Durante meses, se han publicado pocos titulares positivos referidos a la economía brasileña. El producto interior bruto (PIB) se está contrayendo, la inflación ha subido como la espuma y el real ya ha perdido más del 50% de su valor desde 2014. Por otra parte, el país se está enfrentando a uno de los escándalos políticos más generalizados de la historia reciente. Actualmente, Brasil dista mucho de ser el paradigma del crecimiento en Latinoamérica.
El malestar económico al que se enfrenta el país es la culminación de los problemas estructurales a largo plazo, acentuados por factores cíclicos y políticos a corto plazo. Una serie de errores en la formulación de políticas han tenido como consecuencia un desequilibrio económico, anteriormente disfrazado por los efectos positivos del aumento de los precios de las materias primas. El agresivo régimen fiscal de Brasil ha desincentivado la inversión en empresas y reprimido la productividad, mientras que el creciente sistema de la seguridad social ha redirigido los fondos, apartándolos de las infraestructuras.
El final del superciclo de las materias primas ha expuesto el deterioro de la situación fiscal y la dependencia del crédito a bajo precio de Brasil. Asimismo, ha minado la confianza en un sistema político que sigue digiriendo el escándalo de Petrobras, por el cual, según una encuesta reciente, la popularidad de la Presidenta Rousseff cayó al 8%.
Un hueso duro de roer
Desde una perspectiva monetaria, el banco central no pudo flexibilizar la política por miedo a una inflación en auge que ya está por encima del 9%. Es poco probable que se apliquen medidas fiscales, ya que el Gobierno se encuentra inmerso en un periodo de reformas para reparar los excesos del pasado. El actual desbarajuste político, que se suma a un gobierno de coalición ya de por sí frágil, está siendo un impedimento para llevar a cabo actuaciones sustanciales en materia de política económica. En resumen, no será fácil dar con la solución.
Desde la perspectiva de los mercados, algunos expertos arguyen que la rápida depreciación del tipo de cambio supondrá un estímulo económico por medio de las exportaciones. Sin embargo, en nuestra opinión, esto no es suficiente para que aumente el crecimiento de forma significativa. Los mercados de exportación de Brasil son relativamente poco flexibles a la hora de fijar precios y dependen en gran medida de una revitalización de la demanda de materias primas. Creemos que solamente la recuperación de China puede ayudar verdaderamente a la economía brasileña en estos momentos. China es el principal socio comercial de Brasil y su necesidad de materias primas ha sido un impulsor clave del crecimiento de Brasil hasta la fecha.
Un ambiente muy caldeado
Las mencionadas tensiones ya son evidentes en los mercados de bonos. La rentabilidad de la deuda en la moneda local de Brasil a 10 años es superior al 16 % y los márgenes de los bonos corporativos han aumentado. Esto supone una mayor presión sobre los requisitos de financiación, tanto del Gobierno como de las empresas y los hogares. Estos últimos son particularmente vulnerables, dado el reciente ascenso de la deuda del sector privado. Los mercados de renta variable también están pasando por dificultades, ya que el descenso de los ingresos de las empresas y el aumento de los tipos de interés erosionan los márgenes de beneficio neto.
Como vemos en el gráfico, la velocidad del deterioro puede pillar desprevenidos a los actores del mercado; la rentabilidad de la deuda pública brasileña ya ha aumentado un tercio en los dos últimos meses. Pero los posibles efectos secundarios pueden no haberse reflejado en su totalidad en los mercados. Una de las áreas que estamos siguiendo de cerca es el sector bancario español, con una exposición considerable a Latinoamérica.
Brasil ha experimentado una gran caída desde su «momento mágico». Ahora, debe emprender el largo camino de la reforma política y fiscal si desea restablecer la confianza de los inversores y la fe del brasileño de a pie en el sistema político. Seguimos siendo prudentes respecto a Latinoamérica y a los mercados emergentes en general, en particular ante la posibilidad de un riesgo sistémico. Esperamos una mejora de las dificultades cíclicas y de la estabilidad política a corto plazo, así como un compromiso con las reformas estructurales en un horizonte más lejano.
Paul O’Connor se unió a Henderson Global Investors como director de su equipo multiactivos en enero de 2013.