Vivimos una época convulsa. Una época donde mucha gente ha perdido la confianza en el futuro, donde se ha instalado una especie de mantra que se resume en que las nuevas generaciones vivirán peor que las precedentes.
Este es el mejor caldo de cultivo para que, en el ámbito político, proliferen los populismos a la izquierda y a la derecha. Como los extremos de un círculo, coinciden en la crítica a las élites (ya sean políticas o económicas), en posturas antinmigración, en un nacionalismo exacerbado y, en general, un rechazo a la globalización.
Además, el acceso inmediato a la información, o más bien, a una especie de información que se puede condensar en 140 caracteres, nos hacer vivir en un respingo continuo. Se ha perdido el análisis sosegado, con matices.
A menudo oímos estas dos frases:
· “El futuro es incierto”. Vaya que si lo es. Por definición: la incertidumbre es la cualidad que define al futuro.
· “Jamás ha existido tal nivel de incertidumbre”. Esta es, en cambio, una afirmación que no se puede sostener con un mínimo de rigor intelectual.
Contra la incertidumbre, contra el estado de cabreo general, contra la sensación de angustia que nos asola podemos resaltar unos cuantos hechos:
· La expectativa de vida promedio a nivel mundial aumentó de los 64 años a mediados de la década de 1980 hasta los 71 años en la actualidad. La esperanza de vida de bebé que nace hoy en Occidente supera los 90 años. ¡El problema ahora para muchos es la longevidad y cómo financiarla!
· La mortalidad infantil a nivel mundial ha disminuido de 90 a 43 muertes por cada 1.000 niños nacidos vivos entre 1990 y 2015.
· La pobreza, definida por el porcentaje de personas que viven con menos de 1,25 dólares diarios, bajó del 36% por ciento de la población mundial en 1990 hasta el 12% en 2015. Podemos finalizar el año por debajo de la barrera del 10%, que parecía una quimera inalcanzable hace solo 20 años. La desigualdad también se corrige sacando de la pobreza extrema a la población más desfavorecida.
· En el año 2015, 57 millones de niños no pudieron asistir a la escuela. Eran 100 millones en el año 2000. Otro de los Objetivos del Milenio de la ONU donde hemos avanzado en la buena dirección.
La Pax Romana o Pax Augusta fue un largo periodo de unos doscientos años de duración caracterizado por la estabilidad interior y la ausencia de grandes guerras. El Imperio Romano pudo alcanzar durante esta época su máximo desarrollo económico y expansión territorial. Eso sí, la esperanza de vida media no superaba los 30 años, ser esclavo de un patricio podría considerarse una suerte y los germanos, no habiendo descubierto aún las políticas de rigor fiscal, disciplinaban a sus vecinos del sur separando sus cabezas de los hombros.
No añoro la Pax Romana, ni envidio a los que vivieron durante esa época ni en ninguna de las pasadas. Lo mejor que tenemos es el ahora. Y el mañana.
Tribuna de José Luis García Carralón, socio y director de Negocio Institucional en Abante Asesores