Tras interferir durante años en los destinos económicos de los países desarrollados, y más aún en los mercados financieros, los bancos centrales parecen haber llegado prácticamente al final de esta intervención. Es, en particular, el caso del banco central estadounidense, que, en lugar de seguir proporcionando liquidez al sistema, ha empezado ahora a retirarla.
Al fragilizar toda la estructura de los mercados, construida sobre diez años de sobrada liquidez, esta reversión de tendencia reviste gran importancia para los inversores. No obstante, esta retirada del respaldo monetario pone también de manifiesto otros dos factores, hasta hace poco contenidos por el peso aplastante de las políticas monetarias excepcionales: el ciclo económico y las políticas de los gobiernos.
En lo referente al ciclo económico, los mercados, por el momento, hacen gala de confianza y celebran una bonanza económica generalizada desde hace dos años, prolongada en EE. UU. por la política presupuestaria expansionista del presidente Trump. Este ciclo comienza a mostrar sus primeros indicios de agotamiento.
En cuanto al aspecto político, la economía liberal y globalizada de los últimos años, que ha alimentado el encarecimiento de los activos financieros sin beneficiar a la par a los salarios de los trabajadores, ha provocado la aparición de una forma de rebelión en EE. UU., Latinoamérica y Europa en oposición al orden económico establecido. Cabe recordar el desafío a medio plazo que esta nueva fase política, por respetable que fuera, planteaba a los inversores el pasado año.
Esta nueva confluencia de los ciclos monetario, económico y político constituye el principal riesgo para los mercados en la actualidad, más allá de su enfoque a corto plazo únicamente sobre el componente político.
Didier Saint-Georges es managing director y miembro del Comité de Inversión de Carmignac.