La popularidad de la temática climática y medioambiental ha crecido exponencialmente en los últimos años, dado que los inversores reconocen cada vez más los múltiples catalizadores que apuntalan esta megatendencia a largo plazo. A pesar de ello, es difícil dejar atrás dos ideas preconcebidas profundamente arraigadas entre los inversores.
El primer equívoco es la creencia en que las soluciones centradas en el cambio climático y el medio ambiente se limitan fundamentalmente al sector de las energías alternativas. No obstante, esta restringida descripción subestima considerablemente las amplias oportunidades de inversión que ofrece esta megatendencia, en particular, en empresas orientadas a la eficiencia de recursos. La segunda falacia es la percepción de que las empresas que ofrecen soluciones beneficiosas para el medio ambiente no pueden brindar rentabilidad a sus accionistas.
Si bien numerosas empresas no fueron capaces de generar flujos de efectivo estables en el pasado, este sector, que protagoniza una rápida evolución, se ve impulsado en la actualidad por unos sólidos fundamentales. La creencia en que la inversión en la temática climática y medioambiental solo será fructífera en la próxima generación también es errónea: estas soluciones ya están arrojando resultados.
Convergencia de intereses
Antes de la crisis financiera, el panorama climático y medioambiental se guiaba fundamentalmente por la política, en particular en lo relativo a los subsidios y la legislación. En la actualidad, es una cuestión puramente económica. Invertir en soluciones climáticas constituye una decisión racional tanto para consumidores como para empresas.
El incentivo económico, es decir, la lógica económica tanto para consumidores como para empresas de invertir en soluciones climáticas, ha alcanzado claramente un punto de inflexión. Las empresas entienden que una mayor sostenibilidad es vital para mantener la competitividad en el mundo actual.
Al mismo tiempo, la adopción de medidas positivas para el medio ambiente se ve respaldada por la sociedad en su conjunto. No obstante, la mayoría de los participantes del mercado sigue subestimando y estudiando de forma insuficiente el efecto de la temática del clima y el medio ambiente como catalizador de los flujos de efectivo de las empresas.
Más allá de las energías alternativas
En el ámbito climático y medioambiental, nos centramos en tres áreas de inversión principales: los actores innovadores en el segmento de las energías alternativas, las empresas orientadas a la eficiencia de los recursos y las firmas reorientadas hacia la protección medioambiental.
Nuestra exposición a las energías alternativas representa alrededor del 5% y se concentra en empresas que apuestan por tecnologías innovadoras y respetuosas con el medio ambiente para la generación de energía más limpia. Mientras que la cuota mundial de energía primaria obtenida a partir de fuentes renovables todavía es muy reducida, las energías renovables libres de emisiones, como la solar y la eólica, han probado su viabilidad económica, y las mejoras en este campo favorecerán una mayor adopción. Nuestro análisis nos lleva a creer que la electricidad se convertirá, a largo plazo, en la principal forma de energía consumida, y que la era del petróleo y el carbón está tocando a su fin.
Mantenemos el 25% de la asignación en empresas con ofertas sólidas en el marco de la protección del medio ambiente y de la naturaleza. Este segmento a menudo se ve impulsado por la normativa medioambiental y las consideraciones en materia de gestión del riesgo, así como por la mejora continua de la calidad de los productos y servicios. La prevención del posible coste futuro de los factores negativos externos es tan importante como lidiar con los problemas heredados del pasado.
Firmas optimizadoras
La mayoría de nuestra estrategia, el 70%, se ha asignado a firmas optimizadoras en el ámbito de la eficiencia de recursos, es decir, a aquellas empresas que apuestan por la mejora de la eficiencia con sus productos y servicios. Una compañía ejemplar que está prosperando en este campo es Hexcel Corp, líder en la producción de fibra de carbono a nivel mundial. La fibra de carbono es un material que ofrece numerosas ventajas, dado que es considerablemente más ligero y sólido que el acero y el aluminio.
Las aeronaves de última generación, como el Airbus A380 y el Boeing 787 Dreamliner, se componen de aproximadamente un 50% de fibra de carbono, gracias a lo cual registran un 20% más de rendimiento de combustible que los aviones anteriores de igual tamaño. Puesto que el combustible constituye uno de los mayores costes para las aerolíneas, Hexcel les ofrece un ahorro considerable y genera valor para los accionistas, por no mencionar su contribución a la reducción de las emisiones del sector de la aviación.
Asimismo, la fibra de carbono está empezando a introducirse en otras aplicaciones industriales, como los aerogeneradores y los automóviles de alta gama. Este abundante viento a favor ha apuntalado la cotización de las acciones de Hexcel hasta prácticamente multiplicar por diez su valor desde inicios de la fase alcista del mercado, en 2009, muy por encima del alza del mercado en su conjunto durante el mismo periodo.
Efecto Trump
Por último, la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París sobre el clima a principios de año fue claramente un acontecimiento negativo, puesto que consideramos que este acuerdo será positivo para el planeta a largo plazo.
No obstante, el apoyo político es únicamente uno de los catalizadores de esta megatendencia. Dejando a Donald Trump a un lado, seguimos convencidos de que el mundo asiste a una revolución en las actitudes ante el clima y el medio ambiente, y las empresas se sitúan al frente de este cambio.
Tribuna de Thomas Sørensen y Henning Padberg, gestores de cartera del fondo Global Climate and Environment de Nordea Asset Management.