Los acontecimientos de las últimas semanas demostraron una vez más que no existen apuestas seguras en los mercados financieros internacionales. No obstante las dudas de algunos tras los comentarios de Mario Draghi en el simposio de Jackson Hole (EE.UU.) celebrado el mes pasado, el BCE logró sorprender favorablemente a los inversores. El euro, en especial, respondió con fuerza a la intensificación del sesgo expansivo de la política monetaria. Lo más valorado por los mercados posiblemente fuera que a las palabras -de Draghi- siguieran los hechos -del BCE-.
Es crucial que esto efectivamente sea reflejo de una perseverante voluntad en la directiva del BCE de hacer «cuanto sea necesario», alentando esperanzas tanto de recuperación económica como de una flexibilización cuantitativa (QE) basada en la compra de deuda de emisores soberanos. Además, invita a soñar con una versión europea del cambio de régimen operado en la configuración de la política económica de Japón a finales de 2012, conocido como Abenomics (por el nombre del entonces nuevo primer ministro japonés, Abe); un cambio capaz de suscitar en Europa una recuperación aún más significativa de los precios de los activos que la observada desde el momento culminante de la crisis del euro.
El inspirador discurso que pronunció Draghi en Jackson Hole apuntó de hecho a un cambio de más calado en la agenda de política económica europea. No sólo hizo hincapié en que la erosión de las expectativas de inflación justificaba una mayor relajación de la política monetaria, sino que abogó por la necesidad de un impulso político más completo y de un paquete de reformas eficaz que equilibrase el respaldo (fiscal no menos que monetario) de la demanda a corto plazo con la mejora del potencial de crecimiento a largo plazo de la economía.
Al hacer hincapié además en que el riesgo de pecar por defecto supera en la actualidad al de hacerlo por exceso, tanto la urgencia como el contenido del mensaje del presidente del BCE recuerdan a los del primer ministro japonés Abe. Aún está por ver, con todo, si la Draghinomics tendrá en los precios de los activos europeos un impacto similar al que tuvo la Abenomics en los de los activos japoneses. La progresión seguida por Draghi ciertamente promete en lo que respecta a su impacto en el mercado, ya que en las últimas semanas los rendimientos de los bonos se han reducido y el euro se ha depreciado, al tiempo que las acciones se han revalorizado.
Con esto y con todo, no debería pasarse por alto que la escala de las medidas adoptadas hasta la fecha sigue siendo muy inferior a la observada en Japón tras el inicio de la Abenomics. Por ejemplo, el euro tan sólo se ha depreciado un 4% en términos efectivos desde sus máximos anuales, cuando el yen japonés lo hizo alrededor del 25% a raíz de la reconfiguración de políticas en 2013. Aún es muy pronto, con todo, para juzgar el impacto de la Draghinomics, siendo así que en Japón se tardó 4-5 meses en que medidas similares se reflejasen plenamente en los precios de sus bonos, acciones y divisa. Los obstáculos políticos ante algunas de las ideas de Draghi siguen siendo formidables, por lo que parece quedar distante una reedición europea de la experiencia japonesa. No cabe excluir, empero, que la progresión continúe por una senda de reactivación económica vía estímulos monetarios más prudente.
Columna de opinión de Valentijn van Nieuwenhuijzen, director del equipo de Estrategia de Global y Asset Allocation, ING IM