Al golpear una vaina madura de cacao contra un árbol, esta se divide en dos dejando al descubierto los granos, cada uno de los cuales está envuelto por una deliciosa pasta blanca. Sin embargo, como dicen los agricultores, el verdadero tesoro está en los granos en sí. De hecho, han sido altanamente apreciados durante miles de años y sirva como muestra de ello, por ejemplo, el uso como moneda que le dieron los aztecas.
Se trata de una fruta relativamente desconocida en el mundo desarrollado. No obstante, es muy valiosa, aunque por diferentes razones. En primer lugar, es la materia prima básica para elaborar chocolate y nuestro insaciable deseo de chocolate hace del cacao una materia prima altamente valorada.
Cualquier excusa es buena para comer algo de chocolate, pero; sin embargo, no hemos de sentirnos culpables. Nuestro apetito por el chocolate contribuye a la economía global
Y también protege la vida de aquellos que dependen de los cultivos de cacao en las zonas tropicales de América Central y del Sur, África y Sudeste Asiático. A nivel mundial, cerca de 50 millones de personas repartidas en 5,5 millones de pequeñas plantaciones dependen del cacao.
Cuando se recoge, los agricultores fermentan los granos, lo que acaba con los gérmenes y aporta al cacao su delicioso sabor. Luego son secados, a menudo bajo el sol, y posteriormente son empaquetados para su transporte. Cuando los granos llegan a las fábricas son triturados para hacer manteca de cacao, lo que aporta al chocolate su textura cremosa, y también para elaborar cacao en polvo, que se añade para crear el sabor y el color del chocolate. A continuación, se incorpora leche, azúcar y aromas naturales para conseguir el exquisito chocolate que disfrutamos diariamente.
Durante siglos, la producción de chocolate ha necesitado enormes cadenas de suministro a nivel global para transportar los granos tropicales de cacao hasta las fábricas europeas.
Evidentemente, el chocolate también produce una huella de carbono, presente a lo largo de toda la cadena de suministro del cacao, debido a los costes de transporte
A pesar de ello, una vez más, hemos de evitar sentirnos culpables porque muchas de los alimentos que consumimos de forma cotidiana requieren cadenas de suministro similares. Es lo que sustenta nuestra economía global y lo que nos da el nivel de vida que tenemos.
El petróleo supone un importante coste, no solo para el chocolate, si no para la economía global en su conjunto. Nuestro día a día depende de él, desde los granos a partir de los cuales se ha elaborado el café con el que nos despertamos cada mañana hasta el metro que nos lleva a casa después del trabajo. Y esta es una realidad que no va a cambiar en el corto plazo. Por ello, si se dejase de consumir chocolate debido a la huella de carbono que produce, esto tendría un impacto directo tanto en los agricultores que cultivan el cacao en las plantaciones, como en los conductores de camiones que transportan los granos, los tripulantes de las embarcaciones en las que viajan hasta Europa y en los trabajadores de las fábricas. Todos ellos dependen del cacao.
La realidad es que el petróleo impulsa el mundo y contribuye al crecimiento económico, que sustenta nuestros estilos de vida. Quizá en el futuro las energías renovables asuman el papel que hoy desempeña el petróleo, pero esto no podrá ocurrir sin que se produzcan significativos cambios en la estructura de nuestra economía moderna. Así que, por ahora, dejemos a un lado la culpa y sigamos disfrutando del chocolate.
Jeremy Backer, Responsable de Commodities Senior en Vontobel AM