Seguramente durante tantos meses en pandemia habremos leído repetidamente alusiones a nuestro entorno global como VUCA, acrónimo que refiere a entorno volátil, incierto, complejo y ambiguo. Recientemente encontré una nueva definición ya más ajustada a nuestro tan especial 2020, que refiere y nos describe un entorno común como BANI (acrónimo acuñado por el futurólogo Jamais Cascio), esto es:
Brittle: por quebradizo, en medio de tanta fragilidad.
Anxious: por la ansiedad entre nosotros generada por tanta sorpresa y desorientación.
Non linear: no observamos un devenir lineal, incluso sin relación causa-efecto.
Incomprehensible: en lo inmediato incomprensible y muy difícil de predecir.
Dadas las características de contexto BANI, podríamos estar tentados a asumir una actitud personal y colectiva rígida/robusta, frágil o antifrágil. Es Nassim Nicholas Taleb quien nos aporta su peculiar mirada respecto a lo antifrágil y así lo expresa textualmente en su libro Antfrágil, “no existe palabra que designe exactamente lo contrario de frágil, lo llamaremos antifrágil. La antifragilidad es más que resiliencia y robustez. Lo resiliente aguanta los choques y sigue igual; lo antifrágil mejora”.
No cabe la menor duda que todos estos meses del año convivimos con una clara visión de fragilidad sanitaria y también fragilidad expresada en la actividad económica, en los frentes fiscales de los estados, en las finanzas de empresas y corporaciones, impacto en el empleo y obviamente en nuestras propias finanzas personales. No es menester abordar aquí lo referido a la emergente fragilidad sanitaria motivada y expresada por el Covid19, sí en cambio reconocernos frágiles o antifrágiles en nuestro modo de gestionar nuestras finanzas personales.
Quizás lo primeo sea reconocer nuestra fragilidad y nuestro apego a errores, a conductas que a modo de piloto automático repetimos y quedan enmarcadas por gastos, consumos, propensión a endeudarnos, manejo de tarjetas de crédito, manejo de financiaciones, muchas veces nuestros propios sesgos nos llevan a repetir las mismas conductas y el mismo modelo de toma de decisiones. Todo ello nos puede llevar a resultados concretos en costos que deben ser asumidos. En la gestión de nuestras finanzas personales, todo relato perece frente al dato concreto y taxativo. El storytelling de repente se debe convertir y reconvertir en storydoing, y ello será asumiendo costos vía desahorro o incremento de endeudamiento.
Hersh Shefrin, experto en finanzas conductuales, en su muy buen libro “Más allá de la codicia y el miedo”, hace mención al término heurística, “se refiere al proceso por medio del cual la gente averigua cosas por sí misma, generalmente por ensayo y error. El método de ensayo y error a menudo lleva a la gente a establecer reglas generales, pero suele ocurrir que este proceso también conduce a otros errores”.
Uno de nuestros sesgos más comunes es el de la postergación o procrastinación respecto a la prevención de contingencias, a la protección familiar y personal a través de un seguro de vida, otro tanto referido a nuestra etapa de retiro. Claudio Fernández Aráoz en su libro “Grandes decisiones, grandes líderes”, así lo expresa: “¿estás dedicando tanto tiempo como deberías a manejar tus inversiones financieras?¿estás planificando adecuadamente tu propia jubilación? Si eres como la mayor parte de las personas, probablemente no lo estás haciendo. Las investigaciones demuestran que tendemos a postergar nuestra acción al tomar este tipo de decisiones”.
En la gestión de nuestras finanzas personales podemos asumir actitudes de:
Rigidez – seguir como venimos, sin analizar ninguno de nuestros sesgos, y en cada exceso de gastos/consumos agotar nuestro flujo de ingresos o incluso bajar stock de ahorros.
Fragilidad – reconocer nuestros sesgos y repetidas conductas respecto al manejo de dinero, quizás con inclinación a sentirnos víctimas de las circunstancias que nos dominan, nos determinan y paralizan. Esperando que sea por necesidad y no por convicción asumir decisiones.
Antifragilidad – sentirnos plenamente responsables. Establecer una hoja de ruta para nuevos y mejores hábitos, se estima que nos puede llevar promedio de unos 20 meses incorporar nuevos y mejores hábitos. Antifragilidad también es interactuar dentro de nuestro creciente entorno digital aprovechando las herramientas que nos provee para administrar nuestras finanzas personales y para consolidar nuestro hábito del ahorro.
La fórmula emocional del ahorro es, A=V+P-r+O
Donde A es ahorro. V es voluntad y también virtud. P es paciencia, como gestión activa del tiempo sin r, por resignación. O es optimismo, somos capaces de gestionar y mejorar nuestras finanzas personales.
Hace pocos días nos dejó un gran intelectual, experto en el desarrollo de potencial humano, me estoy refiriendo a Ken Robinson (1950-2020), en su libro “El Elemento” expresaba que: “ El Elemento tiene dos características principales, y hay dos condiciones para estar en él. Las características son: capacidad y vocación. Las condiciones son: actitud y oportunidad. La secuencia es más o menos así: lo entiendo; me encanta; lo quiero; ¿dónde está?”.
Podemos trazar analogía con el Elemento de Ken Robinson y hacernos plenamente responsables de gestionar y administrar nuestras finanzas personales, como medio de bienestar y construcción para etapa de retiro, ahorrando para ello, sin quedar atrapados en sesgos inhibitorios, ya que los sesgos del presente, serán las excusas del mañana….
Ernesto Scardigno.
Coaching en Finanzas Personales, Asesoramiento en protección familiar y ahorro para etapa de retiro. Productor Asesor de Seguros matriculado SSN ICF Membership. Magíster en Políticas Públicas.