La incertidumbre en torno a los aranceles continúa, y los mercados de acciones, bonos y divisas se mantienen volátiles. Se han escuchado algunas señales algo positivas sobre posibles acuerdos comerciales —o al menos, negociaciones— con el Reino Unido, Europa y Japón, aunque nada concreto. Incluso China ha dejado entrever su disposición al diálogo si Estados Unidos muestra más «respeto».
¿Está EE. UU. cometiendo un acto de autolesión económica? Esa es la pregunta que nos hacemos esta semana. Todo parece indicar que sí. Los riesgos de recesión han aumentado claramente, pero por ahora no forman parte de nuestro escenario base. De hecho, el posicionamiento de los inversores y los datos de encuestas son extremadamente débiles, por lo que cualquier avance positivo en las negociaciones comerciales podría suponer un catalizador al alza.
El entorno general muestra que el excepcionalismo estadounidense está en entredicho: los consumidores ya han gastado sus ahorros pandémicos, el gasto público y el déficit presupuestario están bajo escrutinio, y la confianza empresarial es débil, lo que probablemente reducirá la inversión. Todo esto ocurre en un entorno ya incierto, agravado por los intentos del presidente Donald Trump de desafiar la autoridad de Jerome Powell e incluso de buscar su destitución. Esto sería un campo minado legalmente y, en cualquier caso, solo eliminaría a uno de los 12 miembros con derecho a voto, por lo que no implicaría necesariamente un cambio en la política de tasas.
¿Qué esperamos entonces si no prevemos una recesión en EE. UU.? Por ahora, la estanflación parece el escenario más probable: crecimiento en torno al 0,5 %, inflación entre el 3,5 % y el 4 %, y una tasa de desempleo que subiría del 4,2 % actual a cerca del 4,7 %. En ese contexto, la Reserva Federal estaría mucho más preocupada por contener la inflación (y las expectativas de inflación) que por el menor crecimiento o el repunte del desempleo, que seguiría por debajo de la media de los últimos 30 años.
Esperamos un impacto significativo sobre los beneficios empresariales si los aranceles se mantienen durante un periodo prolongado, algo que aún no se ha reflejado en las expectativas de consenso. Aunque los bancos de inversión han reducido sus previsiones para el S&P500 a final de año (aunque aún prevén subidas del 15 %), no ha habido una revisión a la baja en los beneficios esperados. Las empresas tienen difícil dar previsiones claras porque están tan a ciegas como el resto del mercado respecto a los aranceles.
También nos preocupan señales en el motor de la economía estadounidense: el consumo. Los datos de encuestas apuntan a un entorno complicado, y este sentimiento podría trasladarse a los datos reales en algún momento.
La confianza del consumidor es muy débil en todos los tramos de renta. Las cifras del Conference Board son bajas y se acercan a niveles de pandemia, mientras que la encuesta de la Universidad de Michigan está cerca de mínimos históricos. Las preocupaciones por el empleo están en niveles típicos de recesión.
Habrá que esperar para ver si la “soft data” se traduce en una debilidad económica real: no siempre ocurre. También es importante tener en cuenta el impacto del flujo de noticias negativas y cómo las caídas bursátiles refuerzan ese sentimiento pesimista.
Anticipamos una etapa volátil en las publicaciones de datos económicos y estaremos muy atentos a los próximos informes.
La volatilidad probablemente no haya terminado: los riesgos en los titulares continúan y los mercados siguen inestables. Las dos mayores potencias económicas del mundo están adoptando políticas que prácticamente paralizan el comercio entre ellas, mientras que el resto del mundo afronta la incertidumbre y trata de mitigar los efectos arancelarios vía negociación.
Sin duda, se trata de un acto de autolesión económica por parte de EE. UU., aunque basado en una ideología que busca impulsar la industria nacional y castigar a potencias como la Unión Europea o China.
¿Provocará una recesión? Es posible, y seguimos atentos a cualquier indicio de que los datos blandos empiecen a reflejarse en datos duros. Si eso ocurre, cambiaríamos nuestra visión y probablemente veríamos más caídas en unos mercados que aún no han descontado del todo ese riesgo recesivo.