La macroeconomía ha tenido que soportar en los últimos tiempos varias conmociones, empezando por el «shock de demanda» positivo en 2021, seguido por el «shock de oferta» negativo desde la pandemia y, además, la guerra en Ucrania, con el consiguiente “shock energético” en 2022. Todo ello ha provocado una aceleración de la inflación. Como reacción a estos impactos, los bancos centrales tienen el mandato de controlar la inflación y endurecer las condiciones de liquidez. Y como consecuencia el coste del capital está aumentando. En este escenario actual, no hay que contar con que los bancos centrales den marcha atrás en esta política, ya que están muy decididos a luchar contra la inflación.
Esta determinación ha tenido un impacto bastante fundamental en los resultados, no solo en los mercados de renta variable, sino también en los de renta fija. En comparación con las correcciones anteriores, cuando los bonos actuaban como una especie de colchón, la situación actual es muy diferente.
La fuerte caída de los rendimientos de la renta variable ha hecho que los inversores se decanten por empresas más conservadoras. La subida de los tipos de interés ha afectado sobre todo a los valores de larga duración. Los sectores de alimentación y bebidas o similares, que se consideran defensivos, lo están haciendo mejor que otros como el tecnológico o el de consumo discrecional, que se consideran más cíclicos. Observamos que los sectores de crecimiento se han vendido mucho. Si miramos el año hasta la fecha, excepto el sector energético, todos los demás sectores están mostrando rendimientos negativos.
Hemos visto una compresión de los múltiplos. En el último par de años, asistimos a una expansión de los múltiplos gracias al «dinero gratis o fácil», y hoy ya no es así. Pero lo que es particular en este entorno es que el denominador de la relación precio/beneficio se ha mantenido estable, lo que es bastante notable.
En cuanto a los sectores, este movimiento hacia la seguridad ha sido especialmente pronunciado en el ámbito tecnológico. Los inversores son más selectivos en sus inversiones, a diferencia de los dos últimos años, en los que cualquier empresa con un modelo de negocio disruptivo interesante acaparaba la atención del mercado. Hoy vemos que todo el sector tecnológico está bajando, pero al mismo tiempo la tecnología se ha convertido en algo dominante en nuestra vida cotidiana y desempeña un papel central en la descarbonización. El mundo reclama innovación y las empresas están cada vez más dispuestas a adoptar la tecnología para conservar su ventaja competitiva. Por eso no podemos ignorar la perspectiva a medio y largo plazo.
Creemos que es clave adoptar un enfoque pragmático para navegar por la situación actual. Esta gran venta en tecnología también ofrece oportunidades. En este sector hay empresas con modelos de negocio viables, y debemos observar con más detenimiento empresas concretas. Muchos valores interesantes se han abaratado, mostrando múltiplos más atractivos que en el pasado. Es precisamente en estos descensos donde debemos buscar oportunidades.
En la actualidad, los activos de crecimiento siguen siendo más caros que hace cinco años, mientras que los activos de valor siguen siendo mucho más baratos. En un entorno de subida de los tipos de interés, las acciones de valor pueden seguir mostrando un rendimiento superior a corto plazo. Sin embargo, creemos que las empresas de crecimiento duradero con una sólida gestión financiera serán siempre interesantes en cualquier circunstancia del mercado. Estas empresas seguirán ofreciendo oportunidades y es el camino a seguir.
Columna de Johan Van Geeteruyen, CIO Fundamental Equity DPAM