En una histórica victoria que ha conmocionado a la política y a los mercados financieros globales por igual, Donald J. Trump se convertirá en el 45º presidente de los EE.UU. Como un extraño eco del Brexit, millones de americanos frustrados con la marcha de su país han votado en contra de lo que percibían como el status quo de la democracia más rica y poderosa del mundo. Sin embargo, la incertidumbre sobre la forma en que gobernará el presidente electo plantea riesgos y oportunidades para los inversores.
¿Cómo será la presidencia de Trump? El candidato republicano ha ganado a su oponente Hillary Clinton con un notable margen. La incertidumbre sobre sus políticas pone nerviosos a los inversores, al menos inicialmente. Los mercados de valores mundiales se desplomaron, el dólar estadounidense cayó contra las principales divisas, mientras los bonos del Tesoro y el oro rebotaron cuando los inversores huyeron de los activos de más riesgo.
Ahora los inversores y los líderes internacionales deben tomar medidas, y los americanos se adaptarán al estilo y al tono de una persona ajena a la Casa Blanca. Sin embargo, una mayoría republicana tanto en la Casa Blanca como en el Senado significa que Trump tiene una buena posibilidad de promulgar gran parte de su agenda económica. Podría hacerlo a través del llamado proceso de ajuste del presupuesto, según el cual los cambios fiscales y de gasto pueden aprobarse con una mayoría simple del Senado, no más de 60 votos. Los inversores asustados por la elección de Trump pueden verse sorprendidos el próximo verano con un estímulo económico promulgado desde Washington.
Aunque creemos que la volatilidad del mercado va a continuar, ya que los inversores se ajustan a la realidad de un nuevo equilibrio de poder en Washington, hay cinco áreas clave en las que las decisiones de política podrían tener un impacto económico.
Infraestructuras: mucho más que un muro
El presidente electo ha hablado de un plan de infraestructuras que podría alcanzar los 500 millones de dólares, si tenemos en cuenta su promesa informal de destinar más o menos el “doble” de lo que prometía Clinton. Mientras muchos en Washington se muestran escépticos, esta partida puede también incluir alguna versión del muro fronterizo destinado a detener el flujo de inmigrantes a través de la frontera sur de los EE.UU., una pieza central de su campaña.
En teoría, EE.UU. podría incluso dar a México garantías de crédito para préstamos a tipos de interés muy bajos para ayudar en su construcción, con lo que cumpliría otra de sus promesas de hacer “pagar” a México parte del muro. Un gran proyecto de este tipo podría llegar a ser visto como un programa de empleo al más puro estilo keynesiano a ambos lados de la frontera.
Mientras tanto, el mismo impulso que llevó a Trump para poner su nombre en líneas en el horizonte de Nueva York, podría llevarle a adoptar una agenda de infraestructura que dejaría su legado impreso en carreteras, puentes, túneles, puertos marítimos, aeropuertos o sistemas de alcantarillado. El estímulo podría sumar medio punto porcentual al PIB estadounidense durante un período de cinco años.
Impuestos más bajos para empresas y trabajadores
Esos proyectos de infraestructuras podrían ser pagados en parte a través de una reforma del impuesto de sociedades. Cualquier acuerdo de este tipo probablemente incluya una disposición de repatriar los beneficios de las empresas estadounidenses en el extranjero, que se estiman en 2 billones de dólares, y a los que se aplicaría un impuesto del 10%. Esto podría ser un incentivo para que las empresas lleven el dinero de vuelta a los EE.UU.
La mayoría de los republicanos y los demócratas coinciden en que el sistema de impuestos empresariales en EE.UU. necesita una reforma. Eso hace que Trump sea un candidato ideal para un acuerdo bipartidista y una primera oportunidad para que demuestre sus habilidades de negociación. Durante su campaña, se comprometió a reducir la tasa impositiva corporativa marginal superior al 15% desde el 35%, lo que debería tener el deseable efecto secundario de frenar inversiones– transacciones que permiten a una empresa estadounidense que quiere fusionarse con una empresa extranjera pagar menos impuestos en el país de este último. Esta práctica se ha vuelto popular en los últimos años, para gran consternación de los políticos.
