Pasando por los distritos más elegantes de Buenos Aires es fácil olvidar las dificultades de la economía Argentina. Los vuelos internacionales están llenos, como el Hotel Four Seasons. Los buenos restaurantes están reservados entre semana. Los ricos han logrado aislarse de la crisis convirtiendo sus ahorros en dólares.
Pero para conocer la vida para los argentinos ordinarios nos hemos aventurado en los barrios locales, con la colaboración de EMpower, fundación que apoya organizaciones benéficas locales dedicadas a los jóvenes. Nos han confirmado que la administración Macri ha aumentado el gasto social, aunque se cuestiona su eficacia. Además es preocupante que hayan destacado el deterioro gradual del sistema educativo en la última década, lo que en última instancia puede poner a prueba la resistencia de la economía.
Hay que tener en cuenta que su economía, tras un fuerte inicio en 2018, se contrajo un 4% anualizado el segundo trimestre y 3,5% el tercero, con la inflación disparada y los observadores cuestionando si 50.000 millones de dólares de préstamos prometidos por el Fondo Monetario Internacional llegarían suficientemente rápido para refinanciar su deuda.
Pero lo peor parece haber quedado atrás. El riesgo de refinanciación ha disminuido después de que el FMI incrementar su préstamo en 7.000 millones y adelantado desembolsos y hay señales de vida, habiendo crecido 0,5% los primeros tres meses del año. El peso se ha estabilizado con el dólar tras perder casi la mitad de su valor en 2018 y el IPC, que subió 4,7% en marzo y 3,4% en abril, muestra trayectoria descendente.
De hecho, gracias al mayor programa de préstamos de la historia del FMI, las cosas están mejor. Los salarios han comenzado a alcanzar los precios y el sentimiento se estabiliza. Una buena cosecha de soja puede aumentar más el crecimiento, con margen para sorpresas al alza. Incluso el representante del FMI esta sorprendido por la rapidez con que la economía se ha estabilizado, a pesar de la decepcionante inflación, que ronda 50%.
El FMI, que ha culpado de la misma a los problemas estructurales más que las autoridades del país, ha rebajado la previsión de inflación en 2019 del 30 al 20%. La relación con Argentina parece fuerte y tiene que serlo, pues pasará mucho tiempo antes de que Argentina pague sus préstamos. Aunque mucho argentino medio sigue culpando al FMI del impago de 2001 y la crisis económica, los representantes del FMI sostienen que su enfoque ha cambiado y hacen todo lo posible para enfatizar la cohesión social, igualdad de género y protección de los más vulnerables. En palabras de Christine Lagarde «este ya no es el FMI de la abuela».
Pero la gran preocupación del mercado son las elecciones presidenciales de octubre. Por ahora se trata de una carrera entre varios candidatos incluyendo a Mauricio Macri, favorable al mercado y Cristina Kirchner, peronista y expresidenta, anti-mercado. Kirchner está ganando terreno aunque Macri todavía tiene 60 a 70% de probabilidades de ganar. De todas formas Kirchner, quien polariza los votantes, cuenta con la máquina del partido peronista, que incluye un electorado natural fuerte. Su trayectoria anterior de presidenta crea inquietudes a inversores nacionales y extranjeros.
Por su parte el destino de Macri depende de la capacidad de su gobierno para estabilizar la moneda y derribar la inflación -una de las principales prioridades cuando asumió el cargo al final de 2015-. Ha anunciado controles de precios de 60 productos básicos, incluidos alimentos y mantiene en espera el aumento de precios de los servicios públicos. Además, on los tipos de interés por encima del 65%, se han introducido líneas de crédito subvencionadas para los hogares.
El caso es que la deuda en dólares de Argentina, a pesar de la inflación terriblemente alta y la incertidumbre política, dados los bajos riesgos de refinanciación, ofrece rentabilidades atractivas. Los bonos denominados en dólares de Argentina muestran rentabilidad del 11 al 12% y deberían comportarse bien dada nuestra visión positiva respecto a las divisas fuertes.
Su deuda en moneda local puede tener más dificultades, aunque para aquellos con estómago fuerte y cabeza clara puede generar grandes retornos, con rentabilidades a vencimiento de cerca del 50%. La razón es que el peso argentino tiende a depreciarse con una expectativa de inflación de alrededor del 30% anual, que reduce las rentabilidades reales a alrededor del 20%. Ahora bien, puede haber baches. La historia indica que el peso argentino pasa por liquidaciones con caídas del 10% cada pocos meses sin razones obvias. Así que, a pesar de la alta rentabilidad aparente, es fácil perder dinero si la inversión se hace incluso ligeramente a destiempo.
Guido Chamorro es co-director de deuda emergente en moneda fuerte de Pictet AM