Durante más de 30 años hemos ignorado los factores políticos en nuestro proceso de asignación de activos. El mundo neoliberal posterior a la Guerra Fría se regía por la economía y la maximización de los beneficios.
Las empresas multinacionales occidentales prosperaban gracias a la expansión de sus operaciones a nivel mundial. Se realizaban inversiones con enormes volúmenes de capital en el resto del mundo, con preferencia sobre Estados Unidos (EE. UU.) o Europa Occidental. La oferta no era motivo de preocupación para la Reserva Federal de EE. UU. (Fed) ni para el Banco Central Europeo. El capital, la mano de obra y el suministro de energía eran abundantes y baratos. La intervención de los bancos centrales se limitaba a flexibilizar la política cuando la demanda se debilitaba, ya fuera por un problema endógeno o por un shock externo, como la reciente pandemia del COVID-19.
El pasado 16 de marzo, la Fed subió los tipos de interés por primera vez en un contexto de shock externo. Esto se debe a que la guerra en Ucrania es más un shock de oferta que de demanda. Tras registrar un breve descenso hasta el 1,26% en los primeros días del conflicto, los rendimientos a dos años en EE. UU. subieron rápidamente hasta el 2,4% el 29 de marzo, prácticamente duplicándose en tres semanas.
A raíz de ello, el mercado revisó al alza sus expectativas de subidas de tipos de interés para los próximos dos años, incrementándolas en 120 puntos básicos. El mercado de renta variable estadounidense avanzó simultáneamente de 4.157 a 4.637 puntos en el índice S&P 500. ¿Cómo conciliar las crecientes expectativas de ajuste monetario con el alza de la renta variable?
En realidad, con la guerra de Ucrania ha disminuido el riesgo de un error de política monetaria. Independiente del desenlace a corto o medio plazo, el estallido bélico pone fin a 30 años de optimización de la cadena de suministro, llevada a cabo sin consideración alguna de los riesgos políticos.
En consecuencia, el gasto de los Gobiernos occidentales —es decir, su política fiscal activa— y las inversiones privadas que se han visto obligadas a repatriar numerosas actividades generarán un estímulo estructural para la demanda de inversión interna y, por tanto, para el crédito al sector privado. Es muy probable que el multiplicador monetario empiece a subir de nuevo y eso lo cambia todo.
A diferencia de lo ocurrido durante los últimos 30 años, en los que el más mínimo ajuste de política por parte de la Fed desencadenaba una crisis financiera en un plazo más o menos breve, obligando al banco central a dar rápidamente marcha atrás, el margen de ajuste que el sistema puede absorber hoy es significativamente mayor.
Tribuna de Yves Bonzon, CIO (Chief Investment Officer) del banco privado suizo Julius Baer.