cómo pueden optimizar las carteras de inversión de los clientes… esas son las cuestiones que un asesor tiene que abordar con su cliente.
Y ese es uno de los grandes retos para los profesionales en los próximos años. La formación en materia ESG, que les permite manejar todas las herramientas y contar con una base que les permita asesorar al cliente en materia de ESG, disponiendo de la suficiente capacidad y conocimientos para introducir las finanzas sostenibles en las carteras. De hecho, con la reciente entrada en vigor de la modificación de la normativa MiFID II, que obliga a las entidades a considerar las preferencias de sostenibilidad de los clientes, desde agosto, las entidades y asesores financieros ya tienen que integrar las preferencias de sostenibilidad de sus clientes en el proceso de evaluación de la idoneidad, cuando presten servicios de asesoramiento o de gestión discrecional de carteras.
En los últimos meses hemos oído hablar mucho de la taxonomía verde, una serie de normas que nos indican las características y las actividades económicas que pueden considerarse realmente inversiones sostenibles, una guía para que el inversor pueda detectar qué proyectos afectan negativamente o no al planeta. Pues bien, el Parlamento Europeo ha respaldado hace pocos meses la inclusión de la energía nuclear y el gas dentro de esta regulación y que se protejan como actividades “verdes”, decisión que ha sacado a la luz tanto enemigos como adeptos, en contra o a favor de esta medida.
En todo caso, lo que demuestra es que quedan muchos temas por aclarar y estructurar en el ámbito de las finanzas sostenibles, pero no debemos olvidarnos de la necesidad de avanzar hacia una economía dentro del marco ESG, que empuje a los inversores a obtener unas rentabilidades futuras más altas, alineadas con el cuidado del medio ambiente. Por supuesto, vamos por el mejor camino para centrar los esfuerzos de la industria en el fomento de la educación e información a los clientes, también en el ámbito de la sostenibilidad, el asesor financiero puede y debe convertirse en la mejor correa de transmisión de todo ese conocimiento al cliente. Y para lograr ese objetivo, solo cabe una receta: la formación.
Tribuna de Verónica Martín, responsable del Comité de Acreditación y Certificación de EFPA España