Hablar de Warren Buffett es hablar de éxito en el mundo de las inversiones. El “Oráculo de Omaha” como es conocido popularmente, es considerado por muchos como el mejor inversor de la historia. Pupilo de Benjamin Graham, padre del Value Investing o Inversión en Valor, Buffett es la mayor referencia mundial de esta filosofía de gestión, consistente en algo tan “sencillo” como es la adquisición de acciones de gran calidad que se encuentren a un precio inferior a su valor “real”.
Y no es solo que Warren Buffet haya conseguido tener éxito en sus inversiones, sino que también ha conseguido llevar su forma de gestionar a ser, probablemente, la modalidad de gestión de renta variable más reconocida, y que en los últimos años ha cobrado una especial relevancia en nuestro mercado
nacional. Si bien su bagaje profesional es impresionante —y fruto de ello es la fortuna que ha amasado en sus largos años de profesión—, su forma de gestionar se caracteriza por ser tan fácil de entender como complicada de aplicar, al menos con acierto.
Las principales características de su modalidad de inversión se sintetizan en sus célebres frases o reglas, como la “Regla número uno, no perder dinero. Regla número dos, no olvidar la regla número uno”. Su enfoque siempre es el largo plazo, puesto que el precio de una acción es lo que se paga por ella y el valor es lo que se recibe de ella. En su opinión, los fuertes movimientos que periódicamente se producen en los mercados se deben al comportamiento maniaco-depresivo de los inversores: “si no eres capaz de ver caer tu inversión fuertemente, mejor no inviertas” o “sé temeroso cuando los demás son codiciosos y codicioso cuando el resto son temerosos”.
Su filosofía gira en torno a invertir en empresas bien gestionadas, con buenos resultados en los últimos años, con un negocio fácil de entender, una buena imagen, con mercados amplios y clientes fieles
Como vemos, todas estas máximas podrían asimilarse al sentido común, son fácilmente entendibles y podríamos suscribirlas cualquiera de nosotros, sin embargo, son sumamente interpretables y subjetivas, puesto que dos gestores, cumpliéndolas, podrían tomar decisiones diferentes. Los resultados avalan a Warren Buffett: a través de su compañía, Berkshire Hathaway INC., sus inversiones baten holgadamente y de forma recurrente a los mercados a lo largo de los años (en raras ocasiones no ha superado al índice S&P500 en un año natural), algo que muy pocos gestores son capaces de conseguir.
Sin embargo, esta modalidad de inversión no es la única forma de gestionar con acierto. Existe un caso tan extraordinario como este y con una metodología completamente distinta: Jim Simons y la gestión cuantitativa. Esta gestión se caracteriza por la toma de decisiones en base a cálculos matemáticos y magnitudes objetivas, sin que haya margen para la discrecionalidad u opinión personal de un gestor humano. Y en esta especialidad, Jim Simons es considerado con justicia, su máximo exponente, gracias a su increíble trayectoria como fundador y gestor de la empresa Rennaissance Technologies Corporation y su fondo Medallion Fund.
Matemático de formación por el MIT de Massachusetts y la Universidad de California en Berkeley, se dedicó inicialmente a la docencia en el propio MIT y en Harvard. Obtuvo importantes reconocimientos en el mundo académico por sus investigaciones matemáticas e incluso desarrolló un teorema que lleva su nombre. También trabajó como descifrador de códigos para el departamento de defensa de los EE.UU.
Su trayectoria inversora comenzó con su patrimonio familiar, gestionando de una forma convencional, pero no tardó mucho tiempo en descubrir que el comportamiento de los activos presentaba ciertas anomalías o patrones arbitrables desde un punto de vista matemático-estadístico, y que, por tanto, era
posible obtener rendimientos positivos con ellos.
Bajo este axioma, invirtiendo grandes cantidades de dinero en tecnología, accediendo a grandes cantidades de información (lo que hoy se conoce como Big Data), y rodeándose de mentes cuantitativas brillantes especializadas en matemática y física, y no precisamente en economía, su enfoque de gestión se ha centrado en la búsqueda de oportunidades de inversión detectables bajo sofisticadas técnicas algorítmicas de decisión.
Al igual que Warren Buffett, sus resultados le avalan: retornos positivos estables desde la década de los 90 independientemente del contexto de mercado, con rentabilidades anuales de entre el 20% y 100% anual. Es tal su éxito que hoy en día tan solo gestionan su propio capital y el de inversores muy cercanos a la propia compañía.
En definitiva, nos encontramos ante dos gestores de éxito con un enfoque diametralmente opuesto: Buffet, bajo un modelo de gestión puramente discrecional, que aprovecha las oportunidades que le brinda el mercado para mediante sencillas y entendibles reglas de actuación obtener rendimientos positivos. Mientras Simons aprovecha su gran talento cuantitativo y una sofisticada tecnología para detectar oportunidades de inversión mediante ultrasecretas estrategias matemáticas.
Aunque cada uno de nosotros puede tener mayor afinidad o provocarle mayor confianza un modelo u otro de gestión, lo que sin ninguna duda puede afirmarse es que se trata de dos metodologías contrastadas de obtener beneficios, sin ser excluyentes: la eficacia de una no invalida la otra, por lo que son perfectamente compatibles y sumamente recomendables en una misma cartera de inversión.