Las empresas que prosperan a largo plazo entienden cómo está cambiando el mundo o cómo podrían cambiarlo ellas. Prevén las necesidades y los gustos de los clientes, y toman las decisiones correctas en el momento adecuado.
Lo primero que tenemos que hacer los inversores de verdad es comprender el entorno dinámico en el que se toman esas grandes decisiones estratégicas. A continuación, evaluamos si una empresa tiene lo necesario para hacer realidad su objetivo.
En Baillie Gifford, lo que más nos importa es esa visión global, no la rentabilidad actual ni las fluctuaciones intertrimestrales del mercado. Nos ayuda a imaginar qué tipos de empresas se beneficiarán de los revolucionarios cambios que se avecinan y cuáles se quedarán fuera y serán desbancadas.
Con la inestimable ayuda informativa de nuestros contactos académicos y empresariales de todo el mundo, tratamos de entender los motores de la disrupción y seguirles el ritmo a las empresas pioneras que se preparan para un futuro próspero.
Algunos avances tecnológicos y cambios de comportamiento, como la personalización de los medicamentos, la difusión de las aplicaciones de pago para solicitar préstamos o la consolidación de la publicidad inmobiliaria en Internet, entre otros, son esenciales para que muchas de las empresas en las que invertimos el dinero de los clientes alcancen sus objetivos.
En vista de la actual magnitud de los cambios, es muy poco probable que un análisis cuantitativo tradicional revele lo que necesitamos saber de la suerte que correrá una empresa dentro de cinco o diez años. Por supuesto, que una empresa tenga tanto un buen balance como unas operaciones y un modelo de negocio sólidos son motivos para estar satisfechos, pero nos centramos en la magnitud de la oportunidad de mercado, en la ambición y la adaptabilidad del equipo directivo, en el potencial de su liderazgo empresarial y su propiedad intelectual, y en los nuevos clientes que podría crear. No nos fijamos en la cuota de mercado actual ni en trivialidades como las cifras trimestrales.
Por ejemplo, en lo que respecta a los sectores de la energía y el transporte, invertimos miles de millones de euros o dólares para nuestros clientes en empresas que son precursoras de un mundo más limpio. No hay visión más global que la calidad de vida en el planeta, y para preservarla es fundamental abandonar gradualmente los combustibles fósiles. En este campo, a una empresa de automóviles o de combustibles fósiles le importa mucho más el cambio de las actitudes sociales que la extrapolación de las ventas actuales a un mundo transformado. ¿Quién querrá complicarse la vida con un coche de conducción manual y combustión fósil, cuando se pueda llamar para que te recoja uno eléctrico y autónomo con un minuto de antelación? La visión global es importante. Las empresas de vehículos eléctricos que tratan de fabricar coches autónomos, como Tesla y Nio, son ejemplos de inversiones basadas en los cambios transformacionales.
La importancia que tiene para las personas la amenaza del calentamiento global no va a aparecer en ninguna columna de hoja de cálculo, pero es crucial saber que los consumidores están optando por no comprar productos ni contratar servicios de empresas que les parecen irresponsables. Por lo tanto, los inversores de verdad deben hacerse las siguientes preguntas antes de nada: ¿Esta empresa está haciendo lo suficiente para mitigar el cambio climático y las emisiones de gases de efecto invernadero? ¿Está obteniendo resultados significativos? ¿Se está beneficiando del cambio de comportamiento? Si las respuestas son afirmativas, la probabilidad de éxito a largo plazo es superior a la media, y entonces nos pararemos a estudiarla en detalle. Y, que quede claro, a veces ese estudio detallado sí es importante; pero no es nuestro punto de partida.
Un modo de tener una visión global es preguntarse si una empresa está posibilitando algo que antes era imposible. Por ejemplo, si desarrolla aplicaciones móviles que conecten a personas de zonas remotas de África o China con microprestamistas; o si innova en el sector sanitario para mejorar los tratamientos farmacológicos adaptándolos al código genético; o si fabrica microchips que alcancen nuevos niveles de miniaturización mediante la tecnología ultravioleta. Si lo que están posibilitando es lo suficientemente grande e importante, las empresas que traten de expandir sus límites tendrán éxito. Los inversores de verdad deben tratar de encontrar empresas cuyos beneficios se puedan acumular a un ritmo significativo, un año tras otro.
En resumen, puede que una visión global solo nos permita acertar en parte, pero es mejor eso a equivocarse por completo, porque prever un gran cambio a diez años siempre valdrá más que pronosticar los beneficios del próximo año con algo más de precisión que los demás inversores.
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