Al asistir a la reunión de primavera del Banco Mundial y el FMI, el pasado 12 al 14 de abril, fue sorprendente ver cómo, con el paso del tiempo, el tono ha cambiado. Hace unos años, la directora gerente del FMI, Christine Lagarde, utilizó una de sus frases favoritas: «El momento de arreglar el techo es cuando el sol brilla».
El año pasado, el sentimiento pareció cambiar a algo más parecido a «apresúrate y arregla el techo, porque vemos nubes de tormenta allá afuera». Este año, el ambiente general fue «demasiado tarde, la lluvia ha empezado a caer». Esto fue muy evidente a principios de la semana, cuando el FMI rebajó su pronóstico para la economía mundial, ya que el impulso se había ralentizado con respecto a los niveles del verano pasado y las continuas disputas comerciales creaban nuevos riesgos a la baja para la economía mundial. Además, proyectaron una disminución en el crecimiento para el 70% de la economía mundial este año.
Hace un año, la proyección para 2019, era de un crecimiento del 3,9%; pero ahora se espera que crezca tan solo un 3,3%, una reducción sustancial y la tercera desde octubre. También es la tasa proyectada más baja desde el final de la crisis financiera. Asimismo, es una preocupación creciente la falta de herramientas disponibles, debido a los bajos tipos de interés y a los grandes déficits presupuestarios, para hacer frente a los posibles reveses económicos que se vislumbran en el horizonte.
Al darse cuenta de que quizás habían pintado un panorama demasiado sombrío, al final de las reuniones, el comunicado de clausura de los ministros de finanzas y los gobernadores de los bancos centrales dio un tono más optimista, al decir que el crecimiento mundial debería mejorar en la segunda mitad del año y conducir a una mejora en 2020. Subrayaron que los bancos centrales, incluidos el BCE, EE.UU., la India, China y Japón, son más acomodaticios.
Sin embargo, es esta política monetaria acomodaticia permanente la que crea preocupaciones a largo plazo, ya que está alentando lo que podría resultar ser una escalada insostenible de la deuda. Además, se subrayó que los riesgos financieros se están acumulando con el aumento del apalancamiento en los sectores soberanos y corporativos.
Según un estudio realizado por el FMI, se destaca que los niveles de deuda corporativa de EE.UU. y China siguen subiendo a pesar de la caída de la rentabilidad, pero no son los únicos, ya que los países que representan el 70% del PIB mundial tienen niveles elevados de deuda corporativa. En Europa, lo que preocupa es el riesgo de crédito soberano y su efecto en el sistema bancario. Como dijo la economista jefa del FMI, Gita Gopinath, «este es un momento delicado para la economía mundial».
Cómo inversor de renta variable global, las sensaciones de confianza en las acciones sensibles disminuyeron desde el punto de vista económico. Confiar en la economía para generar crecimiento de los ingresos parece menos probable hoy que hace seis meses. En cambio, un enfoque continuo en las empresas que participan en historias de crecimiento secular, especialmente en aquellas áreas que ayudan a controlar los costes, como los proveedores de computación en la nube, es donde quiero tener un enfoque de inversión en este entorno de crecimiento lento.
Tribuna de David Ross, gestor de fondos de renta variable mundial de La Financière de l´Echiquier.