El mercado de deuda ASG ha crecido rápidamente en los últimos años. 2020 fue un año estelar para esta clase de activo, con un crecimiento del 29%. El impulso de los bonos sociales, que coincidió con la expansión de la COVID-19 y los problemas sociales relacionados -desde cuestiones de salud y seguridad hasta un aumento de las cifras de desempleo-, facilitó este fuerte aumento. No obstante, en 2021 los bonos verdes siguen siendo el mayor impulsor de este mercado.
Pero aparte de los bonos verdes, ¿qué otros instrumentos se pueden encontrar en el mercado de deuda ESG? Los bonos vinculados a la sostenibilidad son un ejemplo de un nuevo tipo de emisión. En 2019 Enel, la empresa de servicios públicos, emitió el primero y han ganado una rápida tracción entre los inversores sostenibles, con la intención de seguir aumentando. Este nuevo tipo de emisión no debe confundirse con los bonos sostenibles, que mezclan intencionadamente proyectos verdes y sociales y funcionan con el mismo mecanismo que los bonos sociales o verdes.
Los bonos verdes pueden clasificarse como instrumentos de deuda vinculados con determinadas actividades, es decir, los ingresos de los bonos se dedican a proyectos claramente delimitados. Este instrumento permite a los inversores entender de forma transparente a qué se destinará la financiación, en el caso de los bonos verdes a soluciones a problemas medioambientales como el cambio climático o la pérdida de biodiversidad.
Las estrictas directrices establecidas por la Asociación Internacional de Mercados de Capitales (ICMA), los llamados Green Bond Principles (GBP), garantizan la máxima transparencia hacia los inversores.
La trayectoria de los bonos verdes ha demostrado claramente el valor añadido de este tipo de instrumentos para mover el capital hacia proyectos que generan un impacto medioambiental positivo. No obstante, la característica principal del instrumento también se enfrenta a una pequeña desventaja, y es que al tener un enfoque basado en el «uso de los ingresos», los sectores financiero y de servicios públicos están sobrerrepresentados entre los emisores corporativos de este tipo de bonos.
Sin embargo, es necesaria una transición en todos los sectores para hacer frente a los desafíos medioambientales. Una posible respuesta a este sesgo está en los bonos ligados a la sostenibilidad (SLB).
Bonos ligados a objetivos sostenibles
ICMA los describe como cualquier tipo de instrumento de renta fija cuyas características financieras y/o estructurales pueden variar en función de que el emisor alcance unos objetivos ASG predefinidos. La característica variable del bono suele consistir en un aumento de los tipos de los cupones si el emisor no alcanza los objetivos de sostenibilidad predefinidos.
Se trata de un instrumento orientado al futuro y basado en el rendimiento, por lo que, a diferencia de los bonos verdes, pueden clasificarse como un instrumento vinculado al comportamiento. Un instrumento en el que el inversor no sabe dónde se invertirán los fondos, pero puede tener una garantía razonable acerca del impacto que la empresa generará a través de uno o varios objetivos sostenibles predefinidos. Al dejar de lado las restricciones relacionadas con los proyectos, se permite que un mayor número de emisores utilicen este instrumento.
Es importante destacar que, a diferencia de los bonos verdes y sociales, no hay «asignación» del uso de los ingresos del bono a proyectos medioambientales o sociales específicos. El emisor tiene plena libertad sobre el uso de los ingresos. Esta flexibilidad adicional es a la vez una bendición (universo más amplio) y una maldición (más potencial para el greenwashing).
Las cifras del mes de abril, que se pueden ver en el siguiente gráfico, demuestran esta diversificación en los emisores corporativos gracias a la introducción de los bonos vinculados a la sostenibilidad.
Con el fin de estandarizar la configuración de este instrumento, ICMA también ha elaborado unas directrices voluntarias para las empresas que estén considerando la posibilidad de emitir un SLB, con cinco componentes clave:
– La selección de los KPI que se consideren básicos y relevantes para el emisor. Además, el KPI debe ser medible y, preferiblemente, verificable de forma externa. Un ejemplo puede encontrarse en el marco de SLB de H&M que, entre otros KPI’s, ha identificado la proporción de materiales reciclados sobre el total de materiales utilizados en sus productos comerciales como un KPI material para su industria.
– La definición de los objetivos de rendimiento de sostenibilidad para los KPI seleccionados debe ser ambiciosa, es decir, no tiene sentido que una empresa ponga el listón bajo en sus compromisos sostenibles.
– Las características financieras o estructurales del bono cambiarán en función de la consecución de los objetivos predeterminados. Por ejemplo, Klabin, una empresa papelera brasileña, ha definido un incremento de 12,5 puntos básicos en el cupón si un KPI (intensidad del consumo de agua) no alcanza el objetivo establecido para 2025.
– La forma en que el emisor informará sobre sus avances en los KPI pertinentes y garantizará la plena transparencia con los inversores.
– Cómo se verifican los objetivos de cada KPI en los plazos predeterminados.
El aumento de los bonos sociales a partir de 2020
Dentro de este mercado también encontramos los bonos sociales, instrumentos de deuda ligados a la actividad y que se centran en proyectos con un impacto social a la hora de utilizar los ingresos. Al margen de este distinto alcance, su mecanismo es similar al de los bonos verdes. El auge de este tipo de instrumento, que triplicó las emisiones en 2020 en comparación con el año anterior hasta alcanzar la asombrosa cantidad de 150.000 millones de dólares, puede asociarse a la pandemia de la COVID-19 (por ejemplo, en proyectos para aliviar las cifras de desempleo y aumentar el acceso a la vivienda social o a los servicios sanitarios).
Las emisiones de bonos sociales también están floreciendo en 2021, y las emisiones actuales casi igualan la cifra del año pasado. Confiamos en que esta tendencia se mantenga y esperamos que las emisiones por parte de las compañías ganen tracción (sólo representan el 17% de las emisiones del mercado en 2021).
Necesidad de evaluaciones cualitativas
Gracias al enfoque medioambiental del plan de infraestructuras de Biden, el despliegue de iniciativas de la Unión Europea en este aspecto y la proliferación de objetivos de emisiones netas cero anunciados por gobiernos y empresas de todo el mundo, las emisiones de bonos sostenibles no harán más que aumentar.
Habrá mayores garantías de calidad con las futuras regulaciones, como las normas sobre bonos verdes recientemente publicadas por la Comisión Europea. Por otro lado, las gestoras de activos tendrán un nivel adicional de escrutinio por parte de los inversores para demostrar un conocimiento profundo de los retos de sostenibilidad de los emisores cuando inviertan en bonos vinculados a la sostenibilidad.
Columna de Matthew Welch, especialista en inversión responsable en DPAM