Finalmente ha llegado marzo de 2022 y, con él, el desafío de enfrentar un nuevo plan de gobierno con importantes reformas para el mercado de capitales. Desde el 2019 nuestro mercado ha presentado un sostenido deterioro, principalmente por variables internas, a las que ahora se suman factores globales de riesgo, en un desafiante entorno internacional.
En lo local, es urgente reconstruir confianzas e impulsar una agenda que aborde temas relacionados a impuestos, pensiones, estabilidad financiera, crecimiento económico y generación de buenos empleos. El presidente Boric y sus ministros han señalado que la primera gran reforma que presentarán será precisamente la tributaria.
La evidencia empírica reciente en Chile muestra que los gobiernos entrantes tienden al optimismo a la hora de proyectar un plan de recaudación, versus lo que finalmente se termina percibiendo. Sin ir más lejos, en el caso del segundo gobierno de Bachelet, se presupuestó un importante gasto fiscal en materia de educación y salud, que, mediante una agresiva reforma tributaria, pretendía reunir un 3% del PIB. La cifra lograda estuvo muy lejos de ese objetivo.
El aprendizaje que nos dejó esta experiencia, es que implementar reformas estructurales en corto tiempo es muy difícil, y que el voluntarismo puede jugar una mala pasada. Implementar reformas complejas como ésta, genera grandes impactos colaterales negativos en otras variables económicas y financieras como la inversión, el empleo, y, por supuesto, en el crecimiento económico.
El programa del nuevo gobierno pretende recaudar un 5% del PIB, una meta muy ambiciosa. Para lograrlo, es fundamental trabajar en la gradualidad de su implementación, pues se pueden afectar las expectativas de inversión. Además, es clave que esa recaudación se dé de manera sustentable en el tiempo, mediante tributos que permitan generar ingresos recurrentes, pues siempre es tentador financiar nuevos proyectos de gasto social mediante la emisión de deuda fiscal.
Por su parte, la inversión es una variable que depende, entre otras, de la institucionalidad propia de los países, así como de la certeza que puedan tener los inversionistas sobre las reglas del juego que rigen o regirán durante el periodo en que realicen las inversiones. En general, países que son política y financieramente estables y que, al mismo tiempo, promueven la innovación con los incentivos correctos, atraen más y mejores capitales.
Según el Banco Central, con información de mediados del 2021, en Chile se apreció una salida de 50.000 millones de dólares en los últimos 24 meses, donde empresas e inversionistas privados explicaron la mayor parte de la fuga. Por lo mismo, mantener el atractivo relativo del país, tanto para inversionistas extranjeros como para los locales, es un tema de primer orden, que debería ser considerado al momento de discutir e implementar reformas profundas, con el objetivo de que éstas sean exitosas.
En tanto, si hablamos de la estabilidad financiera local, los inversionistas institucionales, como administradoras de pensiones y aseguradoras, han sido actores fundamentales. Estas compañías han ayudado a desarrollar, por ejemplo, el mercado de crédito hipotecario y de deuda, lo que ha permitido por muchos años acceder a costos financieros razonables en relación a otras economías comparables.
El impacto negativo por la incertidumbre en el marco de la reforma al sistema de pensiones, y los consecutivos retiros de fondos, han contribuido a la alta inflación, y al encarecimiento y baja disponibilidad de créditos hipotecarios para las personas. Estos son dos ejemplos concretos de lo que implica minar nuestro mercado de capitales y cómo esto afecta a todas las personas.
El apoyo a la institucionalidad e independencia del Banco Central de Gabriel Boric, el nombramiento de Mario Marcel en el ministerio de Hacienda y a Soledad Bernstein como presidenta de la CMF, han sido señales positivas, pero no nos podemos quedar sólo con eso. Hoy el gran desafío es fomentar la estabilidad financiera interna, la que, de lograrse probablemente favorecerá positivamente la posibilidad de implementación de las reformas sociales del nuevo gobierno y, por lo tanto, debiese ser un objetivo clave para sus primeros meses como presidente.
Hugo Aravena es el presidente de CFA Society Chile