Pocos eventos conllevan una carga financiera tan elevada como un divorcio. En términos generales, lo que antes se repartía entre dos, ahora tiene que ser de uno solo, como los gastos del hogar, porque es claro que luego de una separación habrá dos hogares en vez del único que existía anteriormente. Esto tiene serias implicaciones para las finanzas personales y es necesario que, llegado un evento de este estilo, sepamos enfrentarlo con los menores traumatismos, con el fin de que nuestros planes financieros se vean lo menor impactados posibles.
El tema importante para el divorcio es conocer y tener totalmente claro el punto de partida. El matrimonio generalmente es una sociedad, con dos socios, los cuales, salvo casos muy particulares, no son iguales en términos monetarios ni financieros. Generalmente, uno de los socios tiene una posición mucho más acomodada que el otro; si bien la ley protege al que tiene menos, frente al que tiene más, tratando de equilibrar financieramente a los dos (ex) socios.
Pero aquí es donde comienzan los temas importantes de planificación financiera. Que los dos socios queden con activos similares en valor no implica necesariamente que los dos queden igual financieramente para la etapa que viene. Es muy posible que uno de los miembros de la pareja quede con un bien principal —casa de habitación—, el cual puede ser valioso, pero que cuenta con mucha iliquidez. Esto llevará, necesariamente a que, en una situación de éstas, esa persona tenga que buscar recursos líquidos o que empiece a cargar el diario a la tarjeta de crédito, con el fin de financiarse de forma inmediata. Así, en la práctica, lo que parece ser un ‘buen trato’ no es en lo mínimo un trato equitativo.
Está la otra cara de la moneda: si un miembro de la pareja queda con los recursos líquidos, pero desinvertido. El costo de oportunidad que puede estar generando es muy grande, y pensando en el largo plazo, retrasaría metas importantes como el retiro, si no se invierten esos recursos de manera productiva en un tiempo relativamente corto.
El punto trascendental es que ante una situación así es importante tener la ayuda de un asesor financiero que ayude a tomar decisiones con “cabeza fría”. Como cualquier evento que dañe el status quo, un divorcio lleva a las personas a pensar más con la emoción del momento que con la razón, pudiendo echar al traste todos los planes financieros. Recordemos que vamos a tener los mismos ingresos, pero con gastos mayores, lo cual daña, incluso, los planes que venían andando y toca volver a diseñar procesos de planificación financiera con la nueva situación y la información del momento.
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no reflejan necesariamente la visión de Old Mutual sobre los temas tratados.
Opinión de Manuel García Ospina, gerente de la Escuela de Planeación financiera y comercial de Old Mutual.