Dejamos atrás un verano que, a diferencia de otros, en líneas generales ha transcurrido más tranquilo en los mercados financieros. Todo ello con permiso de las tensiones geopolíticas surgidas cuando Corea del Norte disparó la tensión militar con el lanzamiento de un misil que sobrevoló territorio japonés. A esto le añadimos el paso de los huracanes por las costas de América y sus dañinos efectos en la economía.
Algunas de las tensiones que pueden surgir en los mercados son más predecibles que otras aunque, normalmente, lo predecible o esperado por el mercado suele ir digiriéndose paulatinamente y con menos volatilidad. Las dificultades surgen cuando los hechos que se producen son totalmente inesperados o cuando, en el caso de los desastres naturales, hemos minusvalorado su ferocidad o sus efectos y, por ende, su impacto en la economía.
Un patrón que se suele repetir en este tipo de situaciones es que,desde el primer momento, tenemos al oro apreciándose, actuando como el activo refugio por excelencia que es. Su liquidez, su independencia de los Bancos Centrales y la facilidad para comprarlo en “distintos formatos” sin duda lo hacen muy atractivo. A partir de esta premisa, el resto de activos cotizados como bolsa, bonos o divisas suelen incrementar su volatilidad y en algunos casos sufren caídas en sus cotizaciones.
En la actualidad comprobamos que los mercados están muy globalizados y que cuando alguien “estornuda” al otro lado del globo, aquí en Europa también lo notamos
Esto ocurre también con este tipo de eventos, los mercados de todas las partes del mundo se mueven al unísono, salvo que el elemento perturbador sea realmente algo muy local.
Analicemos un poco más en detalle lo acontecido este verano. Por un lado, las noticias del lanzamiento del misil por parte de Corea del Norte dieron lugar a movimientos de muy corta duración en el tiempo, generando caídas en las bolsas mundiales (de alrededor del -2%) y subidas de los precios de los bonos de gobierno en general, especialmente del Treasury americano (+0.5%) y del bono Alemán (del +0.8%) que son considerados los activos refugio dentro del mundo de los bonos.
El resto de los bonos corporativos también sufrieron caídas en precio, igual que las acciones, pues son considerados activos de más riesgo que los mencionados anteriormente. El oro, por su parte, se apreció aproximadamente un 2% aunque estos movimientos duraron poco tiempo. Si miramos los días posteriores veremos que los activos recuperaron sus niveles previos. Esto pone de manifiesto que los mercados han considerado esta amenaza como un “one-off”, es decir, algo que puede ser un hecho aislado y no tiene por qué volver a ocurrir. A partir de este momento los mercados lo dejarán en el olvido mientras no se produzca una escalada militar de mayor envergadura o duración en el Pacífico.
Por otro lado, tuvimos el efecto de los huracanes y sus consecuencias sociales y económicas así como su impacto en el PIB e inflación norteamericanas. La cuantificación monetaria de los desastres naturales suele dilatarse en el tiempo. Precisamente por ello el día en el que se producen tienen un efecto muy similar al comentado previamente, generando mucha volatilidad y huida del dinero hacia activos refugio, provocando la salida de capitales de los activos considerados como de mayor riesgo.
Los desastres naturales suelen afectar de manera muy distinta al precio de las cotizaciones, sectorialmente hablando, y se suele repetir el patrón de que se ven muy negativamente afectadas las compañías de seguros y reaseguros por tener impacto directo en sus cuentas de resultados
Una vez hechas las cuantificaciones pertinentes estos eventos sí pueden tener mayor incidencia en el comportamiento a medio plazo de los distintos activos y aquí cada gestor deberá decidir cuánto está ya cotizado en el precio de cada activo y cuánto no y actuar en consecuencia.
Podemos concluir que cuanto más inesperados son este tipo de eventos más volatilidad inicial generan, y los movimientos de huida hacia los activos refugio son más acusados. En este punto también hay que reconocer que cuanta menor incidencia tienen a medio y largo plazo sobre las economías y el tejido empresarial, menor es su duración. En este sentido, nos recuerdan en algunas ocasiones al paso de las estrellas fugaces.