Después de la Cumbre del Clima en Polonia (COP24), todo el mundo sabe que la lucha contra el calentamiento global es esencial. Pero la insistencia de Varsovia en que los gobiernos firmen una declaración de «transición justa» y los disturbios de los “chalecos amarillos” en Francia se convierten en un recordatorio de que conseguir una correcta transición energética implica algo más que impulsar el desarrollo sostenible por sí solo.
La necesidad de combatir el calentamiento global nunca ha sido tan urgente. El último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) destaca las consecuencias perjudiciales del aumento de las temperaturas en 1,5°C. Los líderes políticos están trabajando entre bastidores y la COP24 proporcionó una idea clara de cómo implementar el Acuerdo de París. Muchos países ya están aplicando medidas para reducir los niveles de carbono en sus economías. Sin embargo, las consecuencias no serán neutras para las poblaciones y las zonas afectadas.
Polonia, por ejemplo, todavía obtiene el 80% de su electricidad de las centrales eléctricas de carbón y 85.000 puestos de trabajo de los mineros podrían verse amenazados. El cierre de las minas de carbón ha provocado huelgas y grandes protestas tanto en Polonia como en Alemania. En Francia, las protestas de los chalecos amarillos se desencadenaron por el aumento del impuesto al carbono sobre el combustible, un hecho que demostró que los impuestos ecológicos pueden empeorar la desigualdad. Todos estos ejemplos subrayan la necesidad de tomar a transición justa para hacer frente a los retos sociales de la transición energética.
Medidas sociales para ayudar a la población
Este concepto ya está incluido en la introducción del Acuerdo de París, que estipula que las partes interesadas deben esforzarse por lograr una transición justa para la población activa y crear puestos de trabajo decentes y de calidad. Por lo tanto, la transición energética debe ir acompañada de medidas sociales para la población. Las iniciativas existentes incluyen el Fondo de Transición Justa en Estados Unidos. Fue creado por fundaciones caritativas para ayudar a los antiguos mineros de las montañas de los Apalaches y financiar soluciones con bajas emisiones de carbono.
En otros lugares, varios economistas abogan por que los gobiernos pongan en marcha un New Deal ecológico, un programa de estímulo económico para luchar contra el cambio climático y la desigualdad social. Pero las dificultades en la transición energética no deben terminar retrasando el proceso. Lograr la transición energética creará por sí misma puestos de trabajo y crecimiento. Las estimaciones de la OCDE sugieren que podría añadir un 5% al crecimiento en los países del G20 para 2050. Y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) considera que el Acuerdo de París podría crear 24 millones de puestos de trabajo.
Al mismo tiempo, el Premio Nobel Joseph Stiglitz en un artículo reciente dice que retrasar el proceso de transición aumentaría la carga para las generaciones futuras. «Es mejor dejar un legado de deudas financieras, que nuestros hijos pueden manejar de alguna manera, que transmitir un desastre ambiental posiblemente inmanejable».