Este año, el mercado de valores argentino ha experimentado una subida cercana al 50% en dólares estadounidenses, gracias a que el repunte de la actividad económica se ha aliado con las esperanzas de cambio político y ha incitado a los inversores a volver a este volátil mercado frontera. El atractivo de Argentina no es distinto del de otros países latinoamericanos: es un país rico en recursos y cuenta con unas tendencias demográficas favorables. No obstante, los problemas también son de sobra conocidos: unas políticas populistas y proteccionistas que son marca distintiva de este país del Cono Sur. Esto se ha convertido en un gran problema en los últimos años, puesto que Cristina Fernández de Kirchner —quien sucedió a su difunto marido, Néstor Kirchner, en la presidencia en 2007—, ha recurrido a controles de precios y nacionalizaciones, además de haber negado el pago a acreedores. Por tanto, este panorama ha ahuyentado a la tan necesaria inversión extranjera en el país al tiempo que la situación presupuestaria del Gobierno ha seguido empeorando.
Para los observadores más detallistas de la economía argentina, tanto la inflación como la divisa han sido motivos de gran confusión. La tasa oficial de inflación se encuentra justo por encima del 10%, pero se estima que las cifras reales duplican con creces este porcentaje. Incluso se han impuesto multas a los economistas que publican tasas «no oficiales». Las menguantes reservas de moneda extranjera también han generado restricciones sobre la compra de dólares estadounidenses, lo que ha despertado un gran interés por el valor del «dólar paralelo» del mercado negro, que registra una intensa actividad de negociación. Aunque el tipo de cambio oficial ronda los escasos 6 pesos por dólar estadounidense, el dólar paralelo (o dólar blue) se acerca a los 10 pesos, lo que apunta a una gran devaluación.
Hace poco resurgió la esperanza de un cambio político, cuando el partido en el poder vio cómo su cuota de votos nacionales cayó alrededor de 20 puntos porcentuales en las elecciones legislativas de mitad de mandato, celebradas en octubre. Esto, fundamentalmente, descarta la posibilidad de que Cristina Fernandez modifique la constitución para poder presentarse como candidata a un tercer mandato en las elecciones presidenciales de 2015. La opinión general apunta a que las alternativas a la actual presidenta presentarán una política económica más ortodoxa, que allanará el camino para lograr un contexto más propicio a la inversión. Sin embargo, la oposición se encuentra dividida y los posibles candidatos presidenciales podrían recurrir a la retórica populista para recabar apoyos.
Y esto pone a los inversores en una situación complicada. A pesar del reciente repunte experimentado por el mercado, el MSCI Argentina Index aún cotiza por debajo de la mitad de su máximo de 2008, las valoraciones de la bolsa parecen atractivas y la tendencia política ha cambiado claramente de rumbo. La cruz de esta coyuntura es el riesgo de una devaluación considerable de la moneda, así como el doloroso proceso que la economía tendrá que atravesar antes de salir del túnel. Las recompensas de una recuperación en Argentina son tentadoras, pero desde luego no son para cobardes.
Con respecto a cómo reflejar lo anterior en nuestra estrategia de inversión, hemos incorporado YPF, compañía argentina de petróleo y gas, a nuestra cartera. Esto teniendo en mente que su potencial en gas de pizarra y petróleo compense el riesgo macroeconómico. Se cree que Argentina posee una porción importante del gas pizarra del mundo. Recientemente, la compañía reporto un salto del 87% en su beneficio neto sobre el tercer trimestre del mismo periodo en 2012, gracias al alza de precios en gas natural y gasolina.
Chris Palmer, gestor del Henderson Gartmore Latin American Fund