Trump también se ha comprometido a bajar los impuestos sobre la renta de manera que el modelo resultante -que también incluiría aumentos sustanciales en las partidas de defensa- significaría un mayor déficit presupuestario en el corto plazo.
Comercio: llegan vientos de cambio
Un presidente tiene más poder para realizar cambios unilaterales en los acuerdos comerciales de lo que se cree. Eso significa que el presidente electo Trump podría reescribir esos acuerdos para ser más duro con sus socios comerciales – o utilizar la amenaza de la retirada de EE.UU. como una táctica de negociación para forzar cambios en las zonas que considere importantes.
Si bien el poder establecido en Washington teme que Trump nos conduzca a una guerra comercial destructiva, incluida una recesión económica, eso no está garantizado. Parece más probable que Trump mejore las condiciones comerciales en favor de los intereses de EE.UU. En particular, Trump se ha comprometido a revisar el Tratado de Libre Comercio, que fue firmado por el marido de su oponente, el presidente Bill Clinton, en 1993.
Además, acabaría con la Asociación Trans-Pacífico, lo que podría herir el prestigio de Estados Unidos en la región. Por último, Trump ha pedido normas más estrictas sobre el comercio con China, que según él se ha aprovechado de los negociadores comerciales de Estados Unidos durante años. También podría intentar de diversas maneras para acabar con las empresas de Estados Unidos que deslocalizan el trabajo, sus sedes u operaciones al extranjero.
Derogación y remodelación de la Affordable Care Act (ACA)
Aunque Trump ha sido vago sobre sus planes concretos sobre este asunto, ha hecho campaña sobre la derogación de esta ley. La mayoría de los observadores creen, sin embargo, que sería políticamente desastroso cancelar la cobertura de los 20 millones de estadounidenses que han conseguido cobertura sanitaria gracias a la norma. Así que es probable que el plan del partido republicano para «derogar y reemplazar» la ley sea implementado en última instancia como una especie de «derogación y cambio de marca», es decir, una reducción progresiva de los subsidios y regulaciones que los republicanos encuentran excesivos.
Durante la transición puede haber nerviosismo de los mercados por los planes hospitalarios y de salud que dependen de los subsidios que contempla la ley, pero, al final, deben ser capaces de recuperarse, incluso después de una renovación del partido republicano. Durante su campaña, Trump también criticó los altos precios de los medicamentos, diciendo que el gobierno tiene que ser un negociador más fuerte con las empresas farmacéuticas. Si continúa en esa línea podría significar un impulso para que el gobierno ejerza su poder de fijación de precios a través de Medicare, Medicaid y otros programas. Sin embargo, el partido republicano en un sentido más amplio, no está alineado con Trump en la idea de las negociaciones directas de precios, por lo que el resultado por el momento no está claro.
A largo plazo, la economía EE.UU. es probable que siga siendo uno de las más fuertes a nivel mundial, sin importar quién resida en la Casa Blanca. Sin embargo, el presidente tiene la facultad de ejecutar los cambios políticos que pueden mover los mercados. Si bien estas cinco áreas son algunas de las más significativos en los que el presidente electo espera hacer cambios, él y el nuevo Congreso pueden influir en la economía también de otras maneras.
Por ejemplo, Trump ha dicho que va a hacer retroceder la ley de regulación financiera Dodd-Frank de 2010 al tiempo que retiraría del Acuerdo Climático de Paris y las regulaciones ambientales para promover el fracking y la industria de la minería del carbón. Eso podría tener un impacto negativo en las empresas de energía renovables y una positiva en empresas de combustibles fósiles. Estos pasos, además, serían muy controvertidos.
Al final, una administración Trump significa un cambio significativo en la política de Washington por lo menos durante los próximos cuatro años. Esto podría preocupar a los mercados al principio, peo tendrán que esperar y ver cómo se concreta la realidad la presidencia de Donald Trump.
Columna de Matt Miller, asesor político y de comunicación en Capital Group.