La temporada de citas electorales en Europa se acerca rápidamente. No importa cuál sea hoy el resultado de las elecciones holandesas o el de las de Francia, es importante reconocer el papel que el populismo sigue jugando en la política mundial. El descontento de los votantes ya estaba en el centro de atención incluso antes de la consulta del Brexit en junio de año pasado, y se amplificó más tarde con la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos y la derrota del referéndum de reforma constitucional del primer ministro italiano Matteo Renzi.
Aunque la mayor parte de la atención del mercado se ha centrado en las dos citas electorales de Francia, la de abril en la primera vuelta y la de mayo, las elecciones de Holanda podrían servir como un indicador de la intensidad de la corriente populista en el centro de Europa. El Partido Popular por la Libertad (PVV), liderado por el controvertido Geert Wilders, ha estado cerca del liderazgo de las encuestas durante los últimos tres meses. Aunque el partido de Wilders podría ganar la mayoría de los escaños en el parlamento, la naturaleza fragmentada del sistema político holandés –ningún partido ha ganado una mayoría parlamentaria en más de 20 años– hace improbable que sea capaz de formar una coalición de gobierno. De hecho, muchos partidos ya han descartado formar una coalición con el PVV.
Factores que alimentan el populismo
Pero pase lo que pase con Wilders, si se convierte en primer ministro o no, los factores que han alimentado el aumento del sentimiento populista se mantendrán mucho después de que los votantes abandonen las urnas, mientras que el mundo desarrollado se vuelve más contradictorio en lo que respecta a los supuestos beneficios de la globalización y más rebelde contra los «expertos» y las «élites».
Entre los múltiples factores que ayudan a alimentar el sentimiento populista está la desaparición del sector manufacturero del mundo desarrollado, debido a que la producción se ha trasladado a mercados emergentes con bajos costes. Además, el avance de la automatización y la digitalización continúa propagándose en la economía global, desplazando tanto a los trabajadores con altos salarios como a los menos calificados. La deslocalización y la automatización han planteado la espinosa cuestión de que los gobiernos de los mercados desarrollados hasta ahora no han respondido a la pregunta clave: cómo capacitar de forma efectiva a los trabajadores desplazados por estas fuerzas. Otros factores incluyen la persistente desigualdad de ingresos, la percepción de que la inmigración a gran escala restringe los salarios y quita los puestos de trabajo a los nativos (a pesar de las pruebas en contrario) y una creciente reacción contra instituciones multilaterales difíciles e inexplicables como la Unión Europea.
Posibles impactos
¿Cuáles son los resultados probables de un aumento continuo del sentimiento populista?El primero es probablemente una gobernanza menos global, ya que los países priorizan sus propias necesidades internas sobre las necesidades de las organizaciones multilaterales. Por consiguiente, parece probable que seamos testigos de un entorno más cohesivo y menos global. En este contexto, se podría esperar que los pactos comerciales bilaterales tengan prioridad sobre los acuerdos regionales amplios –como recientemente sucedió con el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica–, menos integración fiscal y monetaria en la eurozona y la reducción de los niveles de cooperación en temas de defensa y seguridad entre los miembros de la OTAN.
La integración es esencial
Es probable que el sentimiento populista siga siendo elevado, especialmente en gran parte de Europa, hasta que los países lo hagan mejor integrando a sus poblaciones inmigrantes. Si bien la tarea no será fácil, dadas las barreras culturales y lingüísticas, es fundamental integrar a los recién llegados a la sociedad y a la fuerza de trabajo, en lugar de mantenerlos al margen y segregados. El aumento de las oportunidades de movilidad y cohesión social debe venir con la integración.
Algunos argumentarían que, siendo iguales, los países que mejor integran a las poblaciones inmigrantes, como Estados Unidos, el Reino Unido, Canadá y Australia, tienden a crecer más rápido que los que no lo hacen, como Alemania, Francia y Bélgica. Dada la demografía desfavorable de Europa, asimilar mejor a los inmigrantes es una meta clave que, si se logra, podría ayudar a detener la creciente corriente populista mientras aumenta el potencial de crecimiento económico. Esta sería una situación de “win-win”.
Cualquiera que sea el resultado en los Países Bajos a lo largo de la jornada de hoy (o en las posteriores elecciones francesas y alemanas), la creciente fuerza de los partidos populistas en todo el continente y su creciente representación parlamentaria -incluso minoritaria- afectarán más que nunca a las decisiones políticas. En consecuencia, una integración europea más profunda es menos probable a medio plazo, lo que podría reducir las esperanzas de reformas necesarias y hacer que el futuro de la UE sea mucho menos seguro.
Erik S. Weisman es asesor financiero e Investment Officer de MFS Investment Management.