El próximo 12 de febrero tiene lugar el festival más importante del año en el calendario chino celebrado por una cuarta parte del planeta: el Año Nuevo Chino, también conocido como Festival de Primavera o Año Nuevo Lunar. Una festividad tradicional que, aunque no se conoce una fecha exacta respecto a sus orígenes, se cree que se remonta a más de 3.500 años. Más de tres mil años, en los que la economía china ha sufrido una serie de transformaciones profundas e intensas, que han convertido una sociedad principalmente rural en un gigante tecnológico y productivo al que ya no hace sombra la hegemonía de EE.UU.
Hoy en día, China desempeña un rol protagonista en el escenario económico mundial con dos ejes centrales que han impulsado su crecimiento: el consumo y la innovación tecnológica. Una sociedad que, poco a poco, se está abriendo al mundo exterior y está experimentando un profundo cambio social y demográfico. Incluso durante la pandemia del COVID- 19, China es el único país del mundo que sigue creciendo. Todos estos factores favorecen la aparición de diversas oportunidades para los inversores y empresas que sepan aprovechar estas tendencias. No obstante, a la hora de invertir en China, no basta con disponer de un conocimiento base sobre el país asiático, sino que se vuelve imperativo conocer los orígenes y obtener una visión holística de la superpotencia con el objetivo de comprender mejor sus comportamientos. Las noticias procedentes del país asiático repercuten en las tendencias de los mercados financieros.
En la última década, China se ha adentrado en una nueva era con un crecimiento que si bien no es tan rápido como en el pasado, es más sostenible económicamente. Un ejemplo de ellos, es la contribución del 28% por parte del país asiático al crecimiento del PIB mundial, una prueba irrefutable de que estamos asistiendo a uno de los acontecimientos más relevantes de la historia económica mundial. En este nuevo periodo, el consumo interno, por parte de la propia población, constituye el motor de la economía mundial y contribuye a generar cerca de tres cuartas partes del crecimiento de China. Tan solo el gasto por parte de los turistas chinos en 2018 durante su periodo de vacaciones fue de 277.000 millones de dólares, más del doble que el de los estadounidenses.
Por otro lado, la innovación constituye la piedra angular de las estrategias de muchas de las compañías y les permite obtener un valor diferencial que les desmarca respecto a sus competidores más directos y fuertes del mercado. Para 2025 China se convertirá en una superpotencia de alta tecnología y el 82% de las empresas estarán conectadas con la banda ultra ancha. Hace tan solo tres años, las instalaciones de robots industriales ascendían a 154.000 y actualmente ya es el mayor mercado de robótica del mundo. Respecto a un horizonte más lejano de diez años, se estima que el mercado de la inteligencia artificial será de unos 150.000 millones de dólares.
En paralelo, se está produciendo una auténtica revolución demográfica en el país con el aumento de la clase media, el mayor fenómeno de urbanización de la historia y el envejecimiento de la población que, para 2030, se espera que alcance una cifra de 246,9 millones de personas mayores de 65 años.
Sin lugar a dudas, atrás queda la visión que asociaba a China como un destino para la fabricación de bajo coste. Para todas las empresas del mundo, se trata de un mercado atractivo e interesante a la hora de implantar nuevas ideas e innovar. Actualmente en China hay 16.000 millones de euros que se erigen como «oportunidades para la gestión de activos» y, además, la tasa de ahorro es significativa.
Todo ello, unido a un entorno dominado por bajos tipos de interés, e incluso negativo en Europa, que impulsa la búsqueda de yields atractivos, sitúa a la renta fija china como uno de los activos con más potencial. Además, China es el segundo mayor mercado de renta fija del mundo, por detrás de los Estados Unidos y por delante de Japón.
La renta fija china ofrece mayores rendimientos que la de los países desarrollados, pero su perfil rentabilidad/riesgo difiere respecto a los mercados emergentes, ya que su mayor correlación se da con los Treasuries. Actualmente, el diferencial/spreads entre la deuda China a 10 años y los Treasuries está en su máximo.
Respecto al renminbi, nuestra visión es la de un claro fortalecimiento, a pesar de que actualmente no es demasiado relevante en los intercambios comerciales, pero la tendencia es hacia una divisa más fuerte. Y el año pasado, los bonos chinos en renminbis registraron rentabilidades atractivas, con una baja tasa de impagos.
Por todo ello, nos encontramos en un buen momento para aprovechar el potencial que ofrece la deuda de gigante asiático en las carteras de inversión.
Tribuna de Bruno Patain, Country Head de Eurizon para España y Portugal