Las conversaciones sobre la igualdad de género se multiplican, pero el debate sigue siendo un tabú. En un mundo profesional predominantemente masculino, a veces he sufrido la discriminación y he debido demostrar mayores capacidades que mis homólogos masculinos para poder progresar. La diferencia de género existe y la complementariedad es el terreno que nos servirá para construir un futuro con base en el respeto, la tolerancia y la amabilidad.
Fundamentalmente diferentes pero iguales
Si el derecho nos reconoce como iguales antes de nacer, los hombres y las mujeres son fundamentalmente diferentes, como bien nos enseña la genética. La medicina analiza profundamente las diferencias sintomáticas de las enfermedades y de los tratamientos diferenciándolos por sexo. Pero la historia de la humanidad nos lleva a lugares comunes por todos conocidos: una mujer tendrá tendencia a desarrollar rasgos de personalidad femeninos, más emocionales y relacionados a la maternidad y el hombre responderá a las necesidades imperativas de supervivencia de su familia.
Si analizamos solo estos aspectos, la vida familiar y la profesional, los estudios han demostrado que al contrario de lo que se pensaba, en una muestra profesional, el 60% de las mujeres deben responder en igual medida a los imperativos familiares, frente al 40% de hombres. Muy a menudo esto se percibe como una distracción profesional. Sin embargo, las mujeres han demostrado que la eficacia no pasa necesariamente por el tiempo que se dedica al lugar de trabajo sino todo lo contrario. Requiere una capacidad permanente de adaptación y una excelente gestión del tiempo. Los países nórdicos han comprendido hace mucho tiempo que los hombres también pueden ocuparse de sus familias. Sin embargo, fuera de esta región, un hombre que se queda en casa para cuidar de sus hijos se enfrenta a la incomprensión. A pesar de que los gobiernos y los políticos marcan el paso del camino que nos lleva a la igualdad entre hombres y mujeres, hemos visto nacer iniciativas importantes de grandes multinacionales que avanzan en esa dirección, como el permiso de paternidad remunerado de Netflix y Microsoft.
La diferencia no debe suponer una amenaza para el poder
Las características intrapersonales de las mujeres son igualmente sinónimos de éxito. Históricamente, las empresas más fructíferas eran principalmente dirigidas por hombres. En el imaginario colectivo, el hombre representa la gestión, la autoridad y el poder. Pero en este mundo, en profunda mutación, se ha demostrado que el lado emocional de las mujeres, o liderazgo participativo, es una ventaja para los puestos de alta dirección en las empresas que aspiren a un cambio radical. En los últimos años he podido observar una profunda transformación en la integración y el reconocimiento de las mujeres en nuestra industria. Pero aún queda un largo camino por recorrer.
He tenido la suerte de frecuentar a lo largo de mi carrera a mujeres en todo los niveles y estratos sociales que me han inspirado profundamente por su tenacidad, su positividad y su voluntad altruista. Esas son las mujeres que no me dejan dudar. Son sus cualidades las que me inspiran y las que dan ganas de decir: diferentes sí, ¡pero unidos!