Con un crecimiento económico de los países emergentes en la actualidad de tan solo un 4%, ligeramente por encima de la mitad de la media de crecimiento entre los años 2003 y 2008, las reformas están adquiriendo cada vez más importancia. Al igual que en los últimos tres años, el crecimiento del comercio mundial seguirá siendo bajo, entre el 0% y el 5% aproximadamente. Los países emergentes exportadores no pueden contar con más de eso.
Las perspectivas de crecimiento en EE.UU. y Europa son demasiado limitadas y la desaceleración estructural del crecimiento en China es demasiado evidente. Los flujos de capital no proporcionarán tampoco el impulso deseado, en primer lugar porque EE.UU. ha comenzado a normalizar su política monetaria, y en segundo lugar debido a que un número creciente de países emergentes han tenido tan alto crecimiento del crédito en los últimos años, así que queda poco espacio para un mayor crecimiento impulsado por el crédito.
Por lo tanto, tendrá que haber reformas. Durante los últimos diez años, la intervención del gobierno ha aumentado considerablemente en muchas economías emergentes, a través de los bancos estatales, todo tipo de subsidios y regulaciones e impuestos poco claros y contraproducentes. Se ha vuelto más difícil para las empresas privadas obtener beneficios, lo que se refleja claramente en el bajo crecimiento de la inversión de los últimos años. Mejorar el clima de inversión debe conducir en última instancia a una mayor inversión y a un mayor crecimiento económico. Esto requerirá la reducción de la participación del gobierno, así como reformas fiscales para crear espacio en el presupuesto para la inversión en infraestructura. Serán necesarias también reformas del mercado laboral para mejorar la posición competitiva después de años de elevado crecimiento de los salarios.
El año pasado parecía como si el fuerte ajuste del mercado y la caída de los tipos de cambio pudieran dar lugar a modificaciones en las políticas. La presión había subido tanto que las reformas parecían inevitables. Desde entonces, la presión ha disminuido en respuesta a la recuperación de los flujos de capital. Pocos países están implementando reformas para mejorar el potencial de crecimiento interno. México es la excepción y la India es el país donde las perspectivas de reformas están creando mayores expectativas.
Desde las elecciones en las que el reformador Narendra Modi ganó por gran mayoría, las expectativas han sido altas. El mercado ha mirado muy por delante en términos de todas las posibilidades. Teniendo en cuenta la ambición y trayectoria de Modi, así como el enorme margen de mejora en la dañada economía india, el futuro parece brillante. Probablemente habrá muchos cambios en los próximos años: el crecimiento de la inversión se beneficiará, la infraestructura mejorará considerablemente y el crecimiento económico podría aumentar en varios puntos porcentuales. En el corto plazo, sin embargo, las expectativas parecen un poco altas en vista de lo que es realmente posible.
Para un inversor oportunista que desee beneficiarse de las posibles reformas en los países emergentes, puede haber más que ganar en Brasil en los próximos meses. Las posibilidades de que la oposición gane las elecciones de octubre han aumentado claramente. Si la presidenta Dilma pierde las elecciones, la política económica cambiará dramáticamente. Las reformas fiscales y una reducción importante en la intervención del gobierno en la economía producirán un alza en el mercado, pero aún sigue estando en “veremos”.
Maarten-Jan Bakkum es estratega de Renta Variable de Mercados Emergentes en ING Investment Management.