Han sido seis años de enormes satisfacciones para quienes poseían activos: la renta variable ha registrado su mayor recorrido en longitud y fortaleza desde el final de la Segunda Guerra Mundial y el mercado crediticio en alza no está lejos de su mejor recorrido histórico. Aun así, los mercados de capitales se encuentran impregnados de un profundo escepticismo según el cual la recuperación de la Crisis financiera mundial es una ilusión, con acólitos de la estanflación secular que auguran que, en esta nueva etapa, la normalidad será tipos de interés “más bajos durante más tiempo”. Conviene destacar que los flujos de fondos privados e institucionales llevan favoreciendo de forma casi unánime a la renta fija desde mediados de 2007. ¿Qué pasaría si los inversores se hubieran equivocado a la hora de asignar sus activos?
Un cóctel poco habitual
Nos encontramos en una situación muy excepcional en la que contamos con soporte de liquidez y recuperación económica al mismo tiempo, y es difícil predecir durante cuánto tiempo se solaparán estas dos características. Lo que sí sabemos es que la perspectiva de crecimiento es la mejor desde 2010, y que la recuperación va a más en términos de volumen y extensión. Se ha dado una serie de factores clave que han alterado para mejor la expansión continua. Entre ellos, la disminución del endurecimiento de la política fiscal mundial como porcentaje del producto interior bruto (PIB), sobre todo en Estados Unidos y Europa. Por otra parte, los precios del petróleo se han reducido más de un 50% desde mediados de 2014, y debe ser considerado un recorte fiscal mundial para las naciones consumidoras. Los volátiles datos de inflación general enmascaran cifras de inflación subyacente más constantes, y la caída de los precios del petróleo debería comenzar a notarse en la primera.
Fuerzas inflacionarias
En las publicaciones económicas vemos indicios de que las condiciones están mejorando y podrían, a su debido tiempo, dar lugar a un aumento de la inflación. Un barómetro clave es la cifra de empleo de las economías desarrolladas, dado que el incremento salarial tiende a ir de la mano con la rigidez del mercado laboral. Otra área que seguimos de cerca es el mercado inmobiliario estadounidense, ya que se traduce en crecimiento y puestos de trabajo en numerosos sectores.
Un informe emitido en 2007 por Jackson Hole bajo el título “La vivienda es el ciclo de negocio” sostenía que la inversión residencial contribuía de forma constante y significativa a la debilidad previa a la recesiones y que, del mismo modo, la recuperación del mercado residencial comenzaba y se completaba antes en el ciclo que otras áreas de la inversión del gasto. Si miramos cuántas viviendas se han iniciado en Estados Unidos, el número de nuevos proyectos de construcción comenzados cada mes todavía se sitúa en niveles bajos de la década de 1990: esto sugiere que el ciclo todavía tiene que coger más fuerza. Si lo hace, los inversores podrían encontrarse a pie cambiado en su tendencia a la baja.
El ingrediente que falta
Sin embargo, para que la recuperación se consolide, necesitamos que las empresas recuperen la confianza con más fuerza. Al inicio de la crisis financiera, las empresas centraron su atención en apuntalar sus balances y reducir sus costes para favorecer sus resultados. Como consecuencia, han logrado mayor eficacia y mayores niveles de rentabilidad, si bien han dado también pábulo a un deseo de acumular efectivo. Las empresas tienen la capacidad de endeudarse a tipos de interés increíblemente bajos, por lo que resulta desconcertante que no hayamos visto una recuperación más significativa de la actividad de fusiones y adquisiciones. Nuestra sugerencia para muchos inversores sería que estuvieran bien preparados por si (o para cuando) reaparezca el «instinto animal».
Puede decirse que el potencial de error en la política de un banco central y el notable aumento de voces políticas discrepantes en toda Europa representan una amenaza para los activos de riesgo, pero nos inclinamos más por ser optimistas y por que el fortalecimiento del crecimiento económico recoja el testigo del estímulo y se convierta en el impulsor del mercado. En este escenario, la conclusión sería que mientras sucede esto, el mejor lugar donde podemos estar es la renta variable.
Bill McQuaker, Director adjunto de multiactivos de Henderson GI.