El nuevo año ya está en marcha, las montañas que rodean Davos se han vuelto blancas como la nieve y la edición de 2024 del Foro Económico Mundial ha comenzado. ¿Qué pueden esperar los inversores? Como en años anteriores, asistirán entre 2.000 y 3.000 invitados oficiales, muchos de ellos de la comunidad empresarial, así como representantes gubernamentales y de ONG. La multitud se completará con innumerables participantes no oficiales, que acudirán en masa a los innumerables actos paralelos que tendrán lugar a lo largo de la semana.
Siguiendo con el tema del año pasado de «cooperación en un mundo fragmentado», en 2024 se pedirá a los participantes que se concentren en «reconstruir la confianza», centrándose en cuatro temas clave: oportunidades para promover la seguridad y la cooperación de forma beneficiosa para todas las partes interesadas, crecimiento y empleo, inteligencia artificial y el complejo nexo entre clima, naturaleza y energía.
Para los inversores, hay mucho que debatir para los que están sobre el terreno, y mucho a lo que prestar atención para los que miran desde fuera. El hilo conductor de los temas de Davos es su carácter global y la necesidad de soluciones conjuntas. En un contexto de creciente tensión geopolítica, deslocalización de las cadenas de suministro y «desglobalización», muchos han cuestionado la capacidad del Foro para mantener su relevancia. Sin embargo, por otro lado, quizás en este contexto de inestabilidad y «policrisis», se podría argumentar que la necesidad de este tipo de debate nunca ha sido mayor.
El debate sobre estos temas en Davos se produce poco después de la COP28, celebrada hace unas semanas en Dubái. A pesar del escepticismo generalizado previo al evento, y de la agitación geopolítica, por primera vez el resultado de la conferencia reconoció la necesidad de abandonar los combustibles fósiles. Aunque gran parte del reto estará en la puesta en práctica, es probable que en Davos el debate se centre más en las implicaciones empresariales de la transición a un sistema energético limpio.
En Lombard Odier, consideramos que esta transición forma parte de un conjunto más amplio de cambios sistémicos que se están produciendo a gran velocidad y escala en toda nuestra economía. Las turbulencias de la economía mundial refuerzan un patrón común: las cadenas de valor se están reconfigurando, impulsadas no solo por una nueva percepción del riesgo, sino también por disrupciones tecnológicas y nuevos modelos de negocio emergentes. La transición energética, el resurgimiento del aprecio por la naturaleza y el impulso a la acción por el clima están acelerando el cambio y desplazando los beneficios.
Aunque algunas de las partes interesadas presentes en la COP28 se parecen a las de Davos, el carácter de ambas conferencias es marcadamente diferente. Las reuniones de la COP están estrechamente respaldadas por el trabajo del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), un organismo científico respaldado por una organización compuesta por representantes de los gobiernos. El Foro Económico Mundial, por el contrario, ha tenido tradicionalmente una composición más centrada en los negocios, y sigue siendo una oportunidad de primer orden para que los inversores vean por dónde soplan los vientos de los flujos de capital a gran escala.
Desde el punto de vista de la agenda, esa dirección es cada vez más clara. Las agendas medioambiental y económica han convergido, como ha quedado claro durante muchos años en el Informe anual sobre Riesgos Mundiales del FEM, en el que la intensificación de las condiciones climáticas, los riesgos para la biodiversidad y otros riesgos relacionados con la naturaleza han ido escalando posiciones en la clasificación de los principales riesgos percibidos por 1.200 encuestados de múltiples partes interesadas.
En consecuencia, el clima, la naturaleza y la energía ocupan un lugar destacado en la lista de temas de debate de los asistentes. En este sentido, creemos que la fuerte participación de los inversores y de la comunidad empresarial debe considerarse muy bienvenida. Según las estimaciones de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) y otros organismos, durante esta década se necesitarán al menos entre 3 y 5 billones de dólares al año para invertir en transicionesrelacionadas con la energía y la naturaleza, lo que necesariamente implicará no sólo a fuentes de capital públicas, sino también a importantes fuentes privadas.
Davos, para nosotros y para otros inversores con ideas afines, será una oportunidad para hacer balance de las muchas maneras en que las transiciones medioambientales están desencadenando trastornos mucho más amplios en nuestra economía y en el panorama de las inversiones:
- Los temas relacionados con la naturaleza aparecen en todo el orden del día y en la lista de actos, como un asunto mucho más amplio que las cuestiones climáticas por sí solas. Es probable que los participantes consideren los nuevos riesgos emergentes, pero también las nuevas oportunidades de colaboración público-privada en soluciones basadas en la naturaleza y la necesidad de replantearse las cadenas de valor. Tal vez los participantes en el foro lleguen a la conclusión de que la naturaleza debe considerarse una nueva clase de activos productivos por derecho propio.
- Tras los resultados de la COP28, las conversaciones sobre la transición energética adoptarán un tono claramente diferente. El pico de emisiones energéticas se espera ahora para 2025, e incluso la AIE (que suele ser conservadora en sus proyecciones) predice ahora un pico en el uso general de combustiblesfósiles esta década. En Davos, es probable que las conversaciones dejen de centrarse en si se producirá la transición y pasen a centrarse en cómo pueden adelantarse a ella los inversores y otras partes interesadas.
- La inteligencia artificial vuelve a ser un tema de debate más explícito, no sólo por derecho propio, sino como un acelerador e impulsor más de las transiciones comentadas anteriormente. Las nuevas tecnologías digitales están desencadenando una revolución tecnológica y permitiendo una optimización generalizada de los modelos empresariales existentes. Esa optimización impulsa la mejora de la eficiencia, lo que se traduce no solo en beneficios medioambientales, sino también en una mayor rentabilidad económica.
Situado en una estación de montaña suiza, el Foro Económico Mundial quizá no sea el escenario más accesible. La participación en Davos se limita inevitablemente a un público más reducido. Por esta razón, es poco probable que llegue a ser un medio suficiente para abordar todos los retos que se plantean a sus participantes, pero tampoco lo pretende.
A medida que los cambios del sistema en torno a la energía, la naturaleza y el clima cobran un impulso imparable, también prolifera el número de plataformas en las que se debaten estas transiciones económicas. Cada una ofrece su propia perspectiva y tono, pero podría decirse que todas se suman al impulso general.
Desde este punto de vista, Davos tiene una marcada orientación empresarial e inversora. En lugar de considerarlo una debilidad, es también una oportunidad para reconocer que las transiciones que se están produciendo a nuestro alrededor no sólo tienen sentido desde el punto de vista medioambiental, sino también desde el punto de vista económico y financiero. Esa es, al menos, la base de nuestra convicción inversora.
Tribuna de Thomas Hohne-Sparborth, Head of Sustainability Research, Lombard Odier IM.