Aunque los ambiciosos planes de infraestructura y las expectativas sobre el fin del conflicto interno en Colombia aumentan el optimismo nacional, siguen existiendo desafíos económicos significativos. Un reciente viaje al país me permitió conocer nuevos datos sobre su potencial de inversión a largo plazo y los posibles obstáculos en el camino.
La economía de Colombia ha ido bien en la última década y ha tenido la ayuda de condiciones favorables para el comercio del petróleo y del carbón, cuya producción aumentó considerablemente en ese periodo. Además, el gobierno ha adoptado políticas económicas sensatas y prudentes desde el punto de vista fiscal, que incluyen una política monetaria dirigida a la inflación y gestionada por un banco central independiente. Pero la infraestructura del país sigue siendo una gran limitación y actualmente el gobierno del presidente Juan Manuel Santos tiene planes nuevos y ambiciosos que podrían reactivar la economía nacional si tienen éxito.
Como parte de su enorme programa de trabajo, en los próximos meses se subastarán proyectos de autopistas con un valor de hasta 25.000 millones de dólares. El programa prevé otorgar hasta 40 contratos mediante alianzas público-privadas de 25 años.
Está previsto que el programa se complete en 2020 y el gobierno espera que transforme el transporte en Colombia mediante la mejora de su deteriorada infraestructura vial, la disminución de los costes de desplazamiento y la reducción del tiempo de viaje en hasta un 30%. Uno de los futuros desafíos potenciales es la financiación, ya que la obtención de financiación para el programa no está garantizada y solo el tiempo juzgará si tiene éxito.
Colombia también se enfrenta a otros temas urgentes. Aunque el país es el tercer mayor productor de petróleo de Latinoamérica con una producción actual de un millón de barriles de crudo al día, su riqueza petrolífera es un arma de doble filo. La reciente caída en los precios del petróleo a nivel global le ha afectado mucho y es posible que obligue al gobierno colombiano a ajustar sus perspectivas económicas.
En un país en el que el petróleo supone el 18% de los ingresos fiscales del gobierno y los derivados del petróleo representan el 50% de las exportaciones, se necesitan restablecer las expectativas y ajustarlas a niveles más sostenibles de precios del petróleo. Cuando visité Colombia me dio la impresión de que el gobierno aún necesita tener en cuenta todas las implicaciones de este aspecto.
A largo plazo las reservas de petróleo de Colombia tampoco son infinitas, y se espera que la producción alcance un pico en 2018. Esto significa que la economía nacional debe diversificarse hacia otras áreas como la industria y la agricultura, cuyo pilar principal sigue siendo la producción de café. Y con su impresionante entorno andino, Colombia también tiene potencial para aumentar su sector turístico.
Mi visita a Colombia me llevó a la capital, Bogotá, que en su momento fue considerada como una de las ciudades más violentas del mundo. A pesar de las grandes y obvias disparidades de riqueza en la ciudad, su tasa de delitos está cayendo gracias a una política de seguridad integrada y efectiva. Y un reciente auge en el sector inmobiliario ha causado un marcado aumento del valor de la propiedad.
En el frente político y social, empieza a haber signos positivos. Tras décadas de conflicto con los rebeldes de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), parece que las negociaciones gubernamentales para terminar el conflicto empiezan a progresar de verdad. Sin embargo, sigue sin estar claro cuáles serían los pros y los contras económicos de un posible acuerdo de paz.
A pesar de sus problemas, que incluyen unos niveles de pobreza persistentemente elevados, la economía colombiana ha crecido a una media del 1% intertrimestral desde 2001. Aunque el menor desempleo se ha visto reforzado sobre todo por trabajos del sector informal, en cualquier caso el cambio podría dar un necesario empuje al consumo privado a largo plazo.
Aunque la pobreza y la falta de inversión eran claramente visibles en algunas zonas durante mi viaje, Colombia tiene potencial real de inversión. Su gobierno y su banco central se han labrado una reputación basada en la gestión financiera disciplinada, tras controlar fuertemente la inflación y mantener reservas saludables. En 2011 el gobierno colombiano implementó una ley que establece la «Regla Fiscal», diseñada para mantener el déficit de la economía nacional bajo un control estricto y que, a pesar de muchos obstáculos, ha cumplido su cometido en términos generales.
Las últimas predicciones del banco central de Colombia indican un crecimiento del PIB del 4,3% en 2015. Nuestra predicción es algo más cautelosa y creemos que esta cifra se situará en torno al 3,5%. Sin embargo, tenemos la esperanza de que el progreso económico de Colombia y el desarrollo de la infraestructura de su mercado de inversión ganen fuelle en los próximos meses y años.
Aunque nadie debería subestimar los considerables desafíos económicos y sociales a los que se enfrenta Colombia, el país sigue teniendo un potencial significativo a largo plazo. Con recursos naturales, un gobierno que acepta a las empresas, planes ambiciosos de infraestructuras y sectores robustos de consumo y fabricación, el país tiene buenas bases para el optimismo económico.
Naomi Waistell es gestora del equipo de renta variable global de Newton, parte de BNY Mellon