Este año se ha caracterizado por fenómenos meteorológicos extremos a través del planeta. Los huracanes Harvey, Irma y María hicieron estragos en el Caribe y sur de Estados Unidos. Europa también vivió este verano condiciones turbulentas con prolongadas olas de calor en el sur y un tiempo inusualmente seco en los países nórdicos. Si el calentamiento global sigue a su ritmo actual, las condiciones climáticas extremas se volverán cada vez más habituales.
Al margen del impacto medioambiental, el cambio climático plantea dos serias amenazas a la estabilidad del sistema financiero. En un mundo que se enfrenta a una mayor perspectiva de sequías, inundaciones y otros fenómenos climatológicos extremos, las aseguradoras se enfrentan a potenciales grandes pérdidas con efectos en cadena para la industria aseguradora y quienes participan en ella. En segundo lugar, el sector de combustibles fósiles sigue constituyendo una gran proporción de las carteras de inversores institucionales. En un mundo post-carbón el valor de estas compañías se podría evaporar. El cambio climático seguirá teniendo significativas implicaciones a largo plazo para los inversores.
Afortunadamente, el mundo se está dando cuenta de la dañina realidad del cambio climático provocado por el hombre. El Acuerdo de París, que entró en vigor a finales de 2016, fue el momento decisivo en el que cerca de 200 países acordaron un objetivo a largo plazo para mantener el aumento en la temperatura media global por debajo de los 2ºC sobre los niveles pre-industriales, pretendiendo idealmente limitar el aumento a 1,5ºC.
Así que se están logrando progresos, pero, ¿es suficiente? La respuesta correcta es: no. Mientras el Acuerdo de París fue un momento histórico, debemos recortar aún más las emisiones de gases de efecto invernadero. El Programa para el Medio Ambiente de Naciones Unidas estima que con los compromisos nacionales actuales, la temperatura subirá entre 2,9 y 3,4 grados centígrados, muy lejos del objetivo actual del Acuerdo de París, que por sí mismo puede no ser suficiente para advertir el catastrófico cambio climático.
El camino a la descarbonización
Enfrentados a tales amenazas, la necesidad de soluciones nunca ha sido tan grande. El desafío inmediato es reducir la dependencia de combustibles fósiles. Esto no va a ocurrir de un día para otro. Hemos empleado combustibles fósiles para guiar el crecimiento económico y el desarrollo durante siglos. El primer paso debería ser reducir el uso de carbón, el combustible fósil más sucio y que produce más emisiones de dióxido de carbono y contaminación. El proceso ya está en marcha; desde 2010, tres de las cinco principales compañías carboneras de Estados Unidos se han declarado en quiebra y muchos países están reduciendo su consumo.
El petróleo es menos contaminante mientras que el gas es el más limpio de los tres combustibles fósiles, a pesar de contribuir a emisiones de metano. De esta forma, los gobiernos y compañías deberían prepararse para un futuro en el que el gas representa una mayor proporción del uso energético. De hecho, ya está en marcha con el desarrollo de nuevos gaseoductos de gas natural licuado.
Paradójicamente, la decisión del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de retirar del Acuerdo de París al segundo emisor mundial de gases de efecto invernadero ha llevado a renovados esfuerzos para combatir el cambio climático. Más de 7.400 ciudades de todo el mundo han asegurado que la decisión de Trump desencadenará mayores esfuerzos locales para combatir el cambio climático. Y la iniciativa Under2 Coalition, que cubre más de una tercera parte del PIB global e incluye a diez estados estadounidenses, está manifestando un cada vez mayor compromiso subnacional de actuar contra el cambio climático.
Ante la ausencia de Estados Unidos, China e India están liderando el proceso de descarbonización. A pesar de los desafíos históricos con la degradación medioambiental, ambos países han acordado trabajar con la Unión Europea para controlar las emisiones de carbono y están registrando grandes avances a la hora de evolucionar desde el carbón y otros combustibles fósiles hacia energías
alternativas.
Otra parte de la solución pasa por expandir el uso de energía renovable. En los últimos años, hemos visto inversiones de gran escala expandiendo la efectividad y disponibilidad de fuentes renovables, incluyendo energía solar, eólica e hidráulica. La agencia de calificación Moody’s predice que los mercados emergentes superarán en 2018 a los países desarrollados en su capacidad de generar energía eólica y solar. El equipamiento y costes de instalación están cayendo en estas regiones desde Méjico a India y el almacenamiento de energía se está volviendo también más eficientemente asumible.
Las compañías asumen el liderazgo
El progreso para terminar con el cambio climático cogió impulso por la fuerza de trabajo global establecida por las naciones del G20 (el Grupo de Trabajo sobre Divulgación Financiera relacionada con el Clima). Recientemente recomendó que las compañías deberían evaluar y divulgar su gestión de riesgos climáticos a través de escenarios a largo plazo, y se aconsejó a los bancos que revelaran sus préstamos a compañías con riesgos asociados al carbón.
Esto debería ayudar a los inversores a identificar los riesgos clave en sus carteras y determinar que compañías sobresalen, ya sea por los objetivos de reducción de emisiones o por su exposición a la creciente economía con menores necesidades de carbón. Las compañías de todo el mundo están también de acuerdo en la necesidad de actuar. Muchas han evolucionado sus productos y servicios para atender a una base de consumidores cada vez más consciente y conocedora del medio ambiente, un fenómeno guiado por el aumento de la capacidad adquisitiva de las mujeres y los millennials (los nacidos entre 1980 y mediados de los 90’).
Las gestoras de activos deberían desempeñar un papel importante en la transición energética. Tenemos la obligación con la sociedad de aumentar la concienciación sobre cómo podemos, como industria, apoyar los esfuerzos para contener el calentamiento global. Nuestro deber fiduciario con los clientes incluye identificar a las compañías que están gestionando exitosamente la transición energética. La administración corporativa responsable y el continuo compromiso con las compañías sobre cuestiones medioambientales, sociales y de buen gobierno son claves a la hora de identificar a las compañías de calidad mejor preparadas para una transición a un mundo con bajas emisiones de carbono. Por tanto, sí se puede evitar la triste predicción de Mark Carney (“Cuando el cambio climático se convierta en una cuestión determinante de la estabilidad financiera, puede que ya sea demasiado tarde”), pero se necesitará una acción concertada.
Marie Lassegnore, analista de renta fija en Aberdeen Standard Investments