Las principales temáticas que han marcado los mercados en el primer trimestre han sido todas negativas: unos datos macroeconómicos y empresariales decepcionantes, problemas recurrentes en los mercados emergentes y crisis política en Crimea. Aun así, la resistencia que han demostrado los mercados (renta variable internacional: +1,4%; mercados emergentes: -0,4%[1]) ante esta difícil coyuntura, apunta a la fortaleza de los mercados subyacentes y a la promesa de mejores rentabilidades en los meses venideros si las noticias realmente mejoran.
Aunque sentimos cierto positivismo ante esta situación, tenemos nuestras reservas a la hora de dejarnos llevar por ella. Uno de los motivos es que la resistencia del mercado en los últimos meses parece deberse, en parte, al hecho de que nuestras previsiones positivas en materia de crecimiento en las principales economías han pasado a ser una opinión de consenso. Probablemente, los inversores han pasado por alto la debilidad de los datos, puesto que esperan un repunte en los próximos meses. Si están en lo cierto, los activos de riesgo podrían precisar buenos datos sólo para validar las expectativas actuales. Asimismo, es posible que cualquier noticia positiva sobre crecimiento en el Reino Unido y Estados Unidos despierte entre los inversores cierto pesimismo en cuanto a la política monetaria.
La política monetaria desempeña un papel fundamental: ha sido el principal motor de los mercados financieros en el periodo posterior a la crisis. El segundo trimestre de 2013 fue el punto álgido de la confianza de los inversores en la inyección de liquidez por parte de los bancos centrales. Desde entonces, los mercados comenzaron a aceptar que el programa de relajación cuantitativa estadounidense estaba tocando a su fin y empezaron a centrarse en cuándo se produciría la primera subida de tipos. La huella de esta temática en los mercados es clara. Aunque últimamente la renta variable internacional y los bonos de alto rendimiento han registrado nuevos máximos, las demás clases de activos aún se negocian por debajo de sus cotas máximas de 2013.
La tesis general al respecto es que los mercados se encuentran inmersos en un proceso de transición desde un mundo en el que la liquidez inyectada por los bancos centrales impulsó a todos los activos, a otro marcado por un apoyo más limitado en lo que a política monetaria respecta. En las principales economías, la expansión de los balances de los bancos centrales ha alcanzado su punto máximo. Actualmente, los responsables políticos chinos están centrados en contener el boom crediticio. En otros mercados emergentes, las políticas monetarias se han endurecido más que flexibilizarse. A medida que los mercados se enfrentan a los límites del apoyo que ofrecen estas políticas, las previsiones de crecimiento pasan a ser cada vez más importantes. En unos mercados emergentes aún tocados, está claro que las sorpresas positivas en materia de crecimiento serían recibidas con los brazos abiertos. En el Reino Unido y Estados Unidos, la reacción de los mercados a estas agradables sorpresas se verá empañada en cierto modo por las preocupaciones en torno al efecto de la política monetaria.
Los mercados impulsados por la liquidez son potentes y directos: aquí todo sube. Hoy en día nos encontramos en un momento de transición hacia un contexto más complejo, en el que la reacción de los mercados a las noticias tendrá más matices y será menos predecible. Un mundo en el que prevemos que la rentabilidad de los activos seguirá siendo muy dispersa. Un mundo con más volatilidad, más retos y más oportunidades.