La invasión rusa de Ucrania ha provocado un periodo de realineación global, y es difícil calibrar su extensión siete meses después de la invasión. La unificación rápida y loable de las democracias occidentales frente a la invasión dio como resultado la materialización de una serie de sanciones contra Rusia, así como considerable apoyo miliar a Ucrania. Sin embargo, la falta de una victoria rauda por parte de Rusia y la formidable respuesta de las democracias occidentales han obligado a Rusia a retroceder y sacar un as de la manga, su suministro de energía a Europa.
Antes de la guerra, Rusia proporcionaba el 70% del carbón europeo, una cuarta parte de su petróleo y cerca de la mitad de las importaciones de gas natural en torno a los 50.000 millones de metros cúbicos. El carbón es ahora una parte más pequeña del mix energético europeo, un 13%, y una materia prima con la que se comercia globalmente, y el petróleo también cotiza en mercados internacionales. Esto llevó a la UE a anunciar planes para reducir las importaciones rusas de ambos hidrocarburos para final de este año, aunque cada uno presenta sus propios desafíos. Dada la dependencia de Europa del gas – y la dificultad relativa para comerciar internacionalmente con él – la UE no se atrevió a sancionar al gas ruso. Rusia, sin embargo, ha tomado la iniciativa recientemente y parado el suministro de gas al importante gasoducto Nord Stream 1 en Alemania, alegando dificultades técnicas y problemas de mantenimiento. En el presente solo persisten pequeños suministros a Italia a través de Ucrania y dudamos de que continúen por mucho más tiempo.
Estas acciones combinadas han llevado a un shock global de la energía y a algo más cercano a una crisis energética en Europa. Es probable que el déficit de Europa sea (parcialmente) compensado en el corto plazo por el incremento de la oferta procedente de EE.UU. -algo que podría impulsar materialmente el crecimiento y la renta en EE.UU. durante la próxima década- antes de que el incremento de capacidad de las renovables permita un mayor suministro local y de energía sostenible para Europa y el resto del mundo. Pero este periodo de transición, particularmente en los próximos inviernos, desafiará a la economía global al restringir el libre acceso a energía que había sostenido el desarrollo global desde la segunda guerra mundial, con la costosa excepción de la crisis energética de los 70. Es más, estas incertidumbres sobre la energía recubren una duda más profunda sobre la estabilidad de las relaciones geopolíticas en general.
Rusia puede permitirse cortar el suministro de gas a Europa, el petróleo es más doloroso
Europa es el mayor cliente de gas de Rusia, al comprar más de tres cuartas partes de su producción. La gran mayoría – cerca del 90%- se distribuía a través de gasoductos, lo que significa que para Rusia es difícil revertir rápidamente el suministro a otros países. Rusia redirigirá algo de gas natural licuado (GNL) a Asia, pero más fundamentalmente implica años de construcción de nuevas infraestructuras de gasoductos, un proceso que ha estado en marcha durante algún tiempo en China y continuará.
Desde el punto de vista ruso, cortar el suministro de gas tiene ventajas obvias e inicialmente costes relativamente limitados. Lo primero de todo, Rusia no es tan dependiente de los ingresos por el gas como del petróleo. El gas proporcionó a Rusia 23.000 millones de dólares en ingresos en 2021, poco en comparación con los 100.00 millones de las ventas de petróleo. El gas supuso una media del 3,2% de los ingresos del gobierno federal durante los últimos 16 años y un 3,5% el año pasado, en comparación con el 15,3% del petróleo. Es más, el repunte en los precios de la energía visto desde la invasión ha amortiguado el impacto sobre los ingresos de la caída del volumen. Desde enero a julio, los ingresos por petróleo y gas se incrementaron un 50% en comparación con el mismo periodo del año pasado, y ahora suponen cerca del 80% de todos los ingresos federales de petróleo y gas de 2021. Los costes inmediatos de poner a Europa en una dolorosa situación económica parecen por consiguiente soportables para Moscú, particularmente si es una poderosa herramienta para negociar un retroceso de las sanciones al petróleo.
Sin embargo, Rusia afronta mayores problemas en el largo plazo. La prohibición planeada por Europa a la mayoría de importaciones de petróleo ruso podría ser mucho más costosa para el estado ruso. Rusia tiene capacidad para redirigir algo del suministro de petróleo de Europa a Asia. Ya está pasando, con el incremento de ventas a India, Turquía y China, pero es improbable que compense plenamente los más de 3 millones de barriles al día que consume Europa actualmente. El impacto del embargo al petróleo ruso dependerá de su duración: cuanto más dure, mayores serán los costes en el largo plazo ya que la perspectiva es que se avecine el cierre de pozos de petróleo.
También dependerá de la respuesta de la OPEP en términos de ajustes del suministro. Los países del G7 también están intentando topar los precios del petróleo ruso globalmente, para coincidir con el embargo de la UE. Somos escépticos respecto a si tal propuesta pueda funcionar para limitar la capacidad financiera de Rusia.
Eurozona: racionamiento que lleva a la recesión
Mucho antes de la invasión rusa a Ucrania, Europa había planeado ajustar su mix energético, por razones de sostenibilidad y seguridad. Para el caso, estos planes no fueron suficientemente rápidos y variaban mucho entre países. Si algunos países como Polonia comprendieron rápidamente el coste de la dependencia de la energía rusa, otros se centraron en los beneficios a corto plazo de la energía barata y fácilmente accesible. Alemania, la economía más grande de Europa, construyó su éxito económico sobre tal acceso, y su dependencia creció con su decisión de terminar con la energía nuclear tras el desastre nuclear de Fukushima en Japón. Ahora es la economía más expuesta de la eurozona, al suponer las importaciones de gas ruso cerca del 35-40% del consumo.
La situación ha cambiado con la invasión de Ucrania. Las exportaciones rusas de gas a Europa se han hundido en tándem con las crecientes sanciones occidentales. A pesar de una importante remodelación del suministro a través de gasoductos de gas procedente de Noruega, Argelia, Azerbaiyán, Libia y Reino Unido y el incremento de importaciones de GNL, el volumen total de importaciones europeas de gas ha caído cerca de un 9% interanual en agosto. Sin embargo, los niveles de almacenaje todavía han subido en niveles interanuales, lo que significa que el consumo de gas ya ha caído.
Esto tendrá un impacto material y muy discutido sobre la actividad europea y ya ha exacerbado la crisis del coste de la vida en el continente. Además de considerar cómo puede ajustar el consumo el mercado a través de los precios, también debemos considerar si Europa tendrá suficiente gas para pasar el invierno. Tal evaluación es un cálculo altamente complejo, con una serie de variables desconocidas. Nosotros hemos concluido que es probable que Alemania tenga que racionar el gas – restringiendo más el consumo y por encima de la esperada reducción de la demanda por la subida de precios. Es probable que Italia también se acerque a esta situación. Creemos que las previsiones para España y Francia son más seguras.