Con la aparición de internet, los años 90 marcaron un punto de inflexión en la forma en la que nos relacionamos con nuestro dinero. Conductas cotidianas como revisar el saldo de una cuenta bancaria o hacer una transferencia en el momento, que hoy nos parecen completamente rutinarias, en su momento eran revolucionarias, porque la información sobre inversiones y finanzas personales estaba únicamente en manos de expertos, asesores y corredores de bolsa.
Hoy, nos encontramos ante un cambio de la misma magnitud: en un mundo cada vez más impulsado por la tecnología, la Inteligencia Artificial está revolucionando la forma en la que manejamos nuestro dinero, al facilitar el acceso a herramientas digitales que nos permiten optimizar nuestras finanzas de manera más eficaz e inteligente.
Según una encuesta de BMO Financial Group, más de un tercio de los estadounidenses (37%) utiliza la Inteligencia Artificial para gestionar sus finanzas personales. Lo que antes requería horas de planificación y asesoramiento, hoy puede realizarse en pocos segundos, y desde la comodidad del hogar. Sin embargo, la adopción de estas tecnologías también plantea preguntas sobre el equilibrio entre automatización y conocimiento financiero.
Según la encuesta, los usos más comunes que las personas le están dando a esta tecnología es para aprender más sobre finanzas, crear y actualizar presupuestos domésticos, identificar nuevas estrategias de inversión, acumular ahorros y desarrollar o mejorar planes financieros personalizados. No obstante, el beneficio de la incorporación de esta tecnología también radica en el uso que le dan los expertos financieros que, al delegar tareas rutinarias a los algoritmos, pueden enfocarse en desarrollar soluciones más inclusivas y centradas en el cliente. Esto, a su vez, genera beneficios directos para la salud financiera de cada individuo, ya que los profesionales pueden ofrecer un asesoramiento más personalizado y estratégico, fusionando la intuición y experiencia humana con el análisis avanzado de datos que ofrece la tecnología.
Sin embargo, el hecho de que la IA simplifique la gestión del dinero no implica que el aprendizaje de los conceptos básicos de finanzas deje de ser necesario. De hecho, un estudio de Junior Achievements reveló que el 70% de los jóvenes considera la educación financiera y económica como la materia más importante que deberían recibir en la escuela. Entender términos como presupuesto, ahorro, crédito e inversión sigue siendo indispensable para adquirir una base sólida que nos proteja y nos permita mantener el control de nuestras finanzas, en lugar de delegarlo por completo a los algoritmos. Estos conocimientos son esenciales para desarrollar una buena salud financiera, es decir, la capacidad de gestionar de manera eficiente y sostenible nuestros recursos a lo largo del tiempo.
Acá es donde radica el círculo virtuoso entre Inteligencia Artificial y educación financiera: ambas se retroalimentan entre sí, creando una relación de sinergia en la que, para llegar a un uso eficiente, una no puede prosperar sin la otra. Impulsar el acceso a las tecnologías financieras basadas en la IA demanda que las personas comprendan los principios básicos de la gestión de su dinero. Pero, a su vez, la IA provee la educación financiera necesaria para que los usuarios aprendan a manejar eficientemente sus recursos y alcancen una salud financiera positiva y sostenible.
En muchos países de Latinoamérica, donde las economías son más inestables y las oportunidades más limitadas, aprovechar este círculo virtuoso representa una oportunidad única para impulsar el progreso social y democratizar el acceso a la información financiera. Hoy, la innovación tecnológica juega un papel central, y es precisamente la información la que está en el corazón de la IA. Entonces, si le damos un uso adecuado, la educación financiera puede convertirse en una herramienta transformadora, con el poder de construir una sociedad más inclusiva y económicamente justa para todos.
Sobre la autora: Sofía Gancedo, Licenciada en Administración de Empresas por la Universidad de San Andrés, Máster en Economía de Eseade y Cofundadora de Bricksave.