Los activos tradicionales han mostrado rendimientos sólidos con volatilidades extraordinariamente bajas durante los últimos años. Sin embargo, el panorama futuro no es tan alentador. Las recientes turbulencias en los mercados son un indicio de que el escenario de alta rentabilidad/baja volatilidad está llegando a su fin. Los fundamentales continúan sólidos, acompañados de resultados empresariales positivos.
Las acciones podrían continuar subiendo en los próximos dos años, pero van a encontrarse un camino escabroso. Los inversores en renta fija pueden tener un sentimiento incluso peor. Las rentabilidades están aumentando desde niveles muy bajos y están presionando a la baja los precios de los bonos de larga duración. Los diferenciales de crédito están muy ajustados y deberían comenzar a ampliarse en la última fase de expansión económica, impulsados por unas tasas de interés más altas, un incremento de las ratios de insolvencia y un aumento del apalancamiento.
La falta de valor en los activos de renta fija y el aumento de la volatilidad en la renta variable han renovado el interés por las inversiones alternativas, que se han convertido en un componente clave de una cartera bien diversificada. En el pasado, esta clase de activos estaba reservada a inversores sofisticados, pero en la actualidad se ha desarrollado a través de productos mucho más accesibles para el gran público.
Sin embargo, los clientes de banca privada siguen con una exposición relativamente baja en estos activos. A pesar del aumento en la transparencia y regulación, los hedge funds continúan sufriendo problemas de imagen a causa de algunas malas prácticas en el pasado. El private equity ofrece el perfil rentabilidad/riesgo más atractivo, pero la falta de liquidez puede suponer un obstáculo para inversores privados sobre los que pesa cierta incertidumbre en relación a su perfil de riesgo y de horizonte temporal. Esta es la principal diferencia entre inversores privados y los inversores institucionales tales como los endowment o los fondos soberanos, los cuales destinan a los alternativos una parte muy importante en su asignación de activos. El ejemplo más llamativo es el Endowment de Yale, que asigna un 50% de sus activos en alternativos ilíquidos y alrededor de un 80% en todo tipo de alternativos, incluyendo los más líquidos. También podemos observar este extremo en los fondos de pensiones, que han pasado de tener una exposición en promedio de alrededor del 5% en 1995 al 25% actual.
Sin embargo, han surgido nuevos segmentos en el espacio de los alternativos que podrían ayudar a superar los obstáculos –sentimentales– que impedían a los clientes privados invertir en este tipo de activos. Por ejemplo, recientemente los inversores han comenzado a financiar deuda de empresas, un área tradicionalmente dominada por los bancos. El proceso de desintermediación es parte de una tendencia global más amplia conocida como shadow banking o shadow loans, por la cual los actores no bancarios buscan otorgar crédito a las empresas. El crecimiento de los fondos privados de deuda ha sido espectacular, con retornos ajustados por riesgo muy atractivos para los inversores, y ha sido motivado por tres factores: en primer lugar, las reformas regulatorias financieras posteriores a la crisis han llevado a los bancos a reducir sus actividades crediticias, particularmente a las pequeñas y medianas empresas; en segundo lugar, la demanda de crédito empresarial no ha disminuido en la misma medida, lo que ha llevado a una demanda no satisfecha; en tercer lugar, la demanda de los inversores institucionales sigue siendo sólida en una deuda que rinde más que la deuda pública.
Históricamente, el mercado de deuda privada constaba fundamentalmente de fondos especializados que proporcionaban deuda mezzanine, ubicada entre el capital y la deuda garantizada/senior en la estructura de capital, o la deuda distressed, proveniente de compañías cercanas a la quiebra. Tras la crisis financiera surgió un tercer tipo de fondo: los fondos de direct lending, que extienden el crédito directamente a las empresas o adquieren deuda emitida por bancos con el propósito expreso de venderla a los inversores.
Los líderes en gestión alternativa han ampliado sus ofertas de productos para incluir fondos privados de deuda, a los que se unen nuevas firmas especializadas. La fuerte demanda de los inversores institucionales ha permitido a estos fondos ampliar su tamaño rápidamente. Desde 2009, han surgido más de 500 fondos de deuda privada, haciendo que esta industria haya triplicado sus activos en los últimos diez años y alcanzaran el año pasado un récord de 638.000 millones de dólares. De ellos, un 25% tienen su origen en fondos de direct lending.
Los fondos de préstamos directos son muy adecuados para inversores privados. Existe una amplia gama de estrategias, como bridge loans inmobiliarios, alquiler de equipos, financiación comercial, préstamos de consumo, etc. En general, ofrecen altos rendimientos de un solo dígito con fuertes garantías, baja volatilidad y escasa correlación con las clases de activos tradicionales. Existen fondos especializados que ofrecen liquidez mensual o trimestral. Sin embargo, estos también son más complejos y sofisticados, por lo que un análisis adecuado y un buen asesoramiento se presentan como esenciales para tomar las decisiones correctas y no asumir riesgos innecesarios.
Tribuna de Pascal Rohner, CFA®. Director de Inversiones de Banco Crèdit Andorrà (Panamá). Crèdit Andorrà Financial Group Research.