A diferencia de las crisis financieras anteriores, en 2020 los bancos no se consideran la causa. En cambio, los responsables de la toma de decisiones han dado rápidamente un apoyo masivo para garantizar que los bancos sean parte de la solución. Los gobiernos centrales han concedido estímulos fiscales a particulares y empresas a través de los sistemas bancarios, en forma de moratorias, garantías de préstamos, apoyos directos a la liquidez y una mayor presión para que se concedan más préstamos a las pymes.
Hay que destacar que el sector bancario es muy sensible a las tensiones económicas y geopolíticas. Por ello, con el fin de salvaguardar su estabilidad y amplificar su papel en esta crisis del COVID-19, el Banco Central Europeo (BCE) ha sido muy solidario, permitiéndole temporalmente liquidez, apoyo al capital y alivio contable y regulatorio.
Por un lado, las moratorias de pago de la deuda y otras medidas favorables a los prestatarios han respaldado la calidad de los activos de los préstamos; y, por otro, han enmascarado la situación subyacente de los prestatarios. Esto implica que la calidad de los activos de los bancos puede resultar mucho más débil en comparación con lo que muestran las cifras actuales. De media, los préstamos de los bancos europeos tienen una exposición de entre el 15% y el 20% a los sectores más afectados por el coronavirus.
Un análisis de la transparencia y la sensibilidad tanto de su balance como de su rentabilidad son cruciales para responder a las preocupaciones de los inversores sobre la sostenibilidad de los negocios bancarios.
Desde el comienzo de la crisis, las calificaciones de los bancos han sufrido más que las del sector empresarial, con una importante migración hacia BBB+/BBB y perspectivas de reducción de la calificación a negativa. En algunos casos, esto se ha visto exacerbado por el riesgo soberano, como ha ocurrido en Italia, Bélgica, Francia y el Reino Unido.
La inevitable consolidación
En estas frágiles circunstancias, la banca europea está claramente destruyendo valor, con una rentabilidad financiera (ROE) inferior al coste del capital. El recorte de costes y las fusiones y adquisiciones son las dos opciones disponibles en este entorno económico de tipos bajos y contracción económica. Gracias al enfoque favorable del BCE, la consolidación nacional y transfronteriza está cobrando impulso.
La brecha de rentabilidad con los bancos estadounidenses está creciendo significativamente: a pesar de haber reservado alrededor de 35.000 millones de dólares para posibles préstamos incobrables, los seis bancos más grandes de Wall Street obtuvieron cerca de 13.000 millones de dólares de beneficios durante el segundo trimestre. La consolidación transfronteriza es, por lo tanto, el principal motor para crear campeones europeos capaces de competir internacionalmente.
En Italia, España y Alemania, el sector bancario continúa demasiado fragmentado, por lo que este sería el momento adecuado para resolver las ineficiencias de los sistemas nacionales. En Italia y España, los bancos medianos y pequeños son débiles, tienen baja rentabilidad, una base de costes relativamente alta y un nivel significativo de NPLs.
En mi opinión, la consolidación es también una forma de contar con bancos resolutivos en Europa, a fin de crear instituciones más fuertes, capaces de atraer el interés de los inversores institucionales y de tener mayores fondos propios y reservas de pasivos. En ese sentido, la consolidación de Intesa y UBI en Italia y de CaixaBank y Bankia en España puede considerarse como un factor desencadenante de una mayor actividad de fusiones y adquisiciones en la región.
Mi expectativa es que los diferenciales de los bonos bancarios estarán bajo presión en los próximos meses, debido a la segunda ola de COVID-19, el panorama económico general y los resultados de las elecciones presidenciales de EE.UU. El nivel de NPLs también dependerá de la extensión de los programas de apoyo fiscal y las moratorias de pago de la deuda.
Por ello, sugeriría un enfoque prudente para la segunda mitad del año: es mejor inclinarse por la parte más segura de la estructura de capital (bonos sénior, aunque la proporción de bonos de rendimiento negativo es significativa) y las entidades con mejor rentabilidad y niveles más bajos de NPLs. Los bancos nórdicos y los minoristas de Europa central (principalmente franceses, suizos y del Benelux) son las opciones preferidas, mientras que los del Reino Unido y los de la periferia son los menos atractivos, dadas las valoraciones actuales.
Tribuna de Barbara Mainieri, analista de crédito buy-side en DPAM