La economía global no está funcionando a toda potencia pero, tras numerosos arranques falsos en los últimos tres años, la actual recuperación parece fuerte y más sostenible. Además, el comercio mundial está mostrando señales tempranas de mejora y los indicadores económicos siguen apuntando a un crecimiento cíclico sólido en distintas regiones y sectores.
Los efectos de base ligados a los precios de las materias primas continúan sirviendo de apoyo a la inflación pero han comenzado a disiparse. La inflación general es de nuevo un poco más baja de lo que se esperaba, mientras la inflación subyacente sigue por debajo del objetivo en las economías más desarrolladas. Esto implica que las condiciones monetarias seguirán siendo acomodaticias, a pesar de que la Fed ha retomado las subidas de tipos.
La volatilidad en los mercados es muy baja pero la incertidumbre política sigue en niveles máximos. El impulso al crecimiento se enfrenta a diversos riesgos: que Donald Trump no sea capaz de cumplir sus promesas, el boom insostenible del crédito en China o la amenaza de la inestabilidad política en la zona euro. Los últimos resultados políticos sugieren que la economía mundial podría sufrir un cambio inoportuno hacia un mayor proteccionismo, aunque Trump ha dejado de acusar a China de manipular las divisas y se habla mucho menos de revisar los acuerdos comerciales. Los datos económicos del comienzo de 2017 en Estados Unidos han sido deslucidos pero no hacen justicia a la fortaleza de la economía. Mientras, las propuestas económicas de Trump siguen estando rodeadas de dudas y la incertidumbre política creará vientos en contra en el terreno de la inversión.
En cuanto a los mercados emergentes, el sentimiento ha mejorado desde comienzos de 2016 gracias a la mayor cautela de la Fed, la estabilización en los precios de las materias primas y la reducción de las preocupaciones en torno a las previsiones a corto plazo para China. El actual ‘comercio reflacionario’ sirve de apoyo a los países dependientes de las materias primas, como Rusia o Sudáfrica.
En Europa, aunque las elecciones francesas han captado toda la atención, los indicadores económicos están al alza y el mercado laboral sigue mejorando. Mientras la zona euro está experimentando una recuperación cíclica, el envejecimiento de la población y la ineficiencia del progreso hacia una unión presupuestaria, política y bancaria siguen presentes entre las principales preocupaciones. Es más, la parte más fácil de la recuperación económica podría haber quedado atrás. Los beneficios derivados de los vientos favorables económicos (bajos tipos de interés, un euro más bajo, materias primas más baratas y el levantamiento de las medidas de austeridad) se están debilitando.
La inflación principal volvió a retroceder en Europa en marzo tras la retirada de los efectos de base derivados del aumento de los precios de la energía. La inflación subyacente se mantiene muy baja y las previsiones a más largo plazo han vuelto a caer. Pese a que los precios deberían aumentar gracias al impulso del crecimiento económico, el BCE todavía tendrá dificultades para acercar la inflación a su objetivo del 2% de manera sostenible. Por ello, Draghi no tiene prisa de momento en levantar la política de tipos de interés cero o desmantelar el programa de compra de activos, aunque la mejora de la actividad económica apunta a que se hablará cada vez más de tapering.
Columna de Degroof Petercam escrita por Hans Bevers, economista jefe.