Los mercados globales parecen esperar con ansias al próximo anuncio de un banco central o a algún tweet presidencial y eso ni siquiera tocamos temas como el Brexit o los juicios del gobierno italiano. El hecho es que existen muchos riesgos obvios que enfrentan los inversores y no parece que estos se retraigan a un segundo plano en el corto plazo.
Nuestra sociedad está apostando sobre los datos como si fueran el nuevo petróleo. Un informe reciente estima que los datos mundiales crecerán a una tasa anual compuesta del 61% entre ahora y 2025, de un nivel de 33 zettabits, a uno de 175 zettabits. Como comentario rápido, cabe aclarar que un zettabit equivale a 1 billón de gigabytes. En 2025, se proyecta que el 49% de estos datos se almacenará en la nube pública. Por lo tanto, si uno cree que el crecimiento de la generación de datos continuará sin cesar, entonces el potencial de crecimiento de la nube debería darse, posiblemente, de manera totalmente independiente a cualquier condición de crecimiento económico.
Podemos ver el impacto de esto ya mirando a las diez principales compañías del S&P 500. Es interesante notar que las cinco compañías más grandes por capitalización de mercado abarcan ampliamente la actividad de los datos. Algunas inclusive recopilan datos a través de servicios “gratuitos”, como por ejemplo a través del uso de Gmail para el correo electrónico o de Facebook para conectarse con amigos y familiares.
Las cinco compañías más grandes han llegado a tener una capitalización de mercado total de más de 4 billones de dólares. Microsoft llegó a tener una de más de 1 billón de dólares por sí misma. Y más recientemente, Apple y Amazon han eclipsado por cuenta propia el billón de dólares.
En el transcurso de los últimos quince años, el mundo ha cambiado por completo en el modo de cómo se siente con respecto a la utilización de sus datos. Hubo un momento en que las personas tenían que depender únicamente de sus discos duros y posiblemente de las copias de seguridad, para almacenar todo lo que querían. La música o las películas son excelentes ejemplos, ya que el mundo ha pasado de consumir su contenido a través de los discos físicos y reproductores, a hacerlo a través de una plataforma distribuida con un inicio de sesión y un canon mensual.
Las empresas han hecho lo mismo, en el sentido de que alguna vez han tenido la necesidad de mantener una infraestructura física como la tenencia de servidores en las instalaciones. Ahora en cambio, éstas están pasando a gestionar el almacenaje de sus datos a través de servicios distribuidos de suscripción mensual, en donde los datos siempre están ahí y son siempre accesibles a través de una conexión a Internet. En resumen, los datos del mundo se han trasladado a la nube.
La nube beneficia al consumidor y al proveedor
El 6 de enero de 2016, Netflix expandió su servicio a más de 130 nuevos países. Esto ha sido después de un esfuerzo de siete años para que la firma pasara de sus propios centros de datos tradicionales, a los servicios en nube proporcionados por Amazon Web Services.
Si Netflix hubiese intentado construir su propia infraestructura en varias ubicaciones alrededor del mundo para que le fuese posible atender a 130 países, su modelo de negocio podría haber fallado por el peso de tal intensidad de capital.
Aunque este es un ejemplo de alto perfil, el hecho es que las empresas de todos los tamaños pueden utilizar la nube para sus necesidades de infraestructura y esto les permitiría pagar sólo lo que necesitan y ampliarla rápidamente cuando la ocasión lo requiera.
Los proveedores se benefician de los ingresos recurrentes y de la adherencia final que se constata en las bajas tasas de cancelaciones –por ejemplo: los clientes manteniéndose leales-. También existe la posibilidad de lograr un apalancamiento operativo, ya que los ingresos, una vez que la base de clientes alcanza cierto tamaño, tienen el potencial de expandirse más rápido que los costes variables.
Si bien la economía puede estar en la fase final de un ciclo, podríamos estar en el inicio de nuestra transición hacia la era de los datos. A medida que nos adentramos al otoño de 2019, vemos que en los últimos doce meses, muchos de los mercados globales de renta variable han alcanzado niveles récord o cercanos.
Con respecto a ellos, los inversores tienen preocupaciones genuinas como: 1) el hecho de que las recesiones puedan ser parte de la realidad en los próximos años y 2) que los rendimientos de capital en los próximos diez años, sean menores que en los últimos diez.
Si este planteamiento llevara a los inversores a considerar solamente a empresas como Google, Amazon, IBM o Microsoft por sus servicios en la nube, entonces en nuestra opinión, la oportunidad de inversión perdería el cometido. El tema es que éstas, son algunas de las compañías más grandes y conocidas del mundo y todas ellas cuentan con modelos de negocio diversificados. En cambio, las empresas más pequeñas y menos conocidas que se centran más directamente en la prestación de servicios en la nube, podrían jugar un rol interesante y más puro en la expansión que tendría el cloud computing (nube).
El crecimiento de los ingresos de muchas de las compañías dedicadas a solamente la prestación de servicios en la nube, ha sido año tras año, mucho mayor que el de las compañías más grandes dentro del S&P 500. Asimismo muchas de ellas han generado entusiasmo y rentabilidad en los últimos 10 años.
Una megatendencia interesante durante la próxima década
En los últimos diez años, muchos inversores se han beneficiado de las exposiciones a los índices ponderados por capitalización de mercado, como el S&P 500. Esto nos dice que muchas de las compañías más grandes del mundo, han tendido a generar rendimientos bastante sólidos. Sin embargo, tras años de haber crecido, es posible que su capacidad para continuar generando rendimiento, pueda verse desafiada.
En cambio, si consideramos al sector de cloud computing o de nube, vemos que éste podría ser una vía para una exposición más específica, a las empresas de tecnología que gozan de unas perspectivas de crecimiento diversas de cara a la próxima década.