Hace un año decíamos que los mercados recorrerían un largo y, en ocasiones, tortuoso camino hacia la normalización. Y no cabe duda de que eso es lo que ha sucedido este año, ya que la volatilidad volvió a los mercados de renta variable en los últimos compases de 2014 por los temores a que el crecimiento económico en 2015 pudiese decepcionar. Entretanto, los rendimientos de la deuda soberana de los países centrales se han mantenido muy bajos, a pesar de las expectativas de que la retirada de la expansión cuantitativa en EE. UU. rebajaría los precios de los valores del Tesoro e incrementaría los rendimientos.
El acontecimiento principal de este año, que además podría tener repercusiones importantes para 2015, es el hecho de que casi ninguna de las principales economías desarrolladas registra presiones inflacionistas y que los datos de la inflación del IPC general han ido disminuyendo. Esta tendencia desinflacionista general implica que existe la posibilidad de que se sigan aplicando políticas acomodaticias, que favorezcan, a su vez, a los activos de riesgo. Sin embargo, es de crucial importancia evitar una deflación pura y dura, debido a los elevadísimos ratios de deuda sobre el PIB que persisten en buena parte de los países desarrollados.
Políticas divergentes
Una cuestión que los inversores deberán afrontar en 2015 es la de las políticas divergentes. Por un lado, Japón ha incrementado su programa de expansión cuantitativa y ha retrasado la aplicación de la segunda subida del impuesto al consumo, así como el BCE ha anunciado la compra de bonos cubiertos y valores de titulización de activos (ABS), y por otro lado, la Reserva Federal estadounidense (la Fed) ha puesto fin a su expansión cuantitativa. 2015 debería ser el año en el que la Fed comience a alejarse de su política de tipos de interés próximos a cero, aunque es probable que cualquier subida de los tipos que se produzca sea modesta. De forma similar, en el Reino Unido se espera que el Banco de Inglaterra comience a elevar sus tipos en algún momento durante la segunda mitad de 2015. En Europa y Japón, los tipos de interés se mantendrán muy bajos, lo que podría limitar cualquier subida de los rendimientos de los bonos, especialmente en un entorno en el que probablemente las tasas generales de crecimiento del PIB puedan seguir siendo anémicas.
Quizá el mayor desafío al que se enfrenten las autoridades de los países desarrollados esté en decidir qué hacer si el crecimiento sigue mostrando signos de flaqueza. Si obviamos a EE. UU., ha habido pocos indicios de mejora real de la economía; los mercados de renta variable han repuntado en los últimos años ante la expectativa de que se produjese una recuperación económica que dista mucho de haberse logrado. El problema de las autoridades políticas es que no pueden hacer gran cosa para estimular el crecimiento: la política monetaria convencional está agotada y la mayoría de los gobiernos no pueden adoptar una política fiscal más flexible para impulsar el crecimiento debido a la nefasta situación financiera en la que se hallan. Por consiguiente, cobra cierta importancia que el repunte registrado por EE. UU. continúe el año que viene y se extienda a otras economías; aunque EE.UU. podría «ir por libre» en 2015, no es probable que lo haga indefinidamente.
Uno de los principales riesgos para el próximo año se encuentra en si la tendencia desinflacionista que hemos visto en los últimos meses se convertirá en una deflación pura y dura. La posible «japonificación» de los países desarrollados representa un riesgo que llevamos vigilando desde hace tiempo y que seguiremos vigilando en 2015. Europa se encuentra en el centro de los temores deflacionistas y no estamos seguros de que los menores rendimientos de los bonos vayan a ayudar a que Europa se recupere si el BCE decide efectivamente aplicar algún tipo de expansión cuantitativa de la deuda soberana. Durante los últimos años, los rendimientos de los bonos han sido muy bajos y, a pesar de ello, las perspectivas de crecimiento en Europa han empeorado. No obstante, si se aplica una expansión cuantitativa en Europa, podría ejercer presión a la baja sobre el euro, lo que serviría de apoyo a los exportadores europeos y atenuaría en cierta medida los actuales temores deflacionistas.
Clases de activos
En lo que respecta a las principales clases de activos, seguimos siendo optimistas acerca de la renta variable frente a la deuda pública de los países centrales, aunque menos que antes, debido al escenario de «recuperación sin recuperación» que hemos señalado con anterioridad, pues eso nos lleva a albergar dudas sobre si las previsiones de beneficios para el próximo año son razonables. Para que incrementemos la exposición a la renta variable a los niveles actuales, deberíamos ver una ligera reducción de las valoraciones o tener algo más claras las perspectivas de los beneficios de 2015.
Por regiones, creemos que la renta variable japonesa debería seguir mostrando atractivo, ya que la depreciación del yen está ayudando a impulsar los beneficios de las empresas japonesas, especialmente las exportadoras. El volumen del programa de expansión cuantitativa en Japón (en relación con el PIB) es impresionante y pone de manifiesto el compromiso de las autoridades para calmar los temores deflacionistas. Hay otros hechos importantes, como el compromiso de varias empresas para mejorar la rentabilidad de los recursos propios y los cambios en el enorme fondo estatal de pensiones, el GPIF, que está reduciendo su asignación a la deuda pública japonesa en favor de la renta variable y otras inversiones. Se trata de factores a largo plazo que deberían servir de respaldo a la renta variable japonesa.
Nos sigue interesando la renta variable británica y creemos que el rendimiento por dividendo del 3,3% del FTSE debería seguir constituyendo una característica atractiva en un mundo en el que los bonos del Estado alemanes a diez años ofrecen un rendimiento de solo el 0,70%. Un posible obstáculo para el Reino Unido es la actual debilidad de los precios del petróleo y las materias primas, debido al sesgo del mercado hacia áreas como la energía y la minería. No obstante, creemos que con el tiempo los inversores que reinviertan sus ingresos por dividendos (para beneficiarse del efecto compuesto) deberían poder obtener rentabilidades razonables comparadas con las que ofrecen otros activos. Y lo que es más importante, somos optimistas con respecto a la renta variable estadounidense, ya que EE.UU. ha destacado por su buen crecimiento de los beneficios y es precisamente eso, más que la subida de las valoraciones, lo que ha propiciado el avance del mercado este año.
Mercado de renta fija
Las perspectivas para los mercados de renta fija en 2015 resultan mucho más difíciles de analizar. Sobre el papel, los rendimientos de la deuda soberana no ofrecen casi valor; veamos por ejemplo el gráfico que figura a continuación, en el que se compara el rendimiento del reembolso del gilt a diez años con el rendimiento por dividendo del índice FTSE All-Share durante los últimos 20 años.
Gráficos como los anteriores se han utilizado para describir a la deuda pública como «activo de riesgo sin rentabilidad» en lugar de activo «libre de riesgo». Sin embargo, aunque los rendimientos de la deuda pública se encuentran en niveles muy reducidos desde una perspectiva histórica y siguen sin resultar atractivos en lo que respecta a la rentabilidad total si se comparan con otros activos, no esperamos que el mercado de renta fija se desmorone el año próximo. Esto se debe en parte a que las expectativas de inflación son muy discretas —algunos países de Europa registran una clara deflación— y es muy improbable que alguno de los principales bancos centrales de los países desarrollados endurezca su política de forma contundente en 2015.
En términos generales, la demanda de fuentes de ingresos de excelente calidad sigue siendo fuerte, lo que quizá no sorprenda en un mundo caracterizado por los tipos de interés próximos a cero. Es improbable que esta tendencia cambie, debido al envejecimiento de la población en buena parte de los países desarrollados, e incluso en los países en desarrollo el aumento de los ingresos se está traduciendo en el incremento de las tasas de ahorro, como sucede por ejemplo en China. En mercados de renta fija como el del Reino Unido, siempre existe una sólida demanda técnica de los inversores institucionales en el tramo largo cuando los rendimientos se incrementan, ya que tratan de cubrir sus pasivos a largo plazo. Existe una limitación adicional, más fundamental, para los rendimientos de la deuda soberana y es que muchos gobiernos están tan endeudados en la actualidad que sencillamente no podrían asumir un aumento importante de su coste de financiación.
En los mercados de crédito, lo que ocurra en 2015 dependerá en cierta medida de lo que suceda en los mercados soberanos; al fin y al cabo, el precio del crédito corporativo se determina utilizando la curva de tipos soberanos como punto de referencia, de manera que los inversores son compensados por asumir riesgo crediticio mediante el rendimiento adicional o «diferencial» sobre la deuda pública de buena calidad con un vencimiento equivalente. Sin embargo, por lo general pensamos que 2015 podría ser un año en el que el crédito con calificación investment grade podría comportarse razonablemente bien, ya que es una clase de activo adecuada para un entorno de bajo crecimiento y baja rentabilidad. Además, los balances de las empresas siguen revelando fortaleza en comparación con los de muchos gobiernos, y el hecho de que no se haya producido una recuperación económica significativa (fuera de EE.UU.) ha llevado a muchas empresas a gastar e invertir con cautela, lo que es positivo para el crédito. Sí que podríamos decir que el periodo de altas rentabilidades en el crédito que hemos estado viendo ha llegado a su fin. El nivel inicial de los rendimientos hoy y los actuales niveles de los diferenciales con respecto a la deuda pública implican que el crédito sencillamente no puede seguir brindando las magníficas rentabilidades de las que hemos sido testigos en los últimos años.
De lo que hemos explicado anteriormente, esperamos que quede claro que la temática de la «búsqueda de ingresos» que hemos mencionado en los últimos años seguirá presente en 2015. En este entorno, los activos con rendimientos reales elevados seguirán siendo objeto de demanda, motivo por el que somos optimistas con respecto a las perspectivas de los inmuebles comerciales directos en 2015. Los bienes inmobiliarios también se han beneficiado por el hecho de ser un activo tangible, lo que reviste importancia para muchos inversores en el mundo posterior a la crisis financiera, y también puede ofrecer importantes ventajas de diversificación, ya que por lo general las rentabilidades no se mueven en sincronía con las de los principales mercados de renta fija y renta variable.
Columna de Mark Burgess, director de Inversiones de Threadneedle