Ni al comercio ni a los mercados les gusta la incertidumbre y siempre hay una menor incertidumbre cuando no hay cambios y el país permanece vinculado al continente. El corazón quiere dejar Europa, pero el cerebro dicta que tal vez sea mejor no hacerlo. Si Reino Unido es realmente una nación de comerciantes, calculará los pros y los contras de seguir siendo miembro y votará permanecer en la Unión Europea. Dentro de poco lo averiguaremos.
Existe una cuestión más profunda, sin embargo, que necesita ser resuelta. ¿Qué ha llevado a Reino Unido y Grecia, dos extremos de lo que se solía llamar la Europa occidental, a contemplar la salida? ¿Y, una salida de qué? Las dos situaciones son completamente diferentes. Comparado con otros países, Reino Unido es un país enormemente próspero con una tasa de crecimiento decente y un bajo desempleo. No está siendo abrumado por las constricciones ligadas al euro. Grecia se encuentra en la situación contraria. Tiene un crecimiento negativo y sufre de un alto desempleo. Está agobiado con las normas vinculadas al euro y no cuenta con la flexibilidad de utilizar su moneda para corregir los desajustes económicos.
¿Hay algún hilo en común? Los dos países simbolizan un tema más amplio, ¿una corriente subyacente de insatisfacción que se siente en muchas partes del mundo desarrollado?
Los votantes españoles acudirán próximamente a las urnas para intentar formar un gobierno estable. La perspectiva no es alentadora. Hungría y Polonia, que han tenido un desempeño económico relativamente bueno en los últimos años, han adoptado recientemente políticas nacionalistas que se enfrentan a los principios políticos de la Unión Europea. Austria, hace un par de semanas, estuvo a punto de elegir un presidente que abraza fuertemente políticas de inmigración que no están en la línea del consenso de pensamiento de la Unión Europea. Francia, Italia y Alemania han visto un aumento significativo de los partidos políticos alternativos que cuestionan el statu quo.
Existe un malestar general, una ira inflamada que busca una salida a las condiciones en las que se encuentran en la actualidad. Existe un sentimiento de frustración, una ansiedad sin nombre que cruza fronteras geográficas e impregna a la sociedad en su totalidad.
Estados Unidos no es una excepción dentro de este sentimiento generalizado de tensión subyacente, en busca de una salida a algo que no está bien definido. Es demasiado fácil simplemente rastrear esta inquietud entre los factores económicos y culpar a la desigualdad de rentas de nuestros problemas. Sin duda el colapso financiero de 2008 y 2009 y la recesión han jugado un papel significativo en la amargura del sentimiento de la población en su totalidad. Pero esto no explica adecuadamente el surgimiento de la popularidad de tendencias extremas en ambos partidos políticos estadounidenses. Hay algo más arraigado en el juego. Existe la sensación de que hemos perdido nuestro camino, de que ya no estamos en control de nuestro destino, y que hemos perdido la confianza que nos une.
Esta búsqueda de una salida de las condiciones existentes se manifiesta en los mercados financieros. La Fed está tratando de salir de su posición actual de tasas de interés extremadamente bajas, pero encuentra que el camino es muy difícil. Las autoridades monetarias reconocen plenamente que existen límites a la efectividad de la política monetaria y que existe una necesidad de políticas fiscales para estimular la actividad económica. Pero unas políticas gubernamentales efectivas están faltando.
Existe un sentimiento generalizado de estancamiento que se ha establecido conforme los políticos de forma inefectiva han intentado manejar los problemas idénticos de inflar los déficits presupuestarios e incrementar el gasto social.
Es necesario reconocer que el paisaje económico y financiero ha cambiado. No existen ningún referente histórico útil que ayude a encontrar el camino. Estamos patinando sobre la fina capa de hielo que es la política monetaria y esperando que continúe soportándonos.
Debemos, sin embargo, tener en cuenta los peligros. Las valuaciones de los mercados se han estirado. Existe un aumento de las señales de comportamiento especulativo. Los riesgos no son insustanciales. No hay soluciones fáciles que nos puedan liberar del estrés de cómo posicionarnos para este entorno plagada de riesgos de colas anchas (fat tails).
¿Sigue existiendo el concepto de activo sin riesgo cuando hay más de 10 billones de dólares invertidos en tasas de interés negativas? ¿Cómo de atractivo resulta invertir en bonos a 10 años alemanes a tasas de interés negativas? El relajamiento cuantitativo puede que proporcione soporte temporal a la economía, pero crea un precio artificial de los activos. ¿Hasta cuándo va a durar esto? ¿Dónde está la salida?
Obviamente, no disponemos de una respuesta. Solo podemos intentar invertir de una manera disciplinada en compañías que creemos son solventes y que nos pagarán a vencimiento independientemente del escenario macroeconómico o qué vientos políticos soplen. No hacemos apuestas direccionales en predicciones económicas o predicciones en los tipos de interés que son cada vez más frágiles. Debemos ser inversores prudentes y conscientes de los riesgos que nos rodean. Seguimos enfocados en generar retornos ajustados por el riesgo atractivos sin olvidar la necesidad de preservar el capital, tanto en términos nominales como en reales en el largo plazo.
George Muzinich es el fundador de la firma Muzinich & Co.