Estamos en una época de incertidumbre a nivel global, no solo financiera, también política. Muchas veces las dos cosas confluyen y una se vuelve un detonante de la otra, pero en general estamos en un mes de junio que se encuentra movido. Además del llamado Brexit (posibilidad de que Reino Unido vote una salida de la Unión Europea), se unen las incertidumbres que se ven en los miembros de la Reserva Federal sobre la tasa de interés, y los llamados de muchos analistas a que estamos ante una explosión inminente de algunos activos internacionales, particularmente de la bolsa estadounidense.
Los inversionistas, como es lógico, esperan el gurú que les indique el momento exacto en el que deben cambiar sus portafolios y, además, que les diga hacía donde ir. Las opciones, realmente, no son muchas, por tamaño de los mercados, pues algo que llegue a suceder en Estados Unidos en los mercados financieros, no puede ser sustentado por otro mercado de igual o similar tamaño, por lo que la respuesta no es fácil. El único mercado, que funcionaba bien como sustituto de las acciones norteamericanas hace un tiempo, era el de los bonos del tesoro estadounidense, pero esta es una posibilidad que en la actualidad no me parece atractiva. Con tasas debajo del 1,60%, un bono a 10 años no se vuelve tan llamativo para muchos inversionistas.
De hecho, esta semana vi una gráfica que me llamó fuertemente la atención y tumbó muchas de las ideas que tenía en la cabeza: un inversionista que haya puesto 10.000 dólares en un bono en 1998 (asumiendo retorno total, es decir, reinvirtiendo los supones pagados por el bono), tendría hoy en día cerca de 42.000 dólares. Si los hubiera puesto en bolsa norteamericana, también reinvirtiendo los dividendos en el esquema de retorno total, hoy tendría 32.000 dólares. Es decir, los bonos han sido más rentables que las acciones en los últimos 18 años (recordar, bajo el esquema de retorno total, no de precio únicamente), por lo que parece que ya no queda mucho espacio para exprimir esos bonos.
Yo sigo creyendo que, ante la perspectiva de caídas en activos en Estados Unidos, el destino puede ser mercados emergentes, que mantienen tasas altas (ejemplo, bonos). Y que el apetito está disponible. Miremos no más el caso de Argentina, país que hasta hace unos meses era el patito feo, pero que en la primera colocación internacional de bonos que hace en años, recibió demandas por más de 4 veces lo que ofreció: una barbaridad.
Las cosas no están fáciles, vale decirlo, y como siempre el tratar de atinarle al activo más rentable en cada período de tiempo se vuelve mucho más complejo en momentos de incertidumbre. Por eso, más que nunca, son estos momentos los cuales reconfirman que tener portafolios diversificados efectivamente, con activos que se muevan en diferentes ciclos, son los mejores para inversionistas que buscan no exponerse a los ciclos de los mercados. Y que contar con la asesoría adecuada, es una gran idea.
Las opiniones expresadas son responsabilidad del autor, y no representan necesariamente la posición de Old Mutual sobre los temas tratados.
Opinión de Manuel García Ospina, vicepresidente de wealth management de Old Mutual Colombia.