Los banqueros centrales más poderosos del mundo han dado poca información sobre sus perspectivas de política monetaria a corto plazo en su reunión anual de Jackson Hole, lo cual no ha sido una sorpresa.
Ni la Fed ni el BCE, y definitivamente tampoco el Banco de Japón, se enfrentan en estos momentos a la necesidad de modificar el marco de políticas que tan cuidadosamente han estructurado. En vez de eso optaron por enviar un mensaje diferente, enfatizando la importancia de la regulación financiera, las políticas fiscales y la apertura comercial para impulsar el crecimiento sostenible y hacer la economía global más dinámica.
Este ha sido un esfuerzo claramente coordinado, no solo para reflexionar sobre las lecciones aprendidas en el décimo aniversario de la crisis financiera, sino también para rechazar el reciente giro hacia políticas populistas en todo el mundo, especialmente en Estados Unidos y el Reino Unido.
Aunque no haya sido emocionante para los mercados, la importancia del mensaje subyacente no ha de ser subestimada. A pesar de los pequeños pasos dados hacia la normalización de las políticas, los bancos centrales se encuentra sin munición y no están preparados para afrontar una nueva crisis, lo que significa que otras políticas –legislativas, fiscales y estructurales– deberían trabajar junto a la política monetaria para incrementar la resiliencia de las economías y evitar episodios similares en el futuro.
Pero dudo que el mensaje haya llegado a los destinatarios a los que se dirige: se está desmantelando la regulación y pocas políticas de crecimiento sostenible están en marcha, mientras que las burbujas de activos se van gestando lentamente, ya que ni los bancos centrales ni los políticos están dispuestos a abordar directamente los excesos posteriores a la crisis.
Buenas noticias para los políticos populistas: los banqueros centrales probablemente resultan ahora aún más desagradables para sus electores. Malas noticias para los banqueros centrales: no hay otras políticas que vengan al rescate corto plazo. La política monetaria sigue siendo el único juego en curso, frente al cada vez más difícil equilibrio entre el crecimiento y la estabilidad financiera, que tendrá que ser abordado pronto con municiones limitadas.
Anna Stupnytska es economista global de Fidelity International.