De cara a 2024, la inflación, la materialización de una recesión, las elecciones y el riesgo geopolítico son todos ellos posibles catalizadores de perturbaciones en el mercado de renta variable. En lugar de enfocar esta coyuntura formulando recomendaciones sobre la disyuntiva de «crecimiento frente a valor» o «valores de gran capitalización frente a valores de pequeña capitalización», creemos que la receta para tener éxito en 2024 estriba en gestionar una cartera capaz de generar alfa a pesar de estos retos en el plano macroeconómico.
Pensamos que el entorno de tipos más altos durante más tiempo creará ganadores y perdedores más diferenciados. En Estados Unidos, parece que el ciclo de subidas de tipos de la Reserva Federal (Fed) ha entrado al fin en una fase en la que los tipos se mantendrán estables durante un tiempo. No obstante, ante la persistencia de la inflación y la relativa solidez de los datos sobre el empleo y el crecimiento, la pausa de la Fed en el plano de los tipos podría tener una duración superior a la prevista. Los continuos esfuerzos por mantener la inflación controlada tienen un impacto directo en las compañías.
En primer lugar, la demanda se ve considerablemente afectada, dado que el aumento de los costes del crédito perjudica a unos consumidores que han ido agotando sus ahorros. Ello tendrá unas repercusiones que no se circunscribirán únicamente al segmento de las compañías de consumo discrecional.
En segundo lugar, el coste de hacer negocios permanecerá en niveles elevados. El aumento de los costes de financiación podría acarrear dificultades especialmente considerables a las compañías de menor tamaño que dependen de la financiación a corto plazo para respaldar sus operaciones.
Finalmente, en tercer lugar, el poder de fijación de precios, que ha permitido a numerosas empresas mantener sus beneficios en niveles elevados, podría menguar a medida que estas experimenten más dificultades para repercutir el aumento de los costes de hacer negocios a los consumidores.
En nuestra opinión, el mayor riesgo para los mercados es que los inversores están subestimando la posible magnitud de una ralentización económica. En estos momentos, las probabilidades de volver al objetivo de inflación del 2% de la Fed desde los niveles de actividad económica actuales sin desencadenar una recesión (posiblemente grave) parecen escasas. Ante estas presiones, la clave para diferenciar a los ganadores de los perdedores será identificar compañías que cuenten con unos balances resilientes y demuestren disponer de numerosos catalizadores del crecimiento que vayan más allá de una reducción de costes (gráfico 1).
Un reducido grupo de valores tecnológicos que presentan unas valoraciones elevadas generaron la mayor parte de las rentabilidades del índice S&P 500 en 2023, al verse impulsados por unas aspiraciones excesivamente optimistas en cuanto a la posibilidad de que se materialice de forma inminente una realidad idílica posibilitada por la inteligencia artificial. Creemos que esta tecnología alberga el potencial de constituir una fuerza transformadora para el crecimiento en el conjunto de la economía, no solo en el sector tecnológico. No obstante, también pensamos que el horizonte temporal del mercado es poco realista. A nuestro parecer, resulta más probable que tardemos entre tres y cinco años en lograr hacer realidad esas aspiraciones que los 12 a 24 meses que ha descontado el mercado para un reducido grupo de compañías este año.
La concentración de la rentabilidad en 2023 ha creado oportunidades para los inversores que adoptan un enfoque basado en el análisis, puesto que el grupo de compañías del sector tecnológico y de otros sectores que el mercado seguramente pasa por alto es ahora más nutrido. Cuando regresemos a la senda del crecimiento, creemos que el mercado presentará un carácter menos monolítico y que las oportunidades se encontrarán más repartidas.
Ante una posible ralentización, consideramos que también existen oportunidades para reforzar las asignaciones estratégicas fuera de Estados Unidos, en particular en el segmento de los mercados emergentes y en el de los valores de pequeña capitalización. En efecto, pensamos que un gran número de inversores cuentan con una asignación insuficiente a estos segmentos. Los valores de pequeña capitalización resultan actualmente baratos, y con razón, dado que en una recesión serían los primeros en verse afectados. No obstante, pensamos que el segmento de títulos de pequeña capitalización tanto de estilo crecimiento como de estilo valor alberga oportunidades interesantes desde el prisma de la selección de valores. Entretanto, las valoraciones en Europa revisten mayor atractivo que en Estados Unidos en términos de ratio precio/beneficios, pero las acciones podrían presentar mayor sensibilidad a los factores macroeconómicos y a los tipos. Una vez más, cabe destacar que efectuar una minuciosa selección de valores resultará fundamental.
Los rendimientos del efectivo y de los mercados monetarios se encuentran en máximos de 15 años, y los inversores han optado de forma masiva por invertir en estos instrumentos. Sin embargo, en un mundo donde la inflación podría resultar elevada en términos estructurales, los inversores necesitarán aunar la revalorización del capital con la obtención de ingresos para cumplir sus objetivos a largo plazo. El efectivo podría estar ofreciendo un rendimiento interesante en la actualidad, pero este disminuirá cuando los bancos centrales acaben por recortar los tipos.
Por el contrario, las acciones que reparten dividendos pueden sustituir esos ingresos y, además, ofrecer una revalorización del capital. Sin embargo, no todas las acciones que distribuyen dividendos son iguales. Identificar las empresas capaces de incrementar su dividendo y que cuentan con unos balances que les permiten mantener el pago de los dividendos durante coyunturas de mayor volatilidad resulta indispensable para lograr unos ingresos sostenibles.
En conclusión, 2024 podría resultar convulso para los inversores, pero creemos que la renta variable constituye un posicionamiento estratégico de cara al largo plazo. En caso de que los inversores no tomen decisiones basadas en el análisis y con arreglo a un enfoque activo a la hora de sobreponderar e infraponderar compañías, igualarán las pérdidas que pueda observar un índice como el S&P 500.
Incluso si los inversores no consideran que deberían reforzar su asignación a la renta variable el año que viene, tampoco deberían liquidar sus posiciones ante los episodios de volatilidad que puedan producirse a corto plazo. Si los mercados registran caídas, los inversores centrados en compañías con sólidos fundamentales dispondrán de oportunidades para reforzar sus posiciones estratégicas a largo plazo a unos precios atractivos.
Tribuna de opinión de Melda Mergen, directora global de renta variable de Columbia Threadneedle Investments.
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