A menudo los bancos centrales tienen como objetivo controlar la inflación, y al hacerlo la mayoría se refiere a la inflación general. Pero si un banco central tratara realmente de controlar la inflación general, estarían cambiando los tipos de interés cada pocos meses, y es muy probable que cambiaran de dirección cada vez. Tanto los precios del petróleo como de los alimentos son muy volátiles y pueden tener un gran impacto en la cifra de inflación de un mes a otro. Basta pensar en lo que la política monetaria habría sido si los bancos centrales hubieran tratado de compensar las fluctuaciones en los precios del petróleo en el último par de años. En cualquier caso, la política monetaria tiene poco efecto en los precios de la energía.
Así que los bancos centrales deberían tener en cuenta efectivamente la inflación subyacente, ya que es una cifra mucho más estable. Por supuesto, los mercados son plenamente conscientes de esto y, por esta razón, no necesitan recibir grandes sorpresas en los datos de la inflación subyacente para desencadenar una reacción agresiva.
Los mercados son bastante buenos comprendiendo los movimientos de la inflación subyacente, que sube o baja en función del ciclo económico o de las expectativas de los consumidores. Pero hay un factor que rara vez se tiene en cuenta y que puede provocar una volatilidad en la inflación bastante significativa: la estacionalidad.
El impacto de la estacionalidad en el precio de los bienes y servicios puede ser muy importante. Por ejemplo, el precio de la ropa o los billetes de avión puede moverse hasta un 20% entre la temporada de rebajas y el ajuste de precios posterior cuando se acaban. Y esto puede tener un impacto relevante en el índice agregado de precios subyacente.
Dado que por lo general expresamos la inflación como el cambio porcentual en los precios de una cesta de bienes y servicios en relación con el año anterior, en principio los descuentos que se realizan durante las rebajas deberían tener escaso efecto sobre la inflación. Si las ventas se llevan a cabo cada año en un mes determinado debería haber poco impacto: los precios bajan este año, pero también lo hicieron el año pasado, con lo que los efectos se anulan.
A pesar de que en teoría es cierto, este argumento choca con la cruda realidad de que la estacionalidad podría no ser constante en el tiempo y que puede cambiar drásticamente a lo largo de los años. La zona euro es el mejor ejemplo de esto. De hecho, como podemos ver en el gráfico, los factores estacionales han cambiado radicalmente desde la introducción del euro. Desde hace una década y media, las ventas de enero tenían un impacto negativo en la inflación subyacente de algo más del 0,5%, mientras que las ventas de julio no tenían casi ningún efecto. Esta contribución ha aumentado con el tiempo a aproximadamente el -2% de las ventas de enero y casi el -1% para las ventas de verano.
Los factores estacionales tienen que sumar cero a lo largo de un año. Esto significa que unas ventas más agresivas en enero implican un aumento de los precios más agresivo durante los siguientes meses (por ejemplo, febrero y marzo). Esto incrementa la volatilidad de la inflación subyacente a lo largo del año.
Este drástico cambio en el patrón de estacional es mucho más visible en la zona euro que en otros países desarrollados como Estados Unidos o Reino Unido, donde la inflación tiende a tener un carácter estacional mucho más estable. Así que, ¿qué podría haber causado tal evolución en el patrón estacional de la inflación subyacente de la zona euro?
Hay pocas razones. La primera es de carácter técnico más que una razón económica y se refiere a los cambios en la metodología estadística utilizada para contar las ventas y los descuentos estacionales.
Esto significa que la mayoría de los países europeos tuvieron que modificar su metodología para realizar las estadísticas de los precios y calcular la inflación. Por otra parte, no todas las oficinas de estadística de los diferentes países decidieron introducir las nuevas mejoras metodológicas al mismo tiempo. Como resultado de ello, parece que en las rebajas en la zona euro se han vuelto más populares recientemente, mientras que puede ser que simplemente se miden ahora con mayor precisión.
Si la inflación subyacente se ha vuelto más volátil en el transcurso del año debido a los cambios de los factores estacionales, también se ha vuelto más difícil de prever dado que ni los modelos estadísticos ni la evaluación económica pueden hacer fácilmente frente a tales cambios en el patrón estacional. Esto también significa que el cambio en el patrón estacional podría haber creado una estacionalidad que sorprenda al mercado en lo que se refiere a la inflación subyacente (la lectura real en relación con las expectativas del consenso) (véase el gráfico 2).
La evidencia sugiere que éste es el caso. Desde 2004 la inflación subyacente siempre ha sorprendido a los mercados a la baja en enero, julio y noviembre. Curiosamente, parece que con el tiempo, los mercados se han acostumbrado y el grado de sorpresa ha disminuido con el tiempo. Por el contrario, los mercados han subestimado la inflación subyacente en marzo y en menor medida en septiembre.
La hipótesis de los mercados eficientes nos dice que esto no debería estar sucediendo. Si hay un sesgo estacional que persiste en los datos, el mercado debería poder capturarlo. Tal vez los economistas no son tan buenos captando patrones sistemáticos como el mercado, pero al menos parecen estar aprendiendo: los economistas están sobreestimando la inflación de la zona euro, y lo hacen por mucho más en enero de lo que lo hacían antes, a pesar del aumento de la estacionalidad. El mercado (y especialmente los economistas) pueden no ser tan rápidos como sugieren las hipótesis de los mercados eficientes, pero con el tiempo se las arreglan para descontar los patrones.
Joshua McCallum y Gianluca Moretti son economistas especializados en renta fija de UBS AM.