El mercado de renta fija se enfrenta a rentabilidades históricamente bajas, y esta situación, en teoría, deja poco margen para la apreciación de los precios de los bonos.
Desde el punto de vista fundamental, si comparamos el rendimiento de los bonos con las perspectivas de crecimiento e inflación esperados para el mismo período, también nos encontramos en mínimos históricos. La rentabilidad real de los bonos más seguros (alemán, británico, suizo o sueco), es negativa, lo que implica cierta pérdida de poder adquisitivo por parte de los inversores a largo plazo.
Esta situación, sin precedentes en la historia moderna de los mercados financieros, ¿llevará a los inversores en renta fija a recibir rentabilidades negativas después de tres décadas en las que las ganancias de dos dígitos han sido habituales? Por el momento, a pesar de que unos pocos inversores han evitado este tipo de activos, muchos de ellos no tienen claro qué hacer.
En este sentido, el caso de Japón resulta ser un ejemplo interesante. Desde el comienzo del milenio, los tipos de interés del bono japonés han permanecido en niveles bajos. Sin embargo, con la excepción del año 2003, sus inversores siempre han obtenido rendimientos anuales positivos. Estos resultados, que parece que van en contra del sentido común, deberían verse como elemento esperanzador para los inversores de renta fija. Para ello, debemos entender en profundidad qué ha ocurrido en Japón y cuáles son las fuerzas que están detrás de los movimientos del mercado.
La primera variable significativa ha sido la baja volatilidad de los tipos de interés a largo plazo, que viene motivada por múltiples factores. Es desproporcionadamente baja en relación con lo que observamos en otros países, y nunca se han generado expectativas de endurecimiento de la política monetaria. Por tanto, sin volatilidad (y sin la esperanza de obtener mañana una rentabilidad muy superior que la que se ofrece hoy) se vuelve imperativo invertir cuando la curva de tipos es positiva. Dicho en pocas palabras, la pendiente de la curva refleja la volatilidad de los tipos a largo plazo. Ésta refleja el “valor temporal”, donde el precio varía en función de la volatilidad de los tipos de interés.
Nuestros cálculos nos han permitido dar prioridad a los vencimientos a tres años y superiores, que también se corresponden con el periodo medio de duración de los ciclos de las políticas monetarias de los bancos centrales. En varios países desarrollados, las mismas causas que hay detrás de la baja volatilidad de los tipos a largo plazo japoneses, están aflorando de manera gradual (débil crecimiento económico, envejecimiento de la población…) lo que podría limitar las expectativas de inflación.
Esta tendencia a la baja de la volatilidad de los activos de renta fija es sólo el comienzo, y representa una base sólida para el mercado de bonos de gobiernos. Este inevitable declive no será lineal, y probablemente se verá interrumpido por periodos cortos de incrementos de estrés. Estos periodos con rentabilidades más altas, que se darán alrededor del incremento de volatilidad, representan oportunidades de inversión que pueden conducir a potenciales rendimientos.
Los cambios en el perfil rentabilidad/riesgo, construidos en base a la forma de la curva de tipos y la volatilidad de los activos, se han mostrado estables históricamente. Es más, su dimensión es común a todos los bonos de gobiernos que presentan las mismas características fundamentales: muy alta solvencia y un banco central con credibilidad, ¡factores que por lo general van de la mano!
El mismo tipo de análisis puede aplicarse a los bonos corporativos del sector privado, aunque en este caso se vuelve más complejo, puesto que debe tener en consideración dos aspectos que no son relevantes para la mayoría de los bonos soberanos: el riesgo de liquidez y el riesgo de impago. Estos dos parámetros pueden, sin embargo, expresarse fácilmente a través de nuestros indicadores: el riesgo de impago se puede contemplar como un deterioro de la rentabilidad esperada, y el de liquidez como un exceso de volatilidad que debe ser absorbido. De esta manera se simplifica la ecuación incorporando deuda corporativa, que puede ser por tanto, comparada con otros activos de renta fija.
En definitiva, no creemos que la cuestión sea si todavía hay valor en los mercados de bonos, sino en saber cómo extraerlo.
Opinión de Pascal Gilbert, director de Renta Fija en La Française.