El proyecto de sistema de pensiones de Brasil que se discute en las cámaras fue moldeado del arquetipo chileno, como en su tiempo el de México. Los críticos prevén que tampoco cumplirá el objetivo crucial de generar pensiones dignas. ¿Cómo es, en sus aspectos medulares y cómo se percibe frente al espejo del SAR?
Un sistema general para todos los trabajadores
Primero, las condiciones propias para cada género o grupo, que se desprenden del régimen general, son distintas. El proyecto diferencia no solo entre hombres y mujeres sino en el tipo de trabajadores (privados urbanos, campesinos, servidores públicos, maestros) para derivar la edad de jubilación, años mínimos de contribución requeridos para la pensión, y rango de salario para determinar las aportaciones. Se trata de un sistema único en el que caben todos.
En contraste, otro de los pendientes de México, entre varios, huelga decirlo, es la multiplicad de sistemas de pensiones, aparte del SAR, tanto nacionales como estatales o de entidades en particular, cada uno con entramado propio, regulación vaga y beneficios dispares respecto de los demás.
Contribución escalonada que llega a duplicar a la de SAR
Segundo, llama la atención la propuesta de contribución (y, de paso, es destacable que el salario mínimo en reales, equivalente a casi cinco mil pesos, es 1,6 veces superior al de México). Los trabajadores brasileños aportarían entre siete veces más que sus pares mexicanos, en el rango bajo, y arriba de diez veces más en el rango alto. Y no es por eso por lo que se han manifiestan inconformidades.
Para quienes perciben el salario mínimo, la tasa propuesta de contribución es de 7,50%, que resulta 6,67 veces superior a la de los afiliados al SAR. Para los que perciban el equivalente a 28 mil pesos mexicanos, sería de 11,68%, lo que superaría por 10,4 veces a la de los nuestros. Es para resaltar también que la contribución total propuesta a partir del salario equivalente de 14.768 pesos, de 9,50%, supera por la mitad a la del SAR, de 6,50%, y prácticamente es del doble (11,68%) para quienes ganan 5.839 reales, que representan 28.744 pesos. Es decir, se vuelve a evidenciar que la tasa de contribución de los trabajadores del SAR es ínfima (1.125%), y que nuestra aportación total (trabajador más gobierno más empleador), del 6.50% citado, es impensable para una pensión decente.
Tercero, se pretende que el monto de la pensión se calcule sobre la base del promedio de todo el historial de contribuciones del empleado. Solo quienes completen 40 años de contribución aspirarían a jubilarse con el salario promedio de su vida laboral.
Críticas al modelo (es decir, al arquetipo chileno y, por extensión, al SAR)
Pese a que la iniciativa ha superado la primera fase de discusión en el congreso, las críticas abundan y apuntan, entre otras, a que se han tomado las bases del modelo chileno sin considerar sus errores y resultados de pensiones bajas ni que en Chile, precisamente por eso, sigue el debate sobre la nueva propuesta para elevar la contribución al 14% como un recurso (criticable también) para tratar de llevar el ingreso de los jubilados al 70% – 80% de su último salario. Entre los críticos, un exsuperintendente del sistema de pensiones de Chile.
Con ese parámetro, se anticipa que las pensiones de la mayoría de los brasileños, cuya vida laboral transite en el nuevo sistema, también serían insuficientes. Más altas, eso sí, en cualquier caso, que las que se prevén produzca el SAR. Las condiciones de retiro de los trabajadores de Brasil serían mejores o, por decirlo de forma apropiada, menos insufribles que las que se esperan para los afiliados al sistema mexicano.
En México no ha vuelto a tenerse un debate sobre el SAR desde que se discutía su implantación en 1997 (con base en las expectativas del modelo importado y sin tomar en cuenta que la contribución del trabajador y la total estaban lejos de los parámetros internacionales). Como si las insuficiencias tantas veces explicadas y referidas no importaran. Y no hay debate porque no se han presentado reformas de calado que tiendan a elevar la expectativa de pensión ya no digamos al 70%. Ni siquiera al 40%. Ni alguna otra, para algún otro de sus grandes pendientes.
El tiempo corre en contra de nuestros afiliados de origen.
Columna de Arturo Rueda