A la hora de alcanzar los objetivos en materia de cambio climático, el debate suele girar en torno a la «economía verde», pero cada vez con más frecuencia la denominada «economía azul» está recibiendo atención del gran público y, con él, de los inversores.
El océano es la séptima economía mundial por tamaño. La OCDE calcula que la industria marítima, por ejemplo, podría duplicar sus ingresos de aquí hasta 2030 con las inversiones adecuadas en los negocios convencionales y nuevos. Desde un punto de vista ecológico, toda la vida en la Tierra depende de los océanos. Más de la mitad del oxígeno que respiramos procede del océano, que absorbe el 21 % de las emisiones de CO2 del planeta.
Son cinco las áreas que intervienen en la economía azul: transporte, energía, gestión de residuos, recursos futuros y alimentación. El 8% del comercio internacional se transporta por mar porque es la única forma —o la más eficiente (barata)— de llevar un artículo de un punto A a un punto B. También presenta las emisiones de CO2 más bajas por artículo en muchos contextos (p. ej., comparado con el transporte de alimentos en avión, tren, camión y barco).
Sin embargo, el transporte marítimo contamina el aire con partículas, azufre y emisiones de gases de efecto invernadero, y contamina el océano con petróleo, aguas residuales y otras emisiones. Hoy en día, nadie describe el tráfico marítimo con un modo de transporte sostenible. Existen actualmente tres estrategias para promover un transporte marítimo sostenible: eficiencia, sustitución y reducción.
El océano como fuente de energía
La Agencia Internacional de la Energía calcula que las fuentes de energía relacionadas con el océano podrían generar unos recursos seis veces mayores que el consumo mundial actual (17.000 TWh/año). La energía de los océanos puede provenir de las olas, las mareas, la sal y el calor del mar, pero actualmente la energía eólica marina es la que alberga mayor potencial.
La energía eólica marina es una tecnología que contribuye a combatir el cambio climático y se esperan grandes inversiones en la región del Mar del Norte, EE. UU. y China hasta 2050. Se calcula que la generación de energía eólica se cuadriplicará de aquí a 2030 y la energía eólica marina pasa por ser una de las que más contribuirán a alcanzar los objetivos climáticos del Acuerdo de París.
La cadena de valor de una central eólica marina está formada por muchos eslabones en los que se puede invertir: fabricantes de turbinas (como la danesa Vestas o la española Siemens Gamesa), subcontratistas (como la estadounidense TPIC), instaladores de cables submarinos (como la danesa NKT), instaladores (como las noruegas Cadler y OHT), empresas de mantenimiento (como la noruega Integrated Wind Power) y propietarios (como la danesa Ørsted).
El carbono azul y la explotación minera de los fondos marinos
El conocimiento sobre la «economía azul» ha aumentado considerablemente durante la última década y los estados, los investigadores y los inversores están identificando constantemente nuevas áreas de negocio. En las primeras etapas del desarrollo de estos negocios suele haber pocas empresas cotizadas para invertir, pero las oportunidades de inversión están incrementándose paulatinamente. Dos de estas áreas son el carbono azul y la explotación minera de los fondos marinos.
La producción a gran escala de algas de rápido crecimiento en zonas marinas muy productivas puede eliminar emisiones de gases de efecto invernadero de la atmósfera. A menudo estas soluciones pasan por bosques marinos (p. ej., quelpo y praderas marinas) y/o algas. Cuando se utiliza el océano de este modo para capturar carbono, suele recibir el nombre de «carbono azul». Algunas de las empresas presentes en este campo son las noruegas Ocean Geo-Loop, Aker Carbon y Orkla Ocean.
La transición ecológica también ha dado lugar a una mayor demanda de minerales (p. ej., cobre, zinc, cobalto, litio, plata y oro). Este hecho provoca, a su vez, un encarecimiento de los precios de las materias primas, lo que hace que más «explotaciones mineras» sean rentables y aumente su importancia estratégica (Europa consume alrededor del 20% de los minerales de mundo, pero solo produce el 3%).
Eso significa que durante la próxima década también se extraerán minerales del fondo marino. Algunas áreas del océano Pacífico frente a las costas de Sudamérica y las crestas volcánicas entre Jan Mayen y Bjørnøya son áreas prometedoras. La noruega Green Minerals y la estadounidense The Metals Company son dos empresas dedicadas a la explotación minera de los fondos marinos. Sin embargo, todavía no se ha analizado de forma concluyente en qué medida esta explotación minera puede «conservar y aprovechar los recursos de los mares y océanos con la vista puesta en el desarrollo sostenible».
El desarrollo sostenible aspira a atender el consumo actual sin poner en peligro la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus necesidades. Por lo tanto, conceptos como «recursos marinos renovables» y «gestión de los recursos marinos» revisten una enorme importancia.
Tribuna de Isabelle Juillard Thompsen, cogestora del fondo Future Waves de DNB